Un día con Abascal: en furgoneta por España

El líder de Vox hace campaña como los toreros, parando en ventas de carretera y buscando el contacto con la gente

Santiago Abascal, líder de Vox, preparaba el viernes su discurso en la furgoneta que lo trasladaba al mitin de Valencia.Mònica Torres

Santiago Abascal hace campaña como los toreros, en furgoneta, acompañado de su cuadrilla, parando en las ventas de carretera, donde recibe el apoyo de los simpatizantes, que se hacen fotos con él, le regalan recias palmadas en la espalda y le desean, como a los matadores antiguos, vista, suerte y al toro. El jueves, camino de Valencia, la furgoneta —que en tono de broma llaman ...

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Santiago Abascal hace campaña como los toreros, en furgoneta, acompañado de su cuadrilla, parando en las ventas de carretera, donde recibe el apoyo de los simpatizantes, que se hacen fotos con él, le regalan recias palmadas en la espalda y le desean, como a los matadores antiguos, vista, suerte y al toro. El jueves, camino de Valencia, la furgoneta —que en tono de broma llaman Falconeta— paró a reponer fuerzas en un restaurante de dos tenedores, donde, como de costumbre, se armó el alboroto. A un partidario de tez morena y guayabera blanca, el líder de Vox le preguntó:

—¿Eres cubano?

—Qué coño, yo soy más español que tú, y mira que tú eres español…

Abascal, cuyo programa de gobierno hace temblar a una buena parte del electorado y cuyo perfil de califa se torna fiero en el atril de los mítines, se convierte —furgoneta adentro— en una persona atenta, amable. Su lugar habitual en el vehículo, que conduce Enrique Cabanas, vicesecretario de Vox y hombre de su máxima confianza, es el asiento del copiloto, pero el jueves pasado se lo cedió a la fotógrafa Mònica Torres. Sus colaboradores explican que, siempre que puede, el candidato prefiere viajar por carretera porque así tiene tiempo e intimidad para reunirse con su equipo, hablar por teléfono, preparar personalmente los mítines y los canutazos —las ruedas de prensa previas a cada acto— y, si se tercia, echar una cabezada.

Delante del asiento tiene una botella de agua, un envase de gel hidroalcohólico, dos libros que le regalaron en Teruel y a los que aún no ha podido echar un vistazo y un bote tamaño familiar de frutos secos. A pesar de que la formación que lidera tiene vetado el acceso de EL PAÍS y la SER a todos sus actos, esta tarde ha hecho una excepción para acompañarlo en la campaña. “Nuestros actos son muy llamativos, un espectáculo en sí mismos, no tienen nada que ver con los de otros partidos”, explica. “Si tú entras en un mitin del PP, aunque no haya logotipos, puedes intuir que estás en un mitin del PP; y en el PSOE diría que también. Pero si entras en un mitin de Vox puedes estar totalmente confuso si quitas los símbolos: ves a la gente y es de una variedad extraordinaria, en edades, en atuendos, en todos los aspectos”.

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—¿Y dónde ha encontrado Vox a todos esos votantes de procedencias tan distintas?

—La clave la experimentamos por primera vez en Andalucía. El PP nunca fue capaz de desbancar al socialismo, y aparece Vox y por primera vez se produce la posibilidad de cambio. En buena parte tiene que ver con el trasvase a Vox de votos de la izquierda y de cierto abstencionismo, y ese trasvase se produce, principalmente, por tres cuestiones. La primera, la inmigración. Claramente, hay muchas personas que se consideran de izquierdas, pero que no se sienten escuchados por la connivencia del PSOE con la inmigración ilegal en barrios degradados. Y, en cambio, sí se sienten representados por el discurso de Vox. Lo segundo es el mundo rural. Hay fincas donde el propietario votaba al PP y el guardés al Partido Socialista o al Partido Comunista, y ahora tanto el señorito como el empleado votan a Vox. Y la tercera tiene que ver con las políticas de género. Hay muchos hombres de izquierdas que se han sentido perseguidos y denunciados injustamente y que han visto que solo Vox los defendía. Si has padecido una denuncia falsa y no puedes ver a tus hijos, lo demás te da igual: puedes ser más de izquierdas o más de derechas, gustarte los toros o no, pero lo primero en la vida es que no puedes ver a tus hijos…

La furgoneta se acerca a Valencia y el aire acondicionado flaquea ante los 33º de temperatura y el 66% de humedad. Al retraso que ya traía la comitiva —la furgoneta va escoltada por vehículos policiales y de seguridad del partido— se le ha unido la cháchara con los reporteros, así que desde hace rato Abascal trata sin éxito de terminar su esquema para el mitin de esta noche. Se trata de un par de folios, escritos a bolígrafo azul y doblados en cuatro.

—¿Puedo ver qué va a decir esta noche?

—Al final estos discursos son sota, caballo y rey. Mira —y enseña el folio—, hablo de nuestro programa, aquí le doy al Gobierno y luego un poco al PP. En cualquier caso, trato de que sean entretenidos, porque la gente viene a vernos con mucha ilusión.

Santiago Abascal, candidato de Vox, repasa el guion de su discurso en la cafetería de un hotel de Valencia. Mònica Torres
El líder de Vox conversa con su equipo durante el traslado al mitin del pasado viernes en Valencia. Mònica Torres
Un grupo de simpatizantes de Vox espera el inicio de la intervención de Abascal en Valencia. Mònica Torres
Santiago Abascal llega al mitin celebrado en Valencia el pasado viernes. Mònica Torres
Público congregado en Valencia para seguir la intervención de Santiago Abascal, líder de Vox. Mònica Torres
Abascal, apoyado en el atril durante su intervención en Valencia. Mònica Torres
El público sigue en Valencia la intervención del líder de Vox, Santiago Abascal. Mònica Torres
'Vota campo', se puede leer en la pulsera de un miembro de la organización de Vox. Mònica Torres
Abascal, en un momento del mitin en Valencia. Mònica Torres

El candidato trata de concentrarse de nuevo cuando ve que tiene en el móvil un mensaje de su madre, que sigue viviendo en Amurrio, una localidad alavesa donde su padre —ya fallecido— fue concejal del PP y sufrió el acoso de los simpatizantes de ETA, que llegaron a pintar con spray el escaparate de su tienda de ropa e incluso unos caballos de su propiedad.

—Ama, ¿qué pasa?, que no había leído tu mensaje.

Abascal escucha un rato el teléfono, luego cuelga y explica que su madre antes escuchaba la radio, pero que se ponía muy nerviosa con las cosas que decían de él: “Ahora escucha youtubers que más o menos tienen una ideología próxima a la nuestra”. Esto nos lleva a hablar del PP.

—Usted, como muchos de los militantes actuales de Vox, proceden del PP. En su caso, ¿por qué decidió irse?

—Yo me acuerdo de la gota que empezó a llenar el vaso y de la gota que lo desbordó. La que empieza a llenar el vaso es la crisis de Rajoy con María San Gil, asociada al debate autonómico. Es cuando empieza el Estatuto de Cataluña con Piqué prácticamente de acuerdo con el PSC… La gota que lo colma fue la excarcelación, durante el Gobierno de Rajoy, del etarra Bolinaga, uno de los secuestradores de Ortega Lara. Me fui en 2013, con mayoría absoluta del PP. Envié una carta y me fui. Y, lo que son las cosas, Ortega Lara no se fue del PP por el tema del terrorismo, sino por el tema del estatuto valenciano, por una cuestión más política.

Unos minutos después, ya en el mitin —Abascal no ha tenido tiempo ni de subir a la habitación del hotel, ha saludado a su esposa y a sus hijos que han venido a verlo y ha terminado el guion del mitin en una libreta con el escudo de la Guardia Civil— varios militantes confirman que el ala más a la derecha del PP se fue desprendiendo por múltiples motivos. Elena, que es propietaria de un negocio en el centro de Valencia, asegura que se marchó “por cómo trataron a Rita Barberá”. Un señor que dice ser “agricultor jubilado” sitúa el momento de su ruptura en el momento en que “Zaplana metió el catalán en las escuelas”, y un grupo de jóvenes advierten de que “los del PP son demasiado blandos con los inmigrantes”. La actitud de todos ellos, cuando por fin aparece en el escenario del mitin Santiago Abascal rodeado de algunos rostros conocidos de Vox, es de fiesta y banderas al viento, pero más tarde —cuando los focos se apagan— admiten que al día siguiente muchos de ellos tendrán que ocultar en sus trabajos o en sus círculos más cercanos la pertenencia a Vox. Abascal está de acuerdo:

—Nuestra sensación es que la demonización por parte de los medios es todavía mayor que hace cuatro años, y eso lo nota y lo sufre nuestra gente.

La intervención de la primera ministra italiana, la ultraderechista Giorgia Meloni, en el mitin parece ir dirigida precisamente a aquellos militantes que, a pesar del perfil duro que les atribuye el resto del electorado —y que tiene que ver con el cariz extremo de sus propuestas— se sienten perseguidos. Más que un mitin parece una terapia dictada desde la experiencia:

“¡Queridos amigos, ha llegado el momento de los patriotas! Hay gente que puede derrotarnos por la demonización. Yo he pasado por eso. Pero la gente es más inteligente de lo que algunos piensan y no se dejan influir”. Los simpatizantes aplauden y ella sigue leyendo su discurso en español. De pronto hace un giro interesante, que parece más destinado a tranquilizar a quienes temen un desembarco a sangre y fuego de las propuestas de Vox que a arengar a las masas: “Durante mi campaña electoral, la izquierda italiana y los grandes medios de comunicación intentaban asustar a los votantes: si gana Fratelli tendremos una Italia aislada internacionalmente. En estos ocho meses me he reunido con decenas de jefes de Gobierno y he participado en muchas cumbres internacionales llevando siempre la voz de mi nación”.

Abascal se sube a la furgoneta una vez concluido el acto electoral de Valencia.MÒNICA TORRES

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