Resacón en Las Vegas 4: el debate

El lunes fue el cara a cara, y el resto de la semana, para Sánchez, preguntarse qué demonios había pasado. Feijóo, en cambio, se levantó tan fresco que ya se dedica a robar votos a Vox a la cara

Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, en el debate del pasado lunes.Foto: Juan Medina (Reuters) | Vídeo: EPV

El lunes fue el debate y el resto de la semana, la resaca del debate, sobre todo Pedro Sánchez, preguntándose qué demonios había pasado, como un Resacón en Las Vegas 4. Tuvo dolor de cabeza varios días y está por ver si se levanta (su frase cíclica del debate fue, mirando los papeles: “De verdad, señor Feijóo…”). Siguió hablando del tema hasta el jueves, mientras el candidato del PP iba a lo suyo. Feijóo se levantó al día siguiente tan fresco que,...

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El lunes fue el debate y el resto de la semana, la resaca del debate, sobre todo Pedro Sánchez, preguntándose qué demonios había pasado, como un Resacón en Las Vegas 4. Tuvo dolor de cabeza varios días y está por ver si se levanta (su frase cíclica del debate fue, mirando los papeles: “De verdad, señor Feijóo…”). Siguió hablando del tema hasta el jueves, mientras el candidato del PP iba a lo suyo. Feijóo se levantó al día siguiente tan fresco que, obligado por Carlos Alsina, se permitió admitir que algo había mentido. Él, que había jurado que nunca jamás iba a mentir. Alsina: “En el debate dijo usted algunas cosas que son mentira, ¿por qué?”. Y le citó algunas. Feijóo, atormentado, se retorcía de contrición: “A mí me importa mucho que no se diga que miento. Porque si miento estoy siendo un sanchista más”. No, esto nunca, después de tanta matraca con el sanchismo España no podría asumirlo.

Quizá como exorcismo, el líder del PP siguió con las hipérboles de la maldad de Sánchez, que ya ha llegado a ser el fantasma de las navidades pasadas y futuras: “El presidente del Gobierno no es Papá Noel, no es Melchor, Gaspar o Baltasar. Todo lo que os regala se lo quitó a vuestros padres, y lo que no se lo quita lo deja a deber”. Le faltó decir que se come a los niños. Pero en lo que se ha volcado Feijóo esta semana también tiene que ver con el debate: salió tan crecido que ya quiere que se le vea más grande, con mayoría absoluta. Y ya va a por Vox sin disimulo: quiere sus votos. Abascal flipaba: “El señor Feijóo nos preocupa extraordinariamente”. Hasta sacó un derivada de Txapote, cerrando el círculo del delirio: “Que te vote Pedro Sánchez, no lo van a hacer los electores de Vox”.

No deja de ser curioso que dos partidos que acaban de pactar en Extremadura y en la Comunidad Valenciana jueguen a que se llevan mal y a acusarse mutuamente de ir con el PSOE. Es una de esas locuras veraniegas de la campaña. En un mitin en Murcia, donde el PP siempre va sobrado, porque lleva 28 años en el poder (pese a que Feijóo llamó a Vox a derogar el sanchismo en Murcia), el líder del PP llegó a decir: “Si el sanchismo y Vox quieren seguir de aliados, que lo sean”.

Feijóo ha machacado esa idea esta semana en provincias claves para el reparto de escaños, y hasta se pone faltón con Vox. En Burgos: “Estos que dicen que son muy patriotas, siempre dicen que hay que votar a España, pero en Burgos solo hay dos opciones, dos escaños para el PP y dos para el PSOE o tres para el PP o uno para el PSOE (...). No nos vamos a someter a ningún chantaje, porque a España no se le chantajea”. (Él es España, frente al sanchismo, recuerden). Y en Cádiz, lo mismo: “El voto a Vox es la garantía de que Sánchez se quede en la Moncloa. Lo que pretenden los que quieren que gobierne el PP pero piden no votar al PP es que perdamos cuatro o cinco escaños en Andalucía”. Hasta citó a Fraga: “Solo el Partido Popular ofrece mayorías sin tutelas ni tutías, sin chantajes ni bloqueos. Solo el PP es un partido libre”. Que se lo digan a María Guardiola.

En fin, Feijóo es un hombre solo contra todos, contra el sistema, una pamema que encajó divinamente con el tema conspiranoico de la semana: Correos. Que es como Spectra, tiene una red de jefes-robot que obedece consignas desde la central de control de Moncloa. Pero frente a ellos, resiste ahora y siempre el movimiento clandestino de los carteros, aliados del pueblo llano contra las élites. Feijóo imploró: “Les pido que, con independencia de sus jefes, repartan todos los votos antes de que venza el plazo, para que los españoles podamos votar. Me comprometo a que, si no les pagan las horas extra, en el primer consejo de ministros les pagaré todas”. El Feijóo del debate, que le da igual ocho que ochenta, que puede convencer al votante de Vox, ya va lanzado.

La duda sobre el voto es su segunda línea de trama en caso de no llegar a la Moncloa, en su película Gobierno ilegítimo 2: el retorno, junto a la idea de que solo debería gobernar el partido más votado. También Vox se ha sumado al reparto: “Tomaremos medidas si hay españoles que se quedan sin votar”, ha dicho Abascal, no se sabe en qué plan. Que Dios nos coja confesados como no ganen. Sánchez, en cambio, sigue aferrado a la idea contraria, que nos coja confesados si ganan. Idea Barrio Sésamo de la semana: “PP y Vox son lo mismo”. La ha repetido mucho, en un bajón de inventiva tras el vapuleo del debate. Las metáforas para describir la llegada de la ultraderecha ya han pasado del tráiler (cinematográfico, aunque también valdría el símil del camión) a lo gastronómico: “Esta comida indigesta, este aperitivo que representan los acuerdos de gobierno de PP y Vox tiene que movilizar a los españoles”. La diferencia es que él no tiene problemas con su socio, Sumar, y hasta habla bien de ellos: “El planteamiento de un gobierno progresista entre Yolanda y yo es movilizador. Es una candidata capaz, una mujer con fuerza y criterio”. Esto es una novedad, acordémonos de dónde venimos.

Yolanda Díaz es la que más difícil tiene colar su mensaje. Pero no hay que subestimar el poder de las ausencias. No estar en el debate hizo que al día siguiente circulara la idea de que eso a ella no le habría pasado. Porque además ha incidido mucho esta semana en el factor gallego, que conoce a Feijóo mejor que nadie. Le dio la réplica que no le dio Sánchez, aunque se la dio a Susanna Griso, cuando intentó decirle que los dos mintieron parecido: “Señora Griso, le puedo garantizar, que yo estaba allí, que no votaron a favor de la revalorización de las pensiones. El PP en este mandato no ha votado a favor de los ERTE. Si es por el PP hoy, señora Griso, las familias españolas hubieran visto cómo su vida se descuartizaba. No han votado a favor, se lo dice alguien que ha hecho 18 grandes acuerdos sociales con la patronal, no han votado a favor de la reforma laboral, ni del salario mínimo, puedo seguir así hasta mañana”.

Santiago Abascal, en cambio, dio una entrevista al youtuber Víctor Domínguez, que fuera de su casa es Wall Street Wolverine, miles de seguidores. Es un chico ultra que vive en Andorra para pagar menos impuestos, algo que no impidió que le hiciera a Abascal la pregunta del millón con Vox: de dónde van a sacar el dinero si bajan los impuestos a todo el mundo. Ya, pues eso. En el mundo de la Iberosfera de Vox es muy fácil, hay que acabar con todo: comunidades autónomas, subvenciones a partidos, sindicatos y patronal, chiringuitos. Y milagro, podremos vivir casi gratis. Pero Abascal reveló nuevos despilfarros ocultos: “Nosotros sabemos que el dinero público se está empleando en cosas que nos arruinan. Se está empleando en dinamita, para volar centrales térmicas, para volar presas, para desmantelar nuestra agricultura. Se está financiando la ruina”. Vox desde luego es la bomba.

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