“El rival gana si pasas más tiempo defendiéndote”
Politólogos y expertos en comunicación analizan los riesgos del debate entre los aspirantes a la presidencia. Los candidatos ensayan el tono, las propuestas y las réplicas
Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo preparan a estas horas y desde hace días la cita más importante de la campaña electoral: el único cara a cara entre los dos principales candidatos que se disputan la presidencia del Gobierno, y el único debate en el que participará el líder del PP. El favorito en las encuestas ha preferido exponerse lo menos posible, incluso a riesgo de dejar una atronadora silla vacía en el formato a cuatro de RTVE que se celebrará el día 19.
La cita del lunes (a las 22.00 en Antena 3, La Sexta y Onda Cero) se produce al inicio de la campaña, de forma que, si hay un...
Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo preparan a estas horas y desde hace días la cita más importante de la campaña electoral: el único cara a cara entre los dos principales candidatos que se disputan la presidencia del Gobierno, y el único debate en el que participará el líder del PP. El favorito en las encuestas ha preferido exponerse lo menos posible, incluso a riesgo de dejar una atronadora silla vacía en el formato a cuatro de RTVE que se celebrará el día 19.
La cita del lunes (a las 22.00 en Antena 3, La Sexta y Onda Cero) se produce al inicio de la campaña, de forma que, si hay una gran metedura de pata, habrá también tiempo para que se olvide, para que el candidato damnificado se recupere. Se ha sorteado quién llega primero a los estudios de Atresmedia (será Feijóo), quién abre cada bloque temático (empezará Sánchez en el inicial y luego se turnarán) y quién cerrará el debate con el llamado minuto de oro (Feijóo). Porque todo se mide y ninguno quiere dar al contrincante algo que pueda convertirse en una ventaja.
Luis Arroyo, experto en comunicación política y presidente del Ateneo de Madrid, ha ayudado a candidatos en España y Latinoamérica a preparar este tipo de citas. Está convencido de que “va a ser un gran debate, seguido por millones de espectadores, porque hay mucha tensión”. “Algo que parecía que ya estaba resuelto, ahora parece que no. Sánchez, acompañado por el inesperado Zapatero [que se ha prodigado en los medios de comunicación para pinchar lo que denomina “la burbuja del antisanchismo”], ha logrado instalar la sensación de que hay partido, de que es posible la remontada”, afirma.
Los sondeos revelan, en efecto, que el PSOE ha recortado distancias con el PP en la precampaña tras la abrumadora victoria de los populares en las autonómicas y municipales del 28 de mayo. El politólogo Pablo Simón explica que “se estima que los debates pueden mover entre un 4% y un 6% del voto”. “Y en un momento en el que hay en torno a un 10% de indecisos que dudan entre el PP y el PSOE, podemos estar hablando de 700.000 votos”, señala. La socióloga Cristina Monge coincide y añade que “esta campaña puede ser especial por ser en verano y después de otra campaña muy reciente, lo que hace que tengan más protagonismo las acciones en los medios de comunicación y en el ámbito digital”.
El debate, de cuatro bloques temáticos —Economía; Políticas sociales e Igualdad; Pactos y Gobernabilidad; Políticas de Estado, Institucionales e Internacional—, tendrá una duración de unos 100 minutos. Un partido de fútbol largo. “Eso”, apunta Arroyo, “quiere decir que cada candidato tendrá algo menos de 50 minutos, unos 10-12 por bloque”: “Tiene que prepararse 20 fichas perfectas. Pero no solo eso: el debate no puede ser una sucesión de monólogos. Hay que preparar también lo que llamamos ‘desactivaciones’, las respuestas a los ataques del rival: contestar y volver rápidamente a la ficha, porque si pasas más tiempo defendiéndote que exponiendo, ha ganado el adversario. Al final, un cara a cara electoral es un señor o señora que quiere bailar un vals y otro u otra que quiere bailar un tango. Y gana el que se impone, el que no se deja comer por la narrativa del otro”.
El debate es, también, cuestión de ritmo. No solo importa lo que se dice, sino cómo se dice. “Es, sobre todo, un espectáculo televisivo”, añade Arroyo. “Y lo más importante es que el candidato sepa qué personaje juega: soy el del cambio, el de la estabilidad, el padre de la patria, el amable, el gracioso... Todo eso viene dado por las características de cada aspirante y por el contexto en el que se producen las elecciones. Debes decir lo que quieres decir sin pasarte de arrogante, siendo seductor. No interrumpir demasiado, pero tampoco dejar que te la cuelen. Karl Rove, asesor de George W. Bush, decía que el votante se hacía, fundamentalmente, tres preguntas: ¿es un líder fuerte? ¿Puedo confiar en él? ¿Se preocupa de la gente como yo? Y, efectivamente, un debate va de esas tres cosas. No necesitas saber el PIB de cada región española. Necesitas tener disciplina, ir a tus fichas. Para Sánchez, por ejemplo, sería un desastre estar todo el tiempo hablando de Bildu, significaría que habría cedido el control”.
Esos “personajes” de los que habla Arroyo están claros para los dos partidos. Feijóo acude a la cita como el hombre del cambio, el gestor que gobernó la Xunta de Galicia con mayorías absolutas, el político que no quería serlo, el niño de aldea que un día —si se cumplen sus expectativas— llegó a ser presidente del país. Sánchez se presenta como el presidente al que le tocó gobernar en las peores circunstancias —pandemia, guerra de Ucrania—, que sacó adelante más de 200 leyes con amplio respaldo social en el primer Gobierno de coalición de la democracia y que fue víctima de “una burbuja”, el antisanchismo, creada por la oposición y la prensa conservadora.
El entrenamiento y la contrainteligencia
Los expertos consultados coinciden en que la ronda de entrevistas de ambos durante la precampaña ha servido de ensayo. “Han sido casi un sustitutivo de los debates”, afirma Simón. “Tienes enfrente a un sparring de otra corriente ideológica y confrontas con él”. Al líder socialista, añade Arroyo, “le ha venido muy bien entrenar con Ana Rosa Quintana y Pablo Motos, sobre todo para acertar en el tono, firme pero educado”. Las entrevistas sirven, además, como una especie de contrainteligencia para averiguar qué es lo que el rival puede tener contra ti.
Sánchez, 51 años, campeón de primarias de 2017 contra el aparato del PSOE, ha participado ya en dos debates con Mariano Rajoy (cara a cara en 2015 y a cuatro en 2016 junto a Pablo Iglesias y Albert Rivera); en otros dos con Pablo Casado, Iglesias y Rivera en abril de 2019 y en uno más, a cinco, incluyendo a Santiago Abascal, en noviembre de aquel año, cuando el líder del PSOE rechazó el cara a cara con el líder del PP—.
Para Feijóo, 61 años, cuatro mayorías absolutas en la Xunta de Galicia, es el primer combate de este tipo y llega a la cita como ganador en las encuestas. “Ha adoptado el rol de presidente”, afirma Cristina Monge. “No le interesa arriesgar demasiado y será cauto porque, además, tiene el reto de demostrar solvencia. Sus puntos fuertes son que no arrastra una mochila de errores cometidos, que representa ‘el cambio’ y que es visto como un hombre prudente. Sus puntos débiles, los fallos continuos en temas clave, como la economía, los pactos con Vox y la sombra de Isabel Díaz Ayuso dentro de su propio partido. Sánchez necesita reconquistar a los votantes progresistas que el 28-M se abstuvieron, atraer a los que se muestran partidarios de otras formaciones y por supuesto, a los que pueden tener la tentación de cambiar de bloque. Tendrá que conjugar la explicación de lo hecho en esta legislatura con su propuesta de futuro. Sus puntos fuertes son la solvencia, el buen expediente de gestión, su reconocimiento internacional. Y los débiles, el ruido de la coalición, la falta de explicación de las alianzas y la percepción que se tiene de él como alguien frío y distante”.
Con el debate, como en general en la campaña, los partidos tratan de cumplir dos retos: activar al electorado propio y desmovilizar al del contrario. El tema favorito es el que logra ambos objetivos a la vez. En el caso del PP, los apoyos de EH Bildu y los independentistas catalanes al Gobierno, asunto que divide especialmente al votante socialista. Y en el caso del PSOE, los pactos de los populares con Vox, que movilizan al electorado propio y pueden generar dudas en el votante moderado o al que duda entre los dos principales partidos.
La idea general del líder del PP, apunta el politólogo Pablo Simón, “será la de contraponer mal gobierno y buen gobierno”. “Feijóo vendrá a decir: conmigo no habrá caos, socios imprevisibles o radicales, leyes que provoquen efectos indeseados. Se centrará mucho en la microeconomía, la cesta de la compra, la subida de la luz... Sánchez alegará que han ido a por él porque no pueden ir contra sus políticas, como el ingreso mínimo vital, el salario mínimo, la reforma laboral, la ley de eutanasia... que tienen un amplio respaldo social, también entre votantes del PP. Y explotará, a su vez, los pactos de Feijóo con Vox para sacarle del carril de la centralidad: los antivacunas, los negacionistas del cambio climático. Esa es la debilidad del líder del PP, igual que la de Sánchez es el ruido de la coalición, esa mochila de Pablo lglesias, de la ley del solo sí es sí y de los socios nacionalistas”.
Es un cara a cara, pero los socios de cada candidato sobrevolarán el debate como dos fantasmas. Para Simón, ese duelo a dos “es, en realidad, algo artificioso porque en un Congreso tan fragmentado, ambos necesitan buscar apoyos, aliados, y el tema central no son tanto las políticas concretas, sino con quién las vas a hacer”. Tanto Yolanda Díaz, líder de Sumar, como Santiago Abascal, de Vox, han criticado ese formato que les resta visibilidad.
Arroyo, experto en comunicación política, asegura que entiende los motivos de Feijóo para rechazar el debate a cuatro con los candidatos del PSOE, Sumar y Vox. “Dejar la silla vacía es feo, pero la imagen del líder del PP con Santiago Abascal es un caramelo para la izquierda. La gente sabe que van a pactar, pero no es lo mismo que cuatro o cinco millones de espectadores los vean juntos en una pantalla”.
En España, la ley no regula ni obliga a celebrar debates electorales para las generales —el 71% de los ciudadanos cree que sí debería hacerlo, según el último barómetro de 40dB. para EL PAÍS—, motivo por el cual el favorito tiende a racanear esa confrontación pública de ideas y programas para no arriesgar. No obstante, faltar a la cita tiene también sus riesgos. “El caso más conocido es el de Javier Arenas, del PP“, recuerda Simón. “En las elecciones andaluzas de 2012 se negó a ir al debate. Eso le hizo perder estatura y finalmente no alcanzó la mayoría absoluta. No bajar a la arena es casi más problemático que hacerlo, pero Feijóo y su equipo habrán hecho sus cálculos y habrán decidido que tiene más coste visibilizar la política de bloques”.
Pese a rechazar otro cara a cara en RTVE y los debates a cuatro organizados por el ente público y el grupo PRISA, editor de este diario, el líder del PP prometió esta semana, en la presentación de su programa electoral para el 23-J, regular los debates. En la ley electoral de tres comunidades autónomas (la Región de Murcia, País Vasco y Castilla y León) ya son obligatorios.
Sánchez ha preparado las fichas con miembros de su Gobierno y de su gabinete: la vicepresidenta económica, Nadia Calviño; la vicepresidenta tercera y ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, Teresa Ribera; los titulares de las carteras de Presidencia, Félix Bolaños; Seguridad Social, José Luis Escrivá, y Hacienda, María Jesús Montero; además de con Óscar López, director de su gabinete; Manuel de la Rocha, responsable de la oficina económica de Sánchez; y Diego Rubio, director de la Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia. Feijóo ha hecho lo propio con su equipo, mientras guarda bajo siete llaves el nombre de su hombre para la economía.
El resultado del debate influirá en la campaña; y la campaña, en el resultado final de las elecciones —los votantes eligen cada vez más tarde su papeleta—, así que la cita es clave tanto para el futuro de Sánchez al frente del PSOE como para el de Feijóo al mando de los populares.
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