La fórmula Ayuso
La mayoría absoluta conseguida en la capital el 28-M es el resultado de una estrategia basada en nacionalizar al máximo la vida política madrileña
La política es una disputa perpetua entre lo que es y lo que parece, donde lo primero suele estar más devaluado que lo segundo. La conmoción en el PSOE causada por la cascada de pérdidas de alcaldías y gobiernos autonómicos amenaza con instalar una percepción de derrota inevitable en el electorado de izquierdas, comenzando por los propios militantes. El PP intentará apuntalar esa sensación, con la ayuda de buena parte de los medios de comunicación que se proyectan desde la capital al conjunto del país...
La política es una disputa perpetua entre lo que es y lo que parece, donde lo primero suele estar más devaluado que lo segundo. La conmoción en el PSOE causada por la cascada de pérdidas de alcaldías y gobiernos autonómicos amenaza con instalar una percepción de derrota inevitable en el electorado de izquierdas, comenzando por los propios militantes. El PP intentará apuntalar esa sensación, con la ayuda de buena parte de los medios de comunicación que se proyectan desde la capital al conjunto del país.
Es fácil entender el pesimismo de la mayoría gubernamental. De mantener el millón y medio de votos municipales de diferencia respecto a PP, Vox (y Ciudadanos), la victoria de la oposición estaría asegurada. Más aún si tenemos en cuenta que la derecha suele recuperar más voto entre municipales y generales que la izquierda. De ahí la expectativa de los estrategas del PP, que sitúan en 11 millones de votos, dos más de los que obtuvieron junto con Vox el 28 de mayo, el nivel del apoyo para asegurar La Moncloa.
Sin embargo, no hay que perder de vista que, si de un plebiscito a Pedro Sánchez y su gobierno se hubiera tratado, quizá entonces deberíamos considerar los más de 10 millones de votos recogidos por el conjunto de los partidos que lo han sostenido hasta hoy en el Congreso. Es una suma para nada extrapolable, pero útil para recordar algo: esta vez a Pedro Sánchez le queda más recorrido para movilizar a favor que a sus adversarios para recortar esa distancia.
Quizá es en la Comunidad de Madrid donde mejor se puede observar esa situación. A pesar de que, en realidad, la derecha ha perdido el 10% de los apoyos y la izquierda le ha recortado 100.000 votos de diferencia, Ayuso ha obtenido la mayoría absoluta (gracias, en buena medida, al voto perdido de Unidas Podemos). Es el resultado de una estrategia aplicada en los últimos tres años, basada en nacionalizar al máximo la vida política madrileña, bajo la batuta de Miguel Ángel Rodríguez, con el objetivo de movilizar también en las autonómicas a aquellos madrileños que solo votan ocasionalmente en las elecciones generales.
Con esa fórmula, tras estar a punto de perder el Gobierno de Madrid en 2019, el bloque de derecha encabezado por Ayuso obtuvo más de dos millones de votos dos años después. Ese fue el techo fijado en Madrid por la suma de PP y UPyD en las elecciones generales del 2011. Con ello, desaparecía la abstención diferencial que suele darse en elecciones autonómicas y municipales, donde participan menos votantes que en las elecciones generales. De esa hipermovilización lograda en Madrid también se ha beneficiado el alcalde José Luis Martínez-Almeida (puesto que esos hipermovilizados también le votaron de paso), y el bloque de la derecha en toda España, también expandido hasta niveles de 2011.
El problema de esta fórmula es que casi agota el margen de mejora para su partido de aquí dos meses, algo que no le sucede a la izquierda. El PP podría doblar el número de votos en la Comunidad de Madrid, en comparación con los obtenidos en las elecciones generales de noviembre de 2019, y arrebatar los escasos escaños que aún retuvo Ciudadanos. Pero difícilmente la derecha podrá ampliar más allá el número de escaños obtenidos, siempre que no se produzca un desfallecimiento de sus adversarios.
¿En qué medida esta hipermovilización se dio también en otros territorios? No debemos olvidar que muchos votantes de PP y Vox, quizá la mayoría, fueron a votar contra Sánchez, mientras que en el bloque opuesto lo hacían por alcaldes y presidentes autonómicos. Aceptar esa nacionalización asimétrica de las elecciones fue el error estratégico de Sánchez. Ahí podría estar también la clave de sus esperanzas para julio.
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