Salvador Illa gana la maratón
El líder del PSC iguala el récord socialista de Maragall en 2003
Salvador Illa corre todas las mañanas, distancias no muy largas. Y también suele disputar, con cierto éxito, distintas competiciones de la maratón. La jornada del 12-M le ha consagrado en esta especialidad: de 42 kilómetros consta la maratón; 42 escaños ha obtenido su PSC. Iguala así, aunque con menor porcentaje de papeletas, al legendario Pasqual Maragall, que obtuvo esos mismos escaños en 2003, el récord sociata en el siglo XXI. Lo que brindó a las izquierdas “plurales” la oportunidad de constituir dos ...
Salvador Illa corre todas las mañanas, distancias no muy largas. Y también suele disputar, con cierto éxito, distintas competiciones de la maratón. La jornada del 12-M le ha consagrado en esta especialidad: de 42 kilómetros consta la maratón; 42 escaños ha obtenido su PSC. Iguala así, aunque con menor porcentaje de papeletas, al legendario Pasqual Maragall, que obtuvo esos mismos escaños en 2003, el récord sociata en el siglo XXI. Lo que brindó a las izquierdas “plurales” la oportunidad de constituir dos Governs tripartitos de coalición que fueron, sí, agitados en política, pero memorables en lo social.
Esta victoria abre paso a la “nueva etapa” que Illa prometió en campaña si ganaba. Que acabe no con sus rivales en la hasta hace poco también cainita Cataluña, sino con los asedios a la legalidad de la primera fase del procés independentista, hasta 2017; con el desgobierno posterior y con la escasa gobernanza del trienio final: la larga “década perdida”. Los catalanes han reactivado su lema de 1640, cuando la revuelta de los “segadors” esgrimía (con esta grafía): “Visca la Terra e muyra lo mal govern [Viva la tierra y muera el mal gobierno]”.
Para gobernar, Illa y su PSC podrán elegir entre tres tipos de alianzas: la tripartita de izquierdas (con Esquerra y comunes); la sociovergencia (con Junts) y el Gobierno en minoría con apoyos de geometría variable. Es esencial que no existe una alternativa numérica de gobierno “indepe”: el teórico bloque Junts/Esquerra/CUP se desploma a 59 escaños. Y la mayoría requiere 68, cifra mínima de la que dispuso durante siete elecciones desde 2003. El secesionismo no puede alegar que habla en nombre de Cataluña.
Es un hito muy relevante. Que ratifica la sabiduría de la política de diálogo y reconciliación practicada por el conglomerado liberal y progresista español encabezado por Pedro Sánchez: de los indultos y la amnistía, de la paciencia y la continuidad estratégica de los pactos parlamentarios sin alterarse por excesos retóricos. Este domingo las manifestaciones contra la medida de gracia han tocado réquiem.
El Partido Popular aparenta alcanzar un resultado muy satisfactorio. Ahí es nada quintuplicar los escaños. Pero si se rasca bajo esa superficie, se trata de un logro bastante pírrico. Su 10,9% equivale a poco más que añadir a los que conserva de 2021 (el 3,85% del total) el grueso de los que entonces fueron a parar a Ciudadanos (5,58%): en conjunto, el 9,43%. Los guiños de Feijóo al catalanismo conservador se han revelado fake. Además, comparado consigo mismo, no sale tan bien parado, si se contempla con cierta perspectiva histórica. Queda lejos del récord en votos (13%) y en escaños (19) de su mejor recuento, el de Alicia Sánchez-Camacho, que se produjo en 2012, en buena parte por arrastre, en la estela del triunfo de Mariano Rajoy. Su exiguo peso le hace bastante irrelevante en el hemiciclo de la Ciutadella, donde nadie parece contar con él. Y al parangonarse con el 9,2% obtenido en Euskadi certifica un doble drama: de un lado, no logra influir en los dos territorios que suelen funcionar como referente en el despliegue del Estado constitucional autonómico (salvo en los períodos de radicalización); de otro, resulta arduo gobernar España contra la gran mayoría de catalanes y vascos.
El colofón es que fracasa en su verdadero objetivo: erosionar a Vox, que le aguanta el envite (iguala sus 11 escaños), pese a la súbita conversión del líder del PP durante la campaña a un fanatismo xenófobo. ¿Tanto así? Comparen sus palabras –la inmigración “ocupando nuestros domicilios y nosotros” sin “poder entrar en nuestras propiedades”- con las de Trump o Salvini. Un PP tan ultra no ha sido capaz de imantar a todo el espectro conservador.