El PP respira en Cataluña y espera a las europeas
La dirección nacional del PP intentó en los últimos días taponar cualquier euforia sobre los resultados
La diferencia entre estar contentos y conformados es sutil, como la presencia ejecutiva real del PP en el mapa político catalán. El examen de las elecciones autonómicas de este domingo no era otro más para el PP del todo o nada de Alberto Núñez Feijóo, y ratifica que su influencia en los parlamentos de al menos tres autonomías del norte de España —Euskadi, Navarra y Cataluña— sigue siendo manifiestamente mejorable. La dirección nacional del PP intentó en los últimos días taponar cualquier euforia sobre los resultados: se contentaban con triplicar sus tres raquíticos escaños actuales, quedar ...
La diferencia entre estar contentos y conformados es sutil, como la presencia ejecutiva real del PP en el mapa político catalán. El examen de las elecciones autonómicas de este domingo no era otro más para el PP del todo o nada de Alberto Núñez Feijóo, y ratifica que su influencia en los parlamentos de al menos tres autonomías del norte de España —Euskadi, Navarra y Cataluña— sigue siendo manifiestamente mejorable. La dirección nacional del PP intentó en los últimos días taponar cualquier euforia sobre los resultados: se contentaban con triplicar sus tres raquíticos escaños actuales, quedar cuartos y superar a Vox. Meta de mínimos más que maquillada para un partido que pretende gobernar y entender España. Finalmente han quintuplicado su resultado de 2021. Alegría en algunos despachos del PP, prudencia en otros.
El PP de los candidatos a la fuerza Alejandro Fernández y Alberto Núñez Feijóo ha sumado en total 15 escaños, 330.000 votos y un porcentaje del 11%; es decir, 12 sillones y casi 200.000 sufragios más que en 2021, su subsuelo electoral anterior. Hace sólo 12 años, y tras varios bandazos, decapitaciones internas y luchas intestinas, el PP de Alicia Sánchez Camacho llevó a la formación popular a su récord, con 19 actas y más de 471.000 votos. Hoy esas cifras parecen un sueño aún lejano. Feijóo, en las generales del 23-J pasado, logró 473.620 votos (13,3%).
En las anteriores elecciones catalanas, aún con la resaca de la pandemia que lo iba a trastocar todo, toda la derecha constitucional concitó casi medio millón de papeletas (484.853), repartidas así: Vox quedó cuarto (217.883 votos y 7,69%), Ciudadanos sexto (157.903 y 5,57%) y el PP octavo (109.067 y 3,85%). Tras la desaparición de Cs, el PP se queda con casi todos sus votos y supera a Vox, que, no obstante, mantiene su vigor. Los populares pueden soñar con ser relevantes si Illa necesita un apoyo extra para relevar al Gobierno independentista o para sacar, si llega a gobernar, algunos proyectos con su ayuda.
Feijóo se ha trasportado a Cataluña en esta campaña lo suficiente como para fijar una serie de mensajes: ataques recurrentes a Pedro Sánchez y Salvador Illa sin medida y definición del PP como el único voto posible para garantizar la permanencia constitucional y “para cambiarlo todo”. Tras el recuento, no está claro que vaya a cambiar nada, tampoco por influencia del PP.
El PP intentará ahora maximizar su trascendencia. Presumirá del mayor porcentaje de crecimiento. Subrayará los evidentes y serios problemas de Sánchez para manejar la pugna eterna entre Junts y ERC. Pondrá el foco sobre la olvidada en Cataluña ley de amnistía. Y sacará ya a pasear las pancartas de las elecciones europeas del 9 de junio.
Un barón relevante del PP lo reconocía esta semana: “En Cataluña tenemos poco que ganar, pero el verdadero fracaso para Feijóo sería que todo lo que está haciendo Sánchez no le pasara factura en las elecciones europeas. Entonces sí deberían pasar cosas”.