Andalucía apunta al bipartidismo

La abrumadora victoria de Moreno permite a Feijóo ganar tiempo ante la gran pregunta: ¿está dispuesto a llegar a La Moncloa de la mano de Vox?

Moreno y su mujer, Manuela Villena, camino de la sede del PP en Sevilla, el domingo por la tarde.Foto: ALEJANDRO RUESGA | Vídeo: EPV
Sevilla -

El mapa político español empezó a fragmentarse en 2015 con la irrupción de partidos que han puesto en entredicho el cómodo turnismo al que estaban acostumbrados PSOE y PP, las dos formaciones nucleares del sistema en las últimas décadas. La crisis financiera global, la insufrible corrupción y el delirio rupturista de las élites secesionistas catalanas impulsaron a opciones que apelaban a la indignación (Podemos), la regeneración (Ciudadanos) o la reacción (Vox).

Andalucía ha sido en estos siete años la comunidad que ha anticipado unos cambios que luego tuvieron su réplica en la p...

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El mapa político español empezó a fragmentarse en 2015 con la irrupción de partidos que han puesto en entredicho el cómodo turnismo al que estaban acostumbrados PSOE y PP, las dos formaciones nucleares del sistema en las últimas décadas. La crisis financiera global, la insufrible corrupción y el delirio rupturista de las élites secesionistas catalanas impulsaron a opciones que apelaban a la indignación (Podemos), la regeneración (Ciudadanos) o la reacción (Vox).

Andalucía ha sido en estos siete años la comunidad que ha anticipado unos cambios que luego tuvieron su réplica en la política nacional. En el Parlamento autonómico se estrenaron con representación institucional Podemos y Vox, y ahí aterrizó por primera vez Ciudadanos cuando dejó atrás la vocación inicial, limitada a Cataluña.

Esta efervescencia de lo alternativo, sin embargo, parece estar tocando techo y Andalucía ha dado algunas pistas de lo que puede ser una recomposición del tablero político que apunta de nuevo al bipartidismo. Y ello, pese al descalabro del PSOE en su otrora granero electoral, un descalabro que tiene que ver tanto con el improvisado proyecto autonómico como con el desgaste del Gobierno de Pedro Sánchez.

En la anterior legislatura, los dos principales partidos sumaban 59 de los 109 diputados de la Cámara andaluza (33 el PSOE y 26 el PP), mientras que en la próxima van a tener 88, 58 el PP, con una histórica mayoría absoluta, y 30 el PSOE [los datos son con el recuento al 99%].

En la izquierda, el PSOE parece haber conjurado de forma definitiva el vuelco al que aspiraba Pablo Iglesias cuando proclamó su intención de “asaltar los cielos”. Y Yolanda Díaz bastante tiene ahora con articular bajo su liderazgo todo lo que está a la izquierda de los socialistas, que es un espacio amplio, sí, pero también atomizado, contradictorio, a menudo trasnochado y, sobre todo, mal avenido. Y pendiente de un Pablo Iglesias que dijo irse, pero está y se resiste, como tantos otros ex, a ser un jarrón chino.

En la derecha, el PP aguantó el asalto por el voto del centro que lanzó Albert Rivera, cuya ambición le llevó al mayúsculo error de querer convertir a Ciudadanos en la fuerza hegemónica del centroderecha en lugar de ejercer como partido bisagra entre las dos principales formaciones. Camino de la gloria, Rivera llevó a su partido a una agonía que se asoma a la extinción bajo el mando de Inés Arrimadas.

En el flanco derecho del PP es donde se está librando ahora la gran batalla entre lo nuevo y lo viejo. Vox ha drenado en los últimos tres años el voto más extremo que se cobijaba en el PP, que parece, a tenor de las encuestas, haber taponado la fuga de votos con la llegada de Alberto Núñez Feijóo. Vox ha conseguido 14 diputados, frente a los 12 de 2018, lo que apunta a un frenazo en sus expectativas.

El gran reto de Feijóo hasta que lleguen las elecciones generales será convencer a los centenares de miles de votantes que se han dejado seducir por el discurso ultramontano de Vox. La abrumadora victoria de Juan Manuel Moreno en Andalucía permite a Feijóo ganar tiempo ante la gran pregunta. ¿Está dispuesto a llegar a La Moncloa de la mano de Vox? Es decir, gobernar con un partido cuya visión de una España apocalíptica solo existe en la tenebrosa imaginación de sus dirigentes.

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