El PP valenciano aprende gallego
Carlos Mazón no será homologable a un barón de su partido hasta que no gane unas elecciones y corone el triunfo con la formación de un gobierno
La historia la relata el periodista Bob Woodward (Caso Watergate) en su libro Los Comandantes. En diciembre de 1988 compartieron mesa y mantel en Nueva York una delegación soviética liderada por el presidente Mijaíl Gorbachov y otra norteamericana encabezada por Ronald Reagan y George H. W. Bush, en aquella fecha presidentes en funciones y electo, respectivamente, de Estados Unidos.
En un momento dado, tras permanecer en silencio y ceder el protagonismo a Reagan, Bush preguntó a Gorbachov: ...
La historia la relata el periodista Bob Woodward (Caso Watergate) en su libro Los Comandantes. En diciembre de 1988 compartieron mesa y mantel en Nueva York una delegación soviética liderada por el presidente Mijaíl Gorbachov y otra norteamericana encabezada por Ronald Reagan y George H. W. Bush, en aquella fecha presidentes en funciones y electo, respectivamente, de Estados Unidos.
En un momento dado, tras permanecer en silencio y ceder el protagonismo a Reagan, Bush preguntó a Gorbachov: “¿Qué seguridades puede darme, para que yo las transmita a los hombres de negocios norteamericanos interesados en invertir en la Unión Soviética, de que la perestroika y la glasnot van a tener éxito?”. Woodward cuenta que los ojos del dirigente soviético “viraron al color del acero a medida que escuchaba” la traducción simultánea de la cuestión planteada. Su respuesta fue inmediata: “¡Ni el mismo Jesucristo conoce la respuesta a esa pregunta!”, replicó Gorbachov.
Me viene a la cabeza la anécdota porque una pregunta con el mismo trasfondo se deben estar haciendo dirigentes en diferentes escalafones del PP en toda España —diputados, alcaldes, concejales, senadores, eurodiputados, presidentes autonómicos, altos cargos orgánicos regionales y provinciales, en fin, un largo etcétera— respecto a si Alberto Núñez Feijóo es el revulsivo que garantiza al PP recuperar la credibilidad política perdida y sanar sus alas electorales, cargadas hoy de plomo.
Es una pregunta retórica, toda vez que quienes la formulan en la intimidad son los mismos que, raudos y veloces, han vuelto los ojos hacia el dirigente gallego y presidente de la Xunta, como si este fuese la última Coca-Cola en el desierto. Imaginamos los ojos de Feijóo virando al gris acero si alguno de sus colegas se ha atrevido a explicitar en voz alta sus vacilaciones, y también un seguro paralelismo en la respuesta del gallego respecto a la ofrecida por Gorbachov a su ingenuo colega norteamericano.
Las elecciones en Castilla y León han abierto un nuevo ciclo electoral que tendrá su siguiente cita, antes de que finalice el año en curso, en Andalucía. Después, salvo imprevistos, autonómicas y municipales, generales, europeas, vascas, gallegas y catalanas. Ocasiones no le van a faltar a Feijóo para disipar aprensiones o confirmar suspicacias tras el congreso “extraordinario y urgente” del próximo mes de abril.
En el PP de la Comunidad Valenciana la alegría y el desasosiego van por barrios; o sea, por familias políticas. En estas circunstancias se reducen a dos: los damnificados por el ticket Pablo Casado-Teodoro García Egea y los bendecidos por el ascenso al poder popular del par de jóvenes cachorros transmutados hoy en maduros defenestrados.
Los primeros podrían escribir unas memorias del maltrato recibido que harían empalidecer a las publicadas por su compañera de filas Cayetana Álvarez de Toledo, igualmente afrentada por el malogrado tándem. Si Cayetana califica a Casado de “bienqueda” y a su ex número dos, Teodoro, de “déspota”, los valencianos agraviados también presentan motivos para la descalificación de ambos. Solo un ejemplo: el día que Casado (26 de abril de 2021) recibió a Isabel Bonig en su despacho de la sede de Génova para comunicarle —tras meses de mentiras y falsas esperanzas— que ya no se precisaban sus servicios porque Carlos Mazón era el elegido para ser el nuevo presidente regional del PPCV y candidato a la presidencia del Consell, la valenciana reclamó explicaciones y, sobre todo, argumentos. En ese momento accedió al despacho García Egea y, con su mano izquierda habitual —modo irónico— le dijo que si plantaba guerra, se presentaba a las primarias y ganaba, daba igual. “No serás candidata a la Presidencia de la Generalitat Valenciana porque eso se decide aquí”. ¿Creen que Casado dijo algo para suavizar el momento o recriminó a su número dos el tono chulesco empleado? No. “García Egea”, comenta un damnificado, “ha sido muy perjudicial para el PP, pero Casado ha elegido vivir en una burbuja y le han faltado agallas para dar la cara”.
Con todo, peor lo tienen los que han levantado su carrera política en la Comunidad Valenciana con el respaldo de Pablo Casado y García Egea. Por más prisas que se han dado en traicionar a ambos, ejecutar la danza de la deslealtad y poner ojitos a Feijóo, exhiben liderazgos, inéditos en algún caso, en tierras valencianas. Carlos Mazón, presidente de la Diputación de Alicante y aspirante a presidir el Consell, no será homologable a un barón de su partido hasta que no gane unas elecciones y corone el triunfo con la formación de un gobierno. María José Catalá, más de lo mismo. El objetivo, a la luz demoscópica, se antoja complejo. Muchos se preguntan, en estos días infaustos para el PP, si cabe la posibilidad de que la nueva dirección del partido que surja del inminente Congreso acometa cambios a la vista de la pobreza de resultados que arrojan análisis y encuestas en la Comunidad Valenciana. No lo creo. Apenas queda tiempo para levantar un nuevo liderazgo que relegue al de Mazón. Caso distinto es el de Catalá. Su nivel de conocimiento en la ciudad que aspira a gobernar —Valencia— es más que notable, por más que el expresidente Francisco Camps insista en convencer a propios y extraños de que la alcaldía de Valencia solo la ganará el PP con él de candidato, ¡y con mayoría absoluta!, sin tener que contar con el apoyo de Vox.
Veremos lo que tiene que decir al respecto el eurodiputado valenciano Esteban González Pons. El exconseller europeísta —las vueltas que da la vida— regresa a la primera línea de su partido desde su exilio belga. De momento, en calidad de presidente del comité organizador del Congreso de abril, pero con la expectativa de más altas encomiendas, merced a su amistad con Feijóo. Dos hombres y un destino: hacer magia electoral que conjure la matanza de Texas de las dos últimas semanas.
La gran Chavela Vargas dijo: “Me gustan las mujeres con pasado y los hombres con futuro”. González Pons habría seducido a la intérprete costarricense.