Hay un músico en Valencia que lo hace (casi) todo
Amadeo Moscardó, forjado en el jazz y ganador del premio a la mejor banda sonora en La Cabina y candidato al Berlanga por ‘El Lodo’, es uno de los músicos valencianos más versátiles y solicitados
Drama, thriller, paisajismo. Lo orgánico y lo electrónico. Clasicismo y vanguardia. Del jazz a lo digital, pasando por el folk, el pop y muchas cosas más. Citas de jazz y grandes festivales como Primavera Sound o Vida Festival. Son tantos los discos, los registros explorados y los recintos frecuentados por el músico e ingeniero de sonido Amadeo Moscardó (València, 1978), que harían falta al menos dos o tres reportajes como este para desgranar toda su trayectoria. Especialmente en los últimos años, cuando su presencia se ha multiplicado.
Hace solo unos días recibió el premio del ...
Drama, thriller, paisajismo. Lo orgánico y lo electrónico. Clasicismo y vanguardia. Del jazz a lo digital, pasando por el folk, el pop y muchas cosas más. Citas de jazz y grandes festivales como Primavera Sound o Vida Festival. Son tantos los discos, los registros explorados y los recintos frecuentados por el músico e ingeniero de sonido Amadeo Moscardó (València, 1978), que harían falta al menos dos o tres reportajes como este para desgranar toda su trayectoria. Especialmente en los últimos años, cuando su presencia se ha multiplicado.
Hace solo unos días recibió el premio del festival de cine La Cabina a la mejor banda sonora por Les xiques van al parc de nit: un estupendo mediometraje en valenciano, dirigido por Iñaki Sánchez Arrieta y Celia Cuenca, que funciona como un relato feminista de iniciación adolescente a la vida, emplazado en algunos de los barrios periféricos de la capital valenciana, y que en lo sonoro pasa de los ambientes taciturnos y melancólicos a lo Nils Frahm, Jóhann Jóhansonn o Max Richter a los dinámicos sintetizadores ochenteros de intriga al más puro estilo de lo que hicieron Survivor para la serie Stranger Things, todo aderezado con la trompeta de Pepe Zaragoza. Y también opta a un premio Berlanga por El lodo, largometraje también de Iñaki Sánchez Arrieta, para quien ha elaborado una banda sonora “más orgánica, en un registro más primitivo y rural”, comenta, más acorde con su temática, y en alianza con Xema Fuertes (Ciudadano, Maderita, Josh Rouse). También obtuvo el Carles Santos hace un año formando parte del quinteto jazz de Manolo Valls por su disco El ball de les muses.
Ninguno de esos proyectos tiene prácticamente nada que ver con cualquiera de los otros. Y tras las nominaciones y los reconocimientos, hay mucho trabajo. De ese que no es tan visible. “Los premios son comparables a los grandes festivales de música”, dice, porque “estamos muy acostumbrados a que con su proliferación hay más opciones de tocar, pero generalmente en ellos se hace en condiciones muy malas, con todo condensado en muy pocos días, y los premios crean esa falsa ilusión, pero ahí acaba: se agradecen mucho, pero lo interesante sería que se construyera algo más en el día a día, más a largo plazo”, matiza.
Sí, las comparaciones son odiosas. Lo sabemos. Pero cualquiera de los nombres foráneos esbozados antes puede servir para enmarcar la polivalente y ubicua actividad de un músico curtido en el jazz (es profesor en Sedajazz), que se declara admirador por igual del folk de Bill Callahan, la electrónica de Apparat o Laurel Halo, el austero sonido lo fi de Mica Levi, el jazz sin corsés de Brad Mehldau o el pop vaporoso y metafísico de Ferran Palau y El Petit de Cal Eril. “Tocar jazz te da la libertad de saber bastante música y enfrentarte a cualquier cosa, y además yo oigo de todo, porque no me gusta cerrarme a un estilo: con el tiempo vas buscando tu hueco y tu propio lenguaje musical, y yo aún estoy en un proceso de aprendizaje, y disfrutándolo”, comenta con humildad el músico, tan solicitado ahora mismo que apenas ha tenido largos parones de actividad en los últimos tiempos. Un lujo y un privilegio, muy bien ganado, en una escena tan discontinua como es la valenciana.
Amadeo Moscardó reconoce que su diversificación estilística supone, al mismo tiempo, su mejor garantía de trabajo. Y que son esos mismos proyectos los que le han llevado a alejarse poco a poco de cualquier ortodoxia o limitación: “En la recámara tengo un disco instrumental propio, que mezcla electrónica con pop y con jazz”, anuncia, porque pese a que “durante muchos años solo tocaba el piano, y tocaba jazz”, fue a raíz de encontrarse “con artistas más pop” cuando dio con su propia formula, de la que confiesa que “ya es casi todo menos jazz: mi estética musical ha cambiado por mor de los proyectos en los que he ido trabajando”.
Entre los muchos músicos con los que ha trabado alianzas están Alondra Bentley, Miquel Gil, Alberto Amar, Néstor Mir, Júlia, Mireia Vilar o, más recientemente, Los Premios. Fue con Alondra Bentley, con quien actuó en el último Primavera Sound, en 2019 (“buen escenario, pero mal horario”, recuerda), con quien somatizó más a fondo la dinámica de banda, “porque el músico de jazz freelance tiene otro funcionamiento, como más mercenario, aunque suene mal la palabra”. Al final, y hablando con él sobre purismos, ortodoxias, academicismos y las sempiternas carencias estructurales de nuestras distintas escenas musicales, esboza una de esas frases que podrían parecer un comodín porque en realidad albergan una lúcida pauta: “Lo principal de la música es que no se pierda el arte”. Amén.