Estrategias con pies de barro
El CIS de octubre demuestra que las mujeres progresistas no han confundido la conducta de Ábalos con el ideario de un partido, ni sus actos con las políticas públicas impulsadas por el Gobierno
Pese a las semanas y meses de ruido mediático, de filtraciones interesadas y de discursos moralizantes, el Partido Socialista no pierde el apoyo de las mujeres. Más bien al contrario: mantiene una significativa ventaja de más de cinco puntos en voto femenino (28,5% frente al 23,1% masculino en el CIS de octubre).
La derecha política y mediática confiaba en que el escándalo ...
Pese a las semanas y meses de ruido mediático, de filtraciones interesadas y de discursos moralizantes, el Partido Socialista no pierde el apoyo de las mujeres. Más bien al contrario: mantiene una significativa ventaja de más de cinco puntos en voto femenino (28,5% frente al 23,1% masculino en el CIS de octubre).
La derecha política y mediática confiaba en que el escándalo del caso Ábalos sirviera para cerrar esa brecha histórica, pero se equivocó. Su estrategia ha fracasado porque estaba construida sobre un error de fondo: pensaron que bastaba un caso individual, el comportamiento de un dirigente, para borrar 40 años de avances políticos y sociales protagonizados por los gobiernos socialistas. Que la indignación moral sustituiría al juicio razonado. Pero las mujeres progresistas de nuestro país no han confundido la conducta de un hombre con el ideario de un partido, ni sus palabras y sus actos con la realidad de las políticas públicas impulsadas por su gobierno. Han sabido distinguir entre la traición personal y la lealtad institucional a la igualdad y la libertad.
La estrategia de la derecha no ha tenido eficacia porque no nace del rechazo sincero y la denuncia honesta de comportamientos indeseables, sino de la esperanza de arruinar los aciertos de sus adversarios socialistas. Ni siquiera pretenden hacer olvidar que, durante cuatro décadas, se opusieron sistemáticamente a todas las conquistas que ampliaron la libertad de las mujeres: el divorcio, el aborto, la ley de igualdad, la educación sexual, la lucha contra la violencia machista, ¿Para qué hacer olvidar lo que vuelve a ser, en algunos sectores de la derecha, un propósito indisimulado? Lo único que han hecho es intentar convalidar la conducta de una persona con su propia política colectiva de resistencia ante la igualdad.
Esa equivalencia es falsa y profundamente cínica. No se puede equiparar una traición personal a los valores del PSOE con una historia política deliberada de oposición a los derechos de las mujeres, convertida prácticamente en bandera del propio partido. La traición de un individuo no borra 40 años de reformas, leyes y políticas que han mejorado la vida de millones de mujeres. Muchos de ellos deberían entenderlo bien, pues de igual modo que para un verdadero creyente el comportamiento inmoral de un sacerdote no es razón para dejar de creer en las enseñanzas del Evangelio, ninguna mujer progresista va a entregar su futuro a quienes las negaron en el pasado; y las niegan en el presente. Nosotros no hemos justificado, hemos actuado. No hemos perdonado, hemos expulsado. Esa es la diferencia entre una fe que se refugia en la absolución y una política que se sostiene en la responsabilidad.
Por eso el voto femenino no se ha movido, como era de esperar. Porque las mujeres han entendido lo esencial: que una conducta personal puede repugnar, pero no invalida la historia, la coherencia y el compromiso político de un partido que, con todos sus defectos, ha estado siempre del lado de su libertad y la igualdad de las mujeres. Y si algo demuestra el CIS de octubre es precisamente eso: que las estrategias basadas en la manipulación y el desprecio a la inteligencia ciudadana acaban siempre sobre el barro del que nacen.