Una pasión cegadora
Resulta que el ascenso de Vox y Aliança Catalana nada tiene que ver con el fracaso del proceso independentista
La pasión nacionalista lo puede todo. Hasta negar la evidencia. Ahora resulta que el ascenso de Vox y Aliança Catalana nada tiene que ver con el fracaso del proceso independentista, sino con la represión sufrida por quienes lo protagonizaron y por la traición de los catalanes que aplaudieron el discurso del rey y apoyaron la suspensión de la autonomía con la aplicación del artículo 155 de la Constitución. Ideas de este tenor siguen siendo expresadas con todo desparpajo por gurús ‘indepes’ de notable protagonismo antes, durante y después del ‘gran disparate’ de 2017.
Solo la ceguera voluntaria impide ver la relación entre el temor a la secesión y el ascenso de Vox en el conjunto de España, así como entre la decepción por el fracaso independentista y el ascenso de Aliança en Cataluña. Tal disonancia cognitiva persiste también en la leyenda sobre las salidas de capitales y de empresas, de las que se culpabilizó al Gobierno y al rey a partir de insinuaciones, falsas fuentes y testimonios anónimos, hasta construir titulares escandalosos y nunca desmentidos para las primeras páginas de periódicos y las aperturas de informativos radiotelevisivos.
Tal dificultad se extiende también a los atentados de la Rambla y de Salou, perdidos en el pozo de la memoria selectiva. ¿Alguien recuerda la desatención a las víctimas y sus familiares, la exaltación del poder coercitivo de los Mossos como heraldo de la independencia, la culpabilización del Estado español como sospechoso por sus servicios secretos e incluso del monarca por las relaciones de España con Arabia Saudí o el desagravio al entorno familiar de los jóvenes terroristas islámicos criados en Ripoll?
Aquellos atentados fueron presentados por la imaginación ‘indepe’ como parte de una conspiración criminal para evitar la república catalana, pero la reacción que suscitaron fue el disparo de salida para Aliança Nacional en la misma cuna local del terror, tal como ha contado con acierto informativo y analítico Xavier Rius Sant en Aliança Catalana: els nostres ultres (Icaria).
Quienes no son capaces de mirar de frente a la realidad ni de analizar las causas de sus fracasos están condenados a repetirlos. El nacionalismo pospujolista lleva ya ocho años desnortado, sometido a la fantasía personalista de Puigdemont e incapaz de armar una estrategia para mantener su electorado. Sus viejas bases municipalistas han pasado de la movilización permanente en los años calientes a la desorientación promovida desde Waterloo, campo abonado para otros más radicales y arrojados en el cultivo de los tóxicos gérmenes identitarios.
Ante el deslizamiento del electorado hacia Aliança solo hay hasta ahora seguidismo e improvisaciones. Los siete votos al servicio de la derecha económica, sumados a las estridencias y radicalidades de relentes xenófobos, no son una estrategia, ni responden al momento crítico que atraviesa el nacionalismo antaño moderado. Para Cataluña es una muy mala noticia. También para España. Basta con observar el contraste de tanta impericia con la inteligencia política del nacionalismo vasco. Sin un rápido y acertado golpe de timón, el suicidio parece ineluctable.