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Las asignaturas pendientes de Salvador Illa

El president se juega su reválida en asuntos capitales para la vidade los ciudadanos: sanidad, Rodalies, formación profesional, vivienda, agua...

La normalidad social se ha instalado, sólida, en Cataluña. Titánico, e impensable no hace tanto. Aunque queda un fleco relevante para la completa normalidad política: culminar la aplicación de la amnistía. Tras el abrupto fin del procés, la independencia volvió al territorio del deseo, dejó de ser caja de herramientas: no impel...

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La normalidad social se ha instalado, sólida, en Cataluña. Titánico, e impensable no hace tanto. Aunque queda un fleco relevante para la completa normalidad política: culminar la aplicación de la amnistía. Tras el abrupto fin del procés, la independencia volvió al territorio del deseo, dejó de ser caja de herramientas: no impele actuaciones, aunque acaricie sueños.

Rebasado un año del socialista Salvador Illa como presidente en la Generalitat, ha ocurrido más. Lo más notable de su Govern estriba en que, con apoyo externo de Esquerra y Comuns, ha entrado en todos los zarzales. Ha planificado. Y en bastantes de ellos ha concretado objetivos y periodificado plazos. Y ha empezado a encauzar dos espinosos asuntos, capitales a largo plazo: la financiación de la autonomía y la ampliación del aeropuerto de El Prat. Reinicio relevante. Llevaban años pudriéndose, bloqueados por incompetencia, empeño estratégico distraído de la realidad, o ausencia de sintonía con el Gobierno central. Tardarán tiempo en madurar y lucir.

Pero Illa, su equipo y sus aliados se juegan su reválida en otros asuntos quizá menos glamurosos pero capitales para la vida cotidiana de los ciudadanos: sanidad, Rodalies ferroviarias, formación profesional, vivienda, agua… Acarrean déficits antiguos. Rozan a veces el colapso, o se enroscan al caos. La mayor expectativa de soluciones multiplica las exigencias a las políticas públicas; su lenta cobertura, frustración. Generan y contagian hondo malestar. Son humus para el populismo ultra.

Cuentan ya con planes ambiciosos; pero urge acelerar su ejecución, y aplicar remedios paliativos mientras esa llega, y se toca. Falta aplicar palancas —en algunos casos bastaría una única modesta medida— que respondan más velozmente a demandas de la sociedad justificadísimas. Dificultan esa tarea, pero no lo justifican, la ausencia de mayoría parlamentaria, que obliga a negociar agotadoramente cada expediente, y la carencia de presupuesto.

Sanidad es de lo más lúgubre. El principio clave para el usuario, el tiempo de espera para la visita al especialista, ha empeorado respecto a 2024: de 104 a 118 días. La receta estrella del programa electoral del PSC era activar la figura del “administrativo de salud” que liberase al médico de papeleo y carga burocrática, para dedicar todo su tiempo al paciente. El ministerio la asumió y la sectorial de Sanidad (todos los consejeros) la hizo suya en diciembre. Hasta ahí llegamos. Cuidado: la saturación de ambulatorios y hospitales, manipulada y salpimentada por los ultras, alimenta el chovinismo racista.

El servicio de Rodalies ferroviarias es emporio de desastre. Cierto que la falta de inversión desde Madrid viene de lejos; que se ha trocado en solapamientos apelotonados de proyectos en nuevas obras; que ya se ha acordado un diseño institucional para modificar el monopolio de Renfe, con un fuerte papel de la Administración más próxima, la autonómica; y que se están gastando 77 millones de euros (hasta 2026) para mejorar la pésima información y habitabilidad de la red.

Pero el día a día es penoso: tan malo o peor que en el período 2022 a 2024, en que se perdieron por averías (en Cercanías y Regionales) el equivalente a 291 días, ¡casi un año! A la consejera del ramo solo se le ocurre pedir “paciencia”. Pero quien pierde el trabajo o la cita del quirófano carece de ese lujo. ¿A nadie se le ocurre pactar con Adif/Renfe la compra de un centenar de autobuses para suplir anulaciones y retrasos en los años que quedan hasta completar las obras?. Contraten a quien pueda pensarlo y hacerlo.

En cambio, la vivienda traquetea menos mal, pese a las necesidades que crecen exponencialmente y el desigual y discutido énfasis regulatorio sobre el parque ya existente. Del famoso plan anunciado por el president en el primer debate de política general del 8 de octubre de 2024 (construir 50.000 pisos públicos hasta 2030 y dedicar 4.400 millones de euros a esta y otras medidas, como facilitar con subvenciones el acceso de los jóvenes), en mayo estaban ya disponibles 666 terrenos municipales en que se podrían edificar 21.289 viviendas. Mientras esto sucede (construir es lento), la Generalitat ha adquirido 1.200 pisos a privados para protección oficial. Una vía a seguir explorando para visibilizar y cumplir el compromiso.

Más dulce que agrio es el resultado en formación profesional. El 85% de los estudiantes ha obtenido la plaza solicitada. Los 30.000 aspirantes que se quedaron sin ella el último ejercicio se han reducido a 15.000, que podrán encontrar otra alternativa en la oferta de especialidades distintas, este septiembre. A futuro quizá podría incorporarse a una parte de la legión de maestros y profesores de otras líneas que se quedarán sin alumnos los próximos años por la evolución demográfica.

¿Y el agua, que tanto inquietó? Las obras de ampliación de las desalinizadoras esperan a los concursos públicos para adjudicar sus obras y solo estarán culminadas en 2029. De momento llueve y se han puesto las existentes a trabajar a todo trapo: así, las reservas de los embalses siguen por encima del 70%. Pero, ¿y si vuelve la sequía antes de 2028? Nadie sugiere medidas suaves de ahorro, ni encargos de desaladoras móviles, ni… Prevenir es curar.

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