Post Malone trae el macro-club de carretera al Lluís Companys
El músico desembarca en Barcelona con una macrobanda en su mayor concierto hasta la fecha
Es la cuarta vez que actúa en España, pero sin duda se encuentra en su medio. Austin Richard Post (Nueva York, 1995), conocido como Post Malone —o Posty para sus 27 millones de fans en redes— ha crecido en estadios, desde que su padre llevaba la dirección auxiliar del catering de los Dallas Cowboys, con las facilidades que esto comporta. Su presencia en el Estadio Olímpico Lluís Companys, que ha estado disputada con el FC Barcelona, es su mayor concierto hasta la fecha; después de su doblete en 2017, en el petit comité de la sala Razzmatazz, y actuando el año posterior en el festival Mad Cool de Madrid. Ahora, este artista anfibio, que se mueve con versatilidad entre géneros, viene acompañado de una macrobanda de músicos, con violín y pedal steel. Lo dijo el ejecutivo Dre London en su momento, “hace hip hop, pero no es rapero”. En esta nueva fase donde presenta su sexto álbum F-1 Trillion (2024) se acerca no solo al sonido, también a la estética Nashville. Un amor del pop estadounidense hacía lo country que tiene sus réplicas previas en Taylor Swift, Beyoncé o Lil Nas X.
La pasarela del escenario parece una pista de wheelie por la que circulará una slider motorizada. Corona el set un luminoso con el logo de Posty Co, la marca de moda que acaba de inaugurar en París. Fuegos artificiales como en una final de la Champions y un total look a lo Yellowstone (2018-2024); y bien podríamos jurar que estamos en la serie cuando suena Wrong Ones, cuarta canción del setlist, después de introducirse con Texas Tea —la única que tocará de su penúltimo disco Austin (2023)— y Wow y Better Now de los dos anteriores. Con Go Flex, versión con banda, nos recuerda que su puesta de largo Stoney (2016) batió el récord de 77 semanas en las listas, título que ostentaba el Thriller de Michael Jackson desde 1982. Nuevos retos para nuevas generaciones. “Hollywood está sangrando, pero aun así lo llamamos casa”, canta con un despliegue de pirotecnia poco apropiado con los incidentes de este 2025.
Su telonero, Jelly Roll, auténtico artista del underground, famoso por vender más de 20 maquetas desde la paradita ambulante de su propio coche en Antioch, sube al escenario de nuevo, tras tocar un setlist propio y varias versiones tanto de country antiguo como de Avicii y Miley Cyrus, para calentar el ambiente. En las pantallas se ilumina un logo de club de carretera mientras cantan Losers al unisón, que aparte de ser un homenaje a putas, pecadores y perdedores, también es un bar de Nashville donde seguramente fueron a buscar la inspiración. Discurso aspiracional y declaración de amor incluida, donde se gritan a la cara “te quiero” varias veces, mientras los fuegos encienden el cielo de nuevo iluminando el bromance. Despide a su compañero con Goodbye junto a un omnipresente Young Thug, y sigue la ronda de colaboraciones: Ain’t Comin’ Back con el hito de Tennessee, Morgan Wallen y luego Feeling Whitney que defiende solo con la guitarra acústica. Recordemos que empezó a tocar gracias al videojuego Guitar Hero, y que desde entonces es un gran coleccionista, siendo el propietario de la única Telecaster customizada por Louis Vuitton que existe en el mundo.
Para Slay, le deja la guitarra a un fan, a quien el nerviosismo le vuelca la cerveza, aunque se resuelve. White Iverson, la canción que inauguró su viralidad en SoundCloud circa 2015, empieza esta vez con una intro inesperada de piano, marcando su deliberada transición a la música instrumental, que lleva quedando clara a lo largo de todo el concierto. Su otro greatest hit de los inicios, Rockstar, junto a 21 Savage, lo empieza sentado en el suelo, fumando lo que no está escrito —lleva varios pitis y brindis a coro de “¡salud!”, en español del original— y le dedica finalmente una cover de rock de estadio: lo ha logrado. Con un coro hooligan a lo “Seven Nation Army” —ojo, Jack White, otro enamorado de Nashville—, se despide con Sunflower, popularizada en uno de los remakes animados de Spiderman, con un delicioso solo de violín y Congratulations, que hizo junto a Quavo de (a)Migos. La canta desde una tarima alternativa sobre la torre de sonido. Muy simbólicamente para un show ecléctico inspirado en la íntima nocturnidad de los clubes estadounidenses de extrarradio. Si antes la BSO corría a cargo de jukebox, su símil actual son playlist digitalizadas, pero el espíritu de la mezcla perdura igual, sea en un estadio o cualquier bar de carretera. Posty cruza de la tarima de vuelta al escenario, regala la camisa entre medias, y se da su merecido baño de masas para finalizar su súmmum de homenajes y referencias.