El estrecho sendero de la financiación
A los socialistas les conviene contradecir un previsible Feijóo: que su compromiso discursivo con la financiación de Cataluña no sea puramente instrumental
La actuación de Alberto Núñez Feijóo el miércoles pasado en el Congreso recordó a la falta de pericia de Julio Cardeñosa en el Mundial de Argentina de 1978, error q...
La actuación de Alberto Núñez Feijóo el miércoles pasado en el Congreso recordó a la falta de pericia de Julio Cardeñosa en el Mundial de Argentina de 1978, error que carcomió a una España futbolística acostumbrada a las decepciones. Como Cardeñosa -que solo debía empujar el balón a la red para batir a Brasil y, con el portero superado y el área embarrada, acabó armando un tiro imperfecto que no encontró el arco-, Feijóo desaprovechó la debilidad socialista con una especie de golpeo en la tribuna que tuvo de todo menos sutileza. En lugar de embocar, optó por decibelios innecesarios ante un rival maltrecho que no le sirvieron para dejar más tocado a Pedro Sánchez. Ocasión malograda, se cantó en Madrid.
Con las saunas ya incorporadas al debate público y el CIS auditando que es la ultraderecha quien capitaliza la crispación tras el caso Cerdán, Feijóo terminó la semana en Barcelona para admitir que Cataluña necesita una mejor financiación, pero que no la puede conseguir a partir del diálogo bilateral con el Gobierno. El dirigente popular vino a avalar el sentido político de una reclamación con un amplio respaldo en el mundo económico catalán, pero lo hizo con el asterisco que suele añadir el PP: si Cataluña es la liebre del cambio y no lo patrimonializa la derecha, el avance se adjetiva como privilegio insolidario, aunque tenga la categoría de necesidad. Previsible.
El Estatut, negociado por gobiernos socialistas con socios nacionalistas, fue un ejemplo paradigmático del comportamiento conservador cuando no ejerce el poder, molde que se ha repetido con la amnistía y se aplicará con la financiación. Desde la oposición, hubo toque de corneta de la derecha para recoger firmas a la contra, con recurso judicial incluido, que el Constitucional acabó por atender. Aquella maniobra de un PP liderado por Mariano Rajoy se ejecutó con querida desmemoria, porque había sido un ejecutivo popular necesitado de socios -el de José María Aznar- el que selló el anterior salto en las competencias autonómicas, con el pacto del Majestic.
El camino de la financiación, que arrancó este lunes con la escenificación de la Comisión Bilateral Estado-Generalitat y el enfado preventivo de ERC, se recorrerá por un sendero estrecho. Oriol Junqueras no desea que, con la excusa de la dificultad política y técnica -se precisa una mayoría en el Congreso para cambiar el marco normativo y muscular la Agencia Tributaria de Cataluña (ATC) para recaudar el IRPF-, la naturaleza y el calendario del acuerdo se difumine. Y a María Jesús Montero, con intereses electorales en Andalucía, le incomoda tanto el adjetivo “singular” que repite de carrerilla que no se producirán “agravios” territoriales por el modelo ensayado con la Generalitat. Trato desigual que también se produce cuando no se respeta el principio de ordinalidad, destacado en el acuerdo de la bilateral. A Salvador Illa, y por extensión al PSOE, les conviene contradecir un previsible Feijóo: que su compromiso discursivo con la financiación no sea puramente instrumental. El lema de la gestión reformista proyectada por Illa tiene mejor pronóstico con recursos.