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Decenas de personas sin techo siguen durmiendo en la Terminal 1 de Barcelona: “No tardamos ni veinte minutos en volver a entrar”

El mal tiempo y la seguridad siguen siendo los principales motivos de estas personas para buscar cobijo en el aeropuerto de Barcelona

María Elisabet Silva, de 56 años y nacida en Oporto (Portugal), sigue en la entrada de la Terminal 1 del aeropuerto de Barcelona-El Prat. Rodeada de sus enseres -una bolsa con comida y una maleta con ropa-, no ha abandonado los rígidos asientos en los que trata de pasar las noches a resguardo del frío y las lluvias que desprende la borrasca Laurence. Tampoco lo ha hecho su compañero Emilio, quien ya casi ha terminado el cuaderno de crucigramas que empezó veinte días atrás. Lleva años durmiendo en las instalaciones y acompaña a María Elisabet y a su hijo, que debe dormir a cubierto por sus problemas de salud derivados del alcoholismo. El operativo que Aena puso en marcha las madrugadas del 25 y 26 de febrero para desalojarlos y hacer “tareas de desinfección”, no se volvió a repetir hasta el pasado 12 y 13 de febrero, según relatan los sin techo que duermen en el aeropuerto.

Bajo la premisa de que había que hacer tareas de higienización en las terminales y ofrecer una solución social y sanitaria a estas personas, el operativo no ha logrado su objetivo. Aunque la primera noche de actuaciones sirvió de medida evasora para que se redujeran prácticamente a la mitad las personas que acudían a las instalaciones para dormir, un mes después, la situación es la misma que meses atrás. El mal tiempo y la seguridad que ofrece el aeropuerto siguen siendo los principales motivos de estas personas para buscar cobijo. Carlos, un madrileño de 57 años, se resguarda en la Terminal 1 desde diciembre junto a su compañero Said, y por el momento no tienen intención de marcharse a pesar de la presión de Aena. “Aquí no apareció nadie más que cuando se celebró el Mobile World Congress. La semana pasada nos volvieron a echar, solo que esta vez no tardamos ni veinte minutos en volver a entrar. Creo que Aena nos metió más presión por la expectación mediática que hubo”, asegura.

La zona de llegadas tiene un aspecto visiblemente distinto a las noches del 25 y 26 del mes pasado. Las patrullas de Mossos d’Esquadra, que rondaban la decena durante el operativo y que servían como mero apoyo para evitar conflictos durante el desalojo, no superaban los cuatro agentes esta noche del martes. Tampoco había personal de seguridad bloqueando las entradas para pedir billetes a los viajeros, ni chóferes de traje y corbata recibiendo a asistentes del MWC. La zona de la Intermodal T1, que enlaza con el metro de Barcelona y que fue la primera en vaciarse por completo durante las actuaciones, ahora vuelve a acoger a más de una veintena de sin techo que pernoctan allí.

Brahim, que no quiere dar su nombre real, es natural de Marruecos y llegó a Cataluña en 2008, pero hace dos años fue desahuciado al no poder pagar el alquiler. Ahora trabaja durante el día en la central de la cadena de supermercados Ametller Origen, en Mercabarna, y por la noche regresa al aeropuerto porque dice que es el lugar más seguro donde dormir cerca de su trabajo. “No quiero vivir esta vida. Si quieres dar un paso adelante, acostumbrarte a esto es lo peor que puedes hacer”, cuenta. “Claro que hay conflictos desagradables entre grupos. Algunos bloquean las salidas de emergencia del aparcamiento y hay puntos en los que las condiciones higiénicas son terribles, pero la gran mayoría nos comportamos porque solo buscamos salir de esto”, añade.

Las actuaciones de Aena no han continuado de forma regular. La empresa pública no ha querido dar más explicaciones que las que trasladó su presidente, Maurici Lucena, tras la primera noche del operativo. Lucena negó que las actuaciones tuvieran algo que ver con el inicio del congreso, pero voces del sector social y de aquellos que duermen en el aeropuerto disienten porque aseguran que se trató de una operación cosmética. La Fundació Arrels ha denunciado de forma reiterada que no ofreciera ninguna alternativa residencial. La oenegé considera que es imprescindible hacer un seguimiento individualizado y continuado, ya que muchas de estas personas padecen estados de salud delicados y algunos sufren estados de alteración mental.

El panorama en Barcelona no es único en España. Las cuatro terminales del aeropuerto de Madrid-Barajas, según un estudio del sindicato ASAE, de Aena, acogen cada noche una media de entre 400 y 500 personas. La expectativa de un informe presentado por la ASAE prevé que la cifra, que se ha multiplicado por 10 respecto al año 2014, siga al alza. En el caso del aeropuerto barcelonés, las previsiones no auguran que la situación mejore. Para muchos, los techos de la Terminal 1 seguirán siendo un refugio.

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