John Fogerty: Activando la memoria

El carácter emocional del concierto del guitarrista fue lo más turgente en una noche para el recuerdo que no dejó huella en Cap Roig

John Fogerty, durante su actuación en el Festival de Cap Roig.Jose Irun

Hay conciertos que no funcionan por sí mismos y el público ha de complementarlos para que la satisfacción sea máxima. Sin ir más lejos el de John Fogerty en su único paso por España, en el festival de Cap Roig. El que fuera líder de Creedence Clearwater Revival, una de las bandas más populares de los sesenta hasta su separación en 1972, fue uno de esos. Expuesto como mantel para hacer un picnic emocional, la activación de los recuerdos de los allí presentes, adolescentes cuando el grupo publicó Cosmos Factory, se convirtió en la clave del concierto, que funcionó como un pase de dispositivas con los colores diluidos por el tiempo, paradójicamente también responsable de los recuerdos que movilizó para que la actuación funcionase. Nada que decir de un repertorio sensacional, en casos así cada asistente hubiese quitado alguna canción, en especial las de Fogerty en solitario, para incluir otras, pero lo que no acabó de cuajar fue una puesta en escena sin filo y una actitud de Fogerty que bajo su juvenil apariencia y énfasis comunicador tuvo un espíritu cercano al “Cuéntame cómo pasó”.

Para comenzar, la actuación ya tentó el riesgo de manera innecesaria. Si de lo que se trata es de mostrar vigor, no se recomienda cantar el primer tema, Bad Moon Rising, subido en una plataforma de la que luego hay que bajar. Fogerty lo hizo en el mejor estilo Biden. Las escalerillas de un avión son inevitables, las de un escenario no (egos al margen). A partir de aquí se vio un artista con ganas de mostrar un vitalismo del que comienza a carecer. Mantuvo la forma con la guitarra, prácticamente la cambió en cada tema, pero no así en la voz, naturalmente descascarillada por el tiempo. La voz de Fogerty era una limadora, tenía un brío propiciador de incendios incluso en sus temas más inocuos. Ahora se mantiene, aunque roma. Tema delicado éste ya que a los 78 años se está para lo que se está, aunque no es menos cierto que a Chrissie Hynde o Springsteen, por citar dos veteranos de este verano, ese lastre no les pesó tanto. Puede que fuese también un tema de actitud, pues Fogerty, sin duda exultante por volver a tener los derechos de sus canciones, salpimentó el concierto con comentarios de abuelo Cebolleta que no casaban con el color castaño de su cabello, -¿qué dieta seguirá para contener las canas?-.

Este repaso en sepia a sus recuerdos fue apoyado en las pantallas por el concepto pato-pato; es decir, si él recordaba que tocó en Woodstock, aparecían hippies, cuando cantó It came out of Sky, salieron marcianos y cuando celebró llevar 33 años casado con Julie, las fotos familiares fueron protagonistas convirtiendo a todo el mundo en nietos que las miraban. La familia, un elemento central. Julie hasta saludó cuando su marido lo solicitó, sus dos hijos tocaron con el padre y uno de ellos, Shane, tenía la misma pinta que él hace 55 años, ropa y melena casi clavadas. Y no es tanto cuestión de estar enamorado o enorgullecerse de los hijos (Patti Smith también lo está del suyo y así lo evidenció en escena), como del tono, más propio de un concierto de crucero, los arreglos de saxo tenían esta estirpe, que de uno de rock. La edad se nota siempre, más si se intenta disimular zarrapastrosamente o si las batallitas ganan terreno.

Por supuesto que el concierto, a pesar de todo, caminó. Ahí va una lista de temas que activarán recuerdos: Born On The Bayou, Who’ll Stop The Rain, Looking Out My Back Door, Hey Tonight, Have You Ever See The Rain, Down On The Corner, Fortunate Son y Proud Mary. Y una pieza de la prehistoria, época The Golliwogs, como Fight Fire. Pura historia de cuando el rock dominaba la Tierra. Sonidos pantanosos, pop, country, roots, psicodelia… Fácil pensar en cuando se era joven, aunque conciertos como el de Fogerty hacen considerar si no es mejor recordarse escuchando los vinilos o correr el riesgo de pensar en que se está en camino de ser un pálido recuerdo del pasado mirando a un héroe de juventud que no está para trotes.

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