Los nuevos payeses de Cataluña

Se montaron en sus tractores para defender en la carretera que aspiran a poder vivir de su trabajo en el campo, la misma demanda que protagonizaron en los 70, cuando portaban colgadas pancartas en las que se leía: ‘La terra per a qui la treballa’

Tractores entrando por la Diagonal.Massimiliano Minocri

Acostumbrados a rabiar en casa y a poner el grito en el cielo, los payeses entraron sonriendo por la Diagonal de Barcelona, contentos y bien avenidos, agradecidos por la solidaridad generada en muchos ciudadanos con los que se cruzaron, hasta que alcanzaron la Plaça Sant Jaume y a la mañ...

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Acostumbrados a rabiar en casa y a poner el grito en el cielo, los payeses entraron sonriendo por la Diagonal de Barcelona, contentos y bien avenidos, agradecidos por la solidaridad generada en muchos ciudadanos con los que se cruzaron, hasta que alcanzaron la Plaça Sant Jaume y a la mañana siguiente el Parlament. Las negociaciones con la administración rompieron por unas horas la unidad que tuvo la marcha de más de 2.000 tractores llegados desde distintas comarcas de Cataluña. Las buenas palabras y las mejores maneras sirven de momento para ganar tiempo después de que los agricultores y los ganaderos hayan conquistado la empatía de unos cuantos de aquellos que antes no les podían ni ver por huraños, por asaltar las carreteras, por sembrar la mierda de las granjas por las calles o tirar la leche a las fachadas de las empresas agroalimentarias concentradas en capitales como Girona o Vic.

No se trata de un sentimiento consolidado, y puede que ni generalizado, sino de una cierta complicidad con una queja que antes sonaba a extemporánea y hasta aborrecible por repetida, acorde con el carácter inconformista de unos payeses coléricos que renegaban a granel, distantes de la capital Barcelona. Hay gente sin duda que todavía sigue enfadada por los cortes de tráfico y también se cuentan los que advierten que se trata de una movilización negacionista con el medio ambiente y contraria a la Agenda 2030 y a los intereses comunes de la Unión Europa. El paquete de reivindicaciones es muy amplio, no todas las demandas son compartidas y se sabe que los manifestantes pertenecían a sindicatos distintos, algunos incluso desconocidos por los viandantes del Paseo de Gracia. Todos, sin embargo, se juntaron durante tres días y confluyeron en la caravana de Barcelona.

Los vecinos saludan a los agricultores entrando por la Diagonal. Massimiliano Minocri

El punto de partida de la protesta es tan inequívoco como el icono de su lucha: los payeses se montaron en sus tractores para defender en la carretera que aspiran a poder vivir de su trabajo en el campo, la misma demanda que ya protagonizaron en los años 70, cuando los John Deere y los Massey Ferguson de la época portaban colgadas pancartas en las que se leía: “La terra per a qui la treballa”, tiempos de la incipiente Unió de Pagesos, cuyo congreso fundacional en la clandestinidad se celebró en l’Espluga de Francolí en 1976. El reto era acabar con las Cámaras Agrarias del franquismo, conseguir la legalización de sindicatos libres e independientes y alcanzar unos precios justos, aunque se tuviera que seguir trabajando los siete días de la semana, sin posibilidad de descansar ni de tomar unas vacaciones, esclavos de la tierra y del ganado incluso el día de Navidad.

A algunos padres, en cualquier caso, les dio incluso tiempo, y un poco de dinero, para ayudar a sus hijos a empezar una carrera universitaria, convencidos de que el futuro estaba en las profesiones liberales que nada tenían que ver con la de payés ni con la de algún funcionario de ayuntamiento que trapicheaba con los agentes que aseguraban las cosechas y politiqueaban en favor de la UCD. La inversión acabó por ser rentable porque algunos herederos de aquella lucha forman parte ahora de la generación que ha abanderado la tractorada por Cataluña. Aunque también hay padres que nunca se fueron, se cuentan nietos que han regresado a casa, graduados como veterinarios o ingenieros, propietarios o arrendatarios de la tierra de los abuelos que se cruzan con payeses recién formados o dispuestos a aprender, a cooperar, a experimentar después de abandonar Barcelona.

Alcanza con constatar el ingenio con el que escriben las pancartas: “Abans el rucs llauraven, ara ens manen” o “La nostra fi, la vostra fam”; ver las caras de los portavoces; o comparar su estrategia para advertir que el movimiento se ha rejuvenecido y modernizado y la semilla fructificó, por más que el 60% de los payeses dados de alta en la Seguridad Social tenga más de 65 años y solo el 18% sean menores de 32 años mientras que el porcentaje de mujeres no llega al 20%. La sensación es que los jóvenes lideran la lucha desde una consigna más seductora y menos agresiva por ahora que las de sus predecesores: “Hay que hacerse entender, convencer a la gente, explicarnos bien”, coinciden, después de ganar la calle y conseguir el compromiso político de que se revisarán las restricciones de agua, se simplificará la burocracia y se pagarán las ayudas pendientes por la sequía de 2022 y 2023.

Tractores entrando a Barcelona. Massimiliano Minocri

No hay manera de acabar con un papeleo que por la superposición de normativas agota también a los jóvenes, educados en el mundo digital, después de provocar la dimisión de los mayores, habituados a la autogestión y a no pasar cuentas con nadiey menos con las administraciones (municipal, comarcal, catalana, española y de la UE). Los payeses y ganaderos no quieren ser administrativos y los sindicatos tampoco deben ser una gestoría sino que pretenden revisar la cadena alimenticia y el modelo económico en un marco complicado por la Política Agraria Común (PAC), las reglas ambientales y la competencia de los países extracomunitarios que venden sus productos más baratos porque están sometidos a menos regulación que en la UE. Las cooperativas de consumo y los mercados municipales empiezan a ser una alternativa a las industrias agroalimentarias en Cataluña.

También el campo y los payeses han cambiado y hoy parecen dispuestos a ganarse a la ciudad desde la proximidad y el afecto (no del rechazo) si se atiende a quienes han llevado la batuta en la tractorada de Barcelona. La tierra no envejece y menos cuando al arado se suma una pequeña y animada generación de jóvenes payeses de las comarcas de Cataluña.

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