La industria musical en Cataluña factura 850 millones, la mayor parte gracias a la música en directo

La Generalitat publica el primer estudio que engloba a todas las empresas del sector, y que señala los desafíos y ventajas de la inteligencia artificial

La cantante Ashley Nicolette conocida por Hasley, durante la primera jornada conciertos del Primavera Sound el año pasado en Barcelona.Alejandro García (EFE)

El estudio sectorial de las industrias musicales en Cataluña arroja datos esperanzadores. O al menos eso han dicho este viernes tanto Albert Castellanos, secretario d’Empresa i Competitivitat y consejero delegado de ACCIÓ —agencia de la Generalitat de Cataluña para la competitividad de la empresa— como Miquel Curanta, director de Barcelona Music Lab, ente público-privado que investiga el futuro digital de la m...

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El estudio sectorial de las industrias musicales en Cataluña arroja datos esperanzadores. O al menos eso han dicho este viernes tanto Albert Castellanos, secretario d’Empresa i Competitivitat y consejero delegado de ACCIÓ —agencia de la Generalitat de Cataluña para la competitividad de la empresa— como Miquel Curanta, director de Barcelona Music Lab, ente público-privado que investiga el futuro digital de la música y sus transformaciones sociales. Bajando a la arena de los números, la industria musical factura 850 millones de euros anuales en Cataluña, de los cuales la parte del león se la lleva la música en directo, con un 82% de la facturación total y ocupando a un 51% de las empresas del sector. Por su lado, la música grabada supone un 27% de las compañías mientras implica al 10% de la facturación. En conjunto la música y sus servicios y firmas auxiliares (equipos de sonido, montaje, iluminación, etc.), ocupan a unas 379 empresas que generan más de 4.000 empleos. En esta mirada panorámica se incluyen así mismo empresas de ámbito corporativo, que añade las que generan hilos musicales de uso variado (9% de las empresas y 4% de la facturación) y las denominadas transversales (fabricación de instrumentos, management etc), que tienen un 13% de las empresas y un 4% de la facturación.

Al margen de estos datos, y siguiendo en un tono de entusiasmo, comedido por el tono oficial de la presentación, se ha destacado la gran cantidad de empresas catalanas que desarrollan tecnología musical, unas 50; la importancia de los festivales como motor de la música en directo; el ecosistema entre empresas y universidades para investigación y desarrollo sobre nuevas tecnologías aplicadas a la música y la red de centros de formación musical. Sobre la Inteligencia Artificial se ha indicado que está en pleno desarrollo y que su irrupción genera tantos desafíos como ventajas.

En un enfoque centrado en aspectos empresariales, se han señalado oportunidades de negocio de lo más variopinto, como la creación de plataformas digitales para vincular a músicos y seguidores, sistemas para monitorizar la escucha de música (es decir, saber qué quieren los consumidores en todos sus contextos de gasto y/o uso de la misma) y se ha celebrado la existencia de empresas, en gran medida multinacionales, que controlan todo en la carrera de un artista, desde la publicación de su música hasta los conciertos, los lugares en los que éstos se celebran, su representación como agentes de contratación, la promoción comercial, mercadotecnia etc. Este hecho se ha asociado a la desaparición de intermediarios. Al mismo tiempo se ha loado la hipotética capacidad de autogestión de los artistas debido a la distribución digital y la libertad que ello brinda. De igual manera se ha aventurado el desarrollo de tecnologías para hacer más individualizado el disfrute de un concierto, aunque no se ha detallado nada más que el enunciado. Como epílogo a la presentación de estas cifras, negocios venideros y conjeturas sobre el futuro, dos aspectos: la música es un eje de la promoción cultural de Cataluña, y la música “ya no es sólo sexo, drogas y rock and roll”, ha apuntado Curanta.

Acabado el acto, en los corrillos se ha significado que en la exposición en lo tocante a la música en directo no aparecen citadas las salas de conciertos, como tampoco los festivales pequeños, estableciendo un marco mental que asocia concierto a gran festival. De igual forma sorprende la ausencia de comentarios sobre las amenazas para la música en directo —entrada de fondos de inversión capital riesgo y su hipotética distorsión del mercado—, concentración empresarial, papel de los ayuntamientos, principales promotores de conciertos abrumadoramente gratuitos, presiones vecinales sobre diferentes recintos de conciertos, o la inclusión de las necesidades y problemas de los músicos, al fin y al cabo generadores de la riqueza expuesta. También hay quien echó en falta alguna orientación estratégica que indique un rumbo, aunque sólo sea como motivo de debate y reflexión, en los actuales y cambiantes tiempos de zozobra, que afectan por igual a todos los sectores del mundo de la música.

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