El último viaje de los burros a la cima de La Mola
La Diputación de Barcelona cierra el restaurante ubicado en la cumbre de Sant Llorenç del Munt, tras medio siglo de funcionamiento, al considerar que es un “negocio insostenible” que degrada el entorno
El semental Trabuc, Nina, Morena, Alaska y Mario… Son los nombres de parte de las siete mulas que cargan, semana tras semana, con comida, bebida, utensilios, productos de limpieza… todo lo necesario para que funcione el restaurante que corona la cima de La Mola, a 1.103 metros de altitud y en pleno Parque natural de Sant Llorenç de Munt (Matadepera, Barcelona). Así se ha hecho d...
Regístrate gratis para seguir leyendo
Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
El semental Trabuc, Nina, Morena, Alaska y Mario… Son los nombres de parte de las siete mulas que cargan, semana tras semana, con comida, bebida, utensilios, productos de limpieza… todo lo necesario para que funcione el restaurante que corona la cima de La Mola, a 1.103 metros de altitud y en pleno Parque natural de Sant Llorenç de Munt (Matadepera, Barcelona). Así se ha hecho desde hace más de cuatro décadas. Hasta este fin de semana. La Diputación provincial, propietaria del espacio, ha decidido clausurar el restaurante porque lo considera “un negocio insostenible” y lo considera responsable de “la degradación” de los espacios y la masificación de la zona.
El rumor de hace meses, y después el anuncio confirmado del cierre del restaurante de La Mola, ha causado un fuerte revuelo en el Vallès Occidental, donde sus habitantes conviven con la particular silueta de una montaña coronada por un monasterio benedictino del siglo XI, declarado Bien Cultural de Interés Nacional hace casi un siglo. El conjunto monumental incluye un restaurante, que muchos excursionistas ven intrínseco a la montaña, aunque no hagan uso de él. El establecimiento, con 20 trabajadores y con vistas espectaculares de la planície vallesana, ofrece desayunos, comidas y cenas a un total de 23.000 visitantes anuales.
Pero a la Diputación de Barcelona no le gusta las dimensiones que ha tomado este negocio. “Las tres actividades que hay que ofrecer en el parque, por orden de importancia, son la educación ambiental, la protección y promoción del patrimonio, y la restauración. Pero estas actividades se han invertido y la restauración es la principal”, ha lamentado este jueves Xesco Gomar, responsable del área de Espacios Naturales de la Diputación de Barcelona.
Durante la presentación del plan de futuro previsto para La Mola, los técnicos de la Diputación han dejado clara la situación. “El conjunto presenta un estado de degradación importante. El plan supone el fin de un modelo antiguo donde dejará de tener protagonismo el restaurante”. Y detallan esta “degradación” en varios motivos: el alto consumo de agua, la generación de residuos (40 toneladas anuales), el uso de fuentes energéticas contaminantes (grupos electrógenos alimentados con gasoil), el mal estado del espacio (grafitis, pavimentos estropeados, falta de iluminación…) y la erosión de los caminos. “Los burros están degradando los únicos caminos de acceso a la cima”, apuntan los técnicos de la Diputación.
“Parece que todas las deficiencias sean culpa nuestra”, replica Gemma Gimferrer, gestora del restaurante. Su empresa, Nous Reptes, tiene la concesión desde 1982, aunque renuevan el contrato cada cinco años. En 2018, admite, ya se incluía una cláusula advirtiendo de que no se prorrogaría más la concesión. “Nos dijeron que no nos preocupáramos, que ya hablaríamos, y nosotros nos lo creímos”, lamenta. La empresaria se defiende asegurando que la Diputación ha validado siempre el volumen del negocio y que le ha impedido hacer las mejoras que ahora el ente provincial quiere poner en marcha. “Somos una concesión, no puedes hacer lo que quieras. Propusimos poner placas solares y no nos dejaron porque decían que era un edificio protegido”.
Gimferrer también defiende que su labor va más allá de servir ágapes: “recogemos y bajamos la basura, también de los excursionistas, limpiamos el entorno, cuidamos el edificio…. Si no estuviéramos aquí el tejado se habría derrumbado”. La empresaria ha sido la encargada de difundir los planes de la Diputación por las redes sociales, hecho que ha generado un fuerte movimiento contrario que se ha plasmado en la recogida de 14.400 firmas, que han presentado este jueves ante el ente provincial, y la convocatoria de una protesta en la cima, este sábado.
Inversión de 2,6 millones
El plan de la Diputación pasa por un modelo más sostenible del parque y calculan que sin el restaurante se dejará de usar combustibles fósiles (aunque no detallan qué fuentes de energía se usarán), se reducirá un 60% el consumo de agua y un 44% de energía, a la vez que disminuirá un 90% el transporte de mercancías (no se descarta un nuevo establecimiento a medio plazo, pero falta de definirlo) y un 95% los residuos, aunque aquí falta por ver qué sistema de recogida se implanta, ya que hasta ahora, ante la falta de papeleras, los gestores del restaurante recogían la basura que los excursionistas dejan en el establecimiento o tirados en el campo.
Pero el foco está puesto especialmente en la masificación de la zona. Según la Diputación, en 2022 la cima recibió unos 177.000 visitantes, aunque solo se cuentan los que usan uno de los tres caminos de acceso -el camí dels Monjos-, así que la cifra real podría superar los 200.000, admite la institución. De estos solo 23.000 hacen uso del restaurante. Desde el ente también apuntan que el tránsito aumentó un 25% justo tras el confinamiento y que actualmente está en un 15% superior a antes de la pandemia. Gomar se ha mostrado convencido que, con el cierre del restaurante, la afluencia a la montaña bajará.
Con todo, la Diputación ha anunciado una inversión de 2,6 millones en tres años -parte financiada con fondos europeos Next Generation- para mejorar las zonas de aparcamiento (sin descartar hacerlos de pago), restaurar los caminos y contratar informadores y un servicio de seguridad y otro de limpieza. También se quiere construir nuevas instalaciones de agua, energía y residuos, así como adecuar el conjunto patrimonial.
La Diputación prevé tener lista la nueva Mola a principios de 2027 y para su construcción se usarán helicópteros. Mientras, Trabuc, Nina, Morena y compañía tienen trabajo en los próximos 10 meses, que es el tiempo que la empresa concesionaria tiene para desmantelar el negocio. Después, su futuro es incierto, pero los responsables de la Diputación, que consideran que los animales están sobreexplotados, esperan que “tengan una segunda mejor vida”.
Puedes seguir a EL PAÍS Catalunya en Facebook y X, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal