El desalojo en dos casas okupadas de la Bonanova acaba con siete detenidos
El dispositivo para desahuciar los edificios del Kubo y La Ruïna se ha prolongado durante cinco horas. En su interior había siete personas, tres de las cuales se han apostado en un tejado y una cuarta se ha colgado de la fachada
Dos emblemáticas casas okupadas de la ciudad de Barcelona, el Kubo y La Ruïna, han dejado de existir este jueves. Los Mossos han persistido durante cinco horas, hasta que finalmente han logrado entrar en las viviendas, un al lado de la otra, en el corazón del barrio de la Bonanova, en la zona alta de la ciudad. Sus siete moradores han resistido hasta el final, colgado una de ellos en la fachada y otros tres apostados en un tejado. Ya les habían ...
Regístrate gratis para seguir leyendo
Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
Dos emblemáticas casas okupadas de la ciudad de Barcelona, el Kubo y La Ruïna, han dejado de existir este jueves. Los Mossos han persistido durante cinco horas, hasta que finalmente han logrado entrar en las viviendas, un al lado de la otra, en el corazón del barrio de la Bonanova, en la zona alta de la ciudad. Sus siete moradores han resistido hasta el final, colgado una de ellos en la fachada y otros tres apostados en un tejado. Ya les habían advertido a los mediadores de los Mossos que no se iban a ir por su propio pie. Así se acaba una ocupación que empezó hace siete años, en 2016, y que fue objeto de una dura batalla política en las pasadas elecciones municipales, cuando Vox, Ciudadanos y el líder de Desokupa, Daniel Esteve, lo usaron como arma arrojadiza contra el Gobierno de Ada Colau. Las casas fueron entregadas a la Sareb, la propietaria mayoritaria de los inmuebles, y los siete ocupantes, detenidos por desobediencia, resistencia y atentado a la autoridad.
“Vuestro lujo es nuestra misera. Nuestras casas son trinxera”, lucía de madrugada un cartel colgado desde El Kubo, un antiguo bloque de oficinas, colindante con La Ruïna, un edificio modernista. A oscuras después de que la policía cortase la luz a los vecinos de los alrededores -desconocían el punto concreto de la toma ilegal de las casas-, y con una plaza de la Bonanova todavía soñolienta, La Ruïna y El Kubo esperaban la llegada inminente de la policía. Las luces azules aparecieron tocadas las cinco de la mañana y fueron recibidas con pirotecnia y lanzamientos de objetos. En un santiamén, la policía había apartado a la prensa y acordonado un amplio perímetro para trabajar con calma.
Los antidisturbios no tardaron en lucir uno de sus nuevos artilugios, que acaparó toda la atención: la jaula. Una caja de hierro, con ruedas, a imagen y semejanza de las que se utilizan para nadar con tiburones. Los agentes se introdujeron en su interior de cuatro en cuatro para acercarse a las casas de la manera más segura posible mientras les llovían piedras, bengalas y botes de humo. La habían diseñado para la ocasión, explican fuentes policiales, y la usarán en el futuro. La intención es “trabajar con la máxima seguridad”, indicó la comisaria jefa de Barcelona, Montse Estruch, en declaraciones posteriores a la prensa.
Pero lejos de lo que creían -los Mossos habían preparado un dispositivo de máximos, con más de 300 agentes movilizados y el temor de disturbios en la ciudad- el desalojo fue lento pero sin incidentes graves. Dentro de La Ruïna y El Kubo no se encontraron trampas electrificadas, agujeros u otros cepos para dificultar el desalojo. Los okupas habían preparado una respuesta clásica, con la fortificación de la entrada, lo que obligó a la policía a usar incluso radiales para acceder al edificio. “Poco a poco”, repetían fuentes policiales. Afianzado el patio, con varias idas y venidas por las lluvias de piedra y runa que les lanzaban, tomaron el interior de las casas. La policía caminó con precaución y tuvo que escalar hasta los pisos superiores porque, según fuentes policiales, habían destruido buena parte de las escaleras.
Un desalojo pausado pero intenso, en el que finalmente los okupas optaron por subirse a lo más alto de los dos edificios. Una de ellos se había colgado ya de madrugada en la fachada, con un arnés, y un tablón de madera a modo de asiento. A las diez de la mañana, las otras seis personas se dividieron: tres escalaron a la terraza del Kubo y otras tres, al tejado de La Ruïna. Los Mossos, visiblemente manchados de pintura, y con algunos de los uniformes blanquecinos a consecuencia de la refriega, detuvieron a los siete a las once de la mañana. Para descolgarlos y bajarlos de los tejados fue necesaria la intervención de la unidad de montaña de la policía catalana y el camión grúa de los Bomberos. “Nada ha acabado. Todo continúa. El Barrio arde”, tuitearon poco después desde sus redes sociales los okupas, llamando a una manifestación el sábado.
Un representante de la propiedad de los inmuebles, mayoritariamente en manos de la Sareb, se desplazó desde Madrid a Barcelona para la recuperación de las viviendas una vez desalojadas. Los Mossos les pidieron que garantizasen medidas sólidas que eviten la reocupación de los edificios. “Algunas de construcción de y seguridad privada”, indicó la comisaria Estruch. En zonas con una calificación especial, no se espera que los terrenos supongan un bombazo urbanístico: las oficinas de El Kubo, en el caso de derribarse, son zona verde, y La Ruïna tiene la edificabilidad limitada.
La Ruïna y El Kubo adquirieron notoriedad en las pasadas elecciones del mes de mayo, cuando partidos como Vox o Ciudadanos, y el líder de Desokupa, Daniel Esteve, las pusieron en el centro de la diana y aseguraron que sus moradores, una decena de personas de manera permanente, según fuentes policiales, tenían atemorizado al barrio. Algo que la asociación de vecinos de la zona negó, y limitó a problemas puntuales de convivencia. Los Mossos tuvieron que desplegarse en la zona para evitar altercados durante la campaña electoral. Desde entonces, el proceso judicial de desalojo ha seguido su curso. La Sareb alegó, entre otras cuestiones, que era necesario por motivos de seguridad. Los Mossos solicitaron un lanzamiento simultáneo de ambos edificios colindantes, porque están comunicados y las personas pueden saltar de uno al otro. Finalmente, la fecha se fijó para este jueves 30 de noviembre.
La acción en Barcelona ha coincidido con otro desalojo de otro centro okupado, en esta ocasión Estudi9 en Santa Coloma de Gramenet. Aquí el dispositivo empezó poco antes de las seis, pero hasta una hora después los Mossos d’Esquadra no comenzaron a entrar en el edificio. En su interior, la policía encontró a seis personas, dos de ellas escondidas detrás de una pared y otras dos con un brazo introducido en un bidón con un material sólido, como yeso o cemento, para dificultar su desalojo. Los antidisturbios también fueron recibidos con piedras y barricadas en la puerta, con dos policías heridos de levedad. El desahucio acabó a mediodía, con las dos mujeres heridas por su propia acción de protesta, y algunos de los okupas resguardados en otro edificio al que los agentes no pudieron acceder porque carecían de orden judicial. Por la tarde, agentes de los Mossos d’Esquadra dispersaron una manifestación convocada por el movimiento okupa que finalizó la rotura de algunos escaparates y el volcado de contenedores en protesta por los tres desalojos de este jueves en Barcelona y Santa Coloma de Gramanet.
Trias: “El desalojo de Can Vies me salió fatal”
El jefe de la oposición en el Ayuntamiento de Barcelona y exalcalde de la ciudad, Xavier Trias, ha considerado que el desalojo de este jueves “se ha hecho bien” y lo ha comparado con el que su Gobierno intentó con Can Vies, en Sants, en 2014: “Yo hice el desalojo de Can Vies y me salió fatal, no soy ejemplo de esto”, ha afirmado. El intento de desalojo provocó cuatro noches de violentas protestas y Trias paralizó su actuación y acabó cediendo ante los okupas, informa Clara Blanchar. Trias ha intervenido en el ciclo Vermuts del Diari de Barcelona que organiza la Facultad de Comunicación de la Universidad de Barcelona, y ha sacado la cuestión al ser preguntado por si el actual alcalde, Jaume Collboni, le ha rebasado por la derecha con su Pla Endreça. “No creo que el orden sea cuestión de izquierdas o derechas, como la seguridad: lo primero que tiene que hacer su alcalde es apoyar a sus fuerzas públicas de orden”, ha defendido y a continuación se ha referido a El Kubo y la Ruina.
Puedes seguir a EL PAÍS Catalunya en Facebook y X, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal