“¡Cuidado si alguien dice que su empresa es su bebé”

El emprendedor, una suerte de símbolo del autoempleo en tiempos de crisis, se ha convertido casi por accidente en un ‘tiktoker’ de éxito

El emprendedor Pau Garcia-Milà, en su estudio de Valldoreix (Barcelona).massiliano minocri

El estallido de la crisis financiera de 2008 hizo volar por los aires muchas certezas. Una de ellas consistía en algo tan importante como intangible: la confianza en que no faltaría trabajo. Con la tasa de desempleo al alza, y con un especial ensañamiento en el paro juvenil, hacía falta un símbolo que devolviese algo de ilusión a los jóvenes que salían de las universidades sin muchas perspectivas de futuro. “España será lo que sean sus emprendedores”, sentenció ...

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El estallido de la crisis financiera de 2008 hizo volar por los aires muchas certezas. Una de ellas consistía en algo tan importante como intangible: la confianza en que no faltaría trabajo. Con la tasa de desempleo al alza, y con un especial ensañamiento en el paro juvenil, hacía falta un símbolo que devolviese algo de ilusión a los jóvenes que salían de las universidades sin muchas perspectivas de futuro. “España será lo que sean sus emprendedores”, sentenció el aún candidato a la presidencia del Gobierno, Mariano Rajoy, trasladando a la cultura de “ser tu propio jefe” todas esas esperanzas. Y en un joven de ojos saltones y sonrisa ancha se encontró a uno de los mayores exponentes de esa cultura: era uno de los primeros tipos en España que se identificaba con el emprendimiento tecnológico y, cuando todo se desmoronaba, él manejaba empresas que iban como un tiro.

Pau García-Milà (Olesa de Montserrat, 36 años) satisfacía todos los requisitos para ser erigido en símbolo: era joven —su primera empresa, eyeOS, la fundó en 2005, cuando aún faltaban unos días para que cumpliese la mayoría de edad—; era de pueblo; era autodidacta —le echaron de la carrera porque se dedicaba más a la empresa que a los estudios—; emprendía mientras trabajaba de otras cosas y le fascinaba todo lo que sonase a innovación. “Creo que fui el primer español en tener Twitter, tengo la cuenta número 6.000″, presume.

Era la estrella del momento: daba charlas, los políticos lo ponían de ejemplo, sus libros eran prologados por el Príncipe de Asturias, Jordi Pujol o Felipe González, y los reporteros iban hasta la panadería de debajo de casa de sus padres para preguntar cómo se comportaban esos extraños “emprendedores”. “Se necesitaban buenas noticias y tampoco se sabía muy bien qué era el emprendimiento. Me acuerdo que le preguntaban cosas a la señora de la panadería, Clotilde, que me conocía de toda la vida”, se ríe García-Milà, que estaba tan sorprendido por estas cosas como ahora, cuando chavales de 18 años o menos le paran por la calle y le preguntan si él es el famoso tiktoker.

Y es que García-Milà, que cosechó éxitos y también sonados fracasos de los que no le importa hablar con franqueza, actualmente sigue gestionando sus negocios, pero ha empezado a cultivar una prolífica actividad secundaria al grabar vídeos de dos minutos contando temas de actualidad económica, de tecnología o consejos varios. “Nació a partir de un audio que le hice a mi madre explicándole el lío de Gamestop [la maniobra de multitud de usuarios de Reddit que hizo subir el valor de una empresa de videojuegos en enero de 2021]. Ella me dijo que esto lo tendría que explicar a todo el mundo así, como notas breves. Me compré un aro de luz para iluminar la cara y empecé a hacer vídeos. Tengo casi un millón de seguidores en Tik Tok”, cuenta García-Milà en el despacho de su casa desde donde emite estos vídeos.

De este emprendedor sorprende la honestidad con la que habla de éxitos y fracasos, y el realismo con el que explica cómo funcionan los negocios, algo que contrasta con los discursos motivacionales, el “humo” y el marketing agresivo de muchas startups. “Después de 18 años cagándola y teniendo algún acierto, algo aprendes. También, cuando eres joven y acabas de empezar, y además estás gastando dinero de inversores, que no es tuyo, tienes un tipo de discurso; en cambio cuando estás en la treintena, tienes hijos y el dinero que inviertes es tuyo, la perspectiva es otra”, subraya.

El inicio de la carrera de García-Milà fue con eyeOS, una plataforma de nube privada que fundó con un compañero con el que empezaban a programar. Un tiempo después, en 2014, Telefónica compró la empresa cuando estaba a punto de quebrar, y dos años más tarde la cerró. Antes, en 2011, cofundó Bananity con dos otros emprendedores, una red social que te recomendaba cosas según los datos que iba recabando. Le apoyaron en la aventura el humorista Andreu Buenafuente y la exministra de Ciencia e Innovación, Cristina Garmendia, pero el experimento de tener un Facebook español fracasó. “Tuvimos bastantes usuarios, pero no teníamos la facturación suficiente. Ahí aprendí que los negocios que funcionan son los que dependen solo de sí mismos”, explica: “Los emprendedores suelen olvidar muy rápidamente que tienen que crear una empresa que facture”, advierte.

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La tasa de fracaso de las empresas emergentes está sobre el 90%, así que fracasar es lo más habitual, pero pocos hablan de estas experiencias tan tranquilamente como García-Milà. “Duele, porque en este país se ve muy mal que fracases, pero es lo normal, y realmente como emprendedor solo necesitas que te vaya bien una sola cosa”, recuerda. “Luego puedes darle tu dinero a un gestor y dedicarte a jugar al golf, o seguir probando”.

En su caso, siguió emprendiendo: en 2014 fundó Ideafoster junto con su pareja, Anna Cejudo. Unos años más tarde vendieron a un fondo de inversión esta consultoría de innovación, y juntos otra vez cofundaron en 2020 Founderz, una escuela de negocios en línea con precios más democráticos que las escuelas de negocios tradicionales. “Hemos conseguido ser rentables, tenemos 5.000 alumnos y este año facturaremos más de dos millones de euros”, dice.

García-Milà y Cejudo tienen tres hijos y una carrera profesional compartida, pero tienen muy claros los límites: “Para mí el éxito es la estabilidad, la familia, no se me ocurre sacrificarlo por la empresa. ¡Cuidado cuando alguien te diga que su empresa es su bebé! Pensando así no podrás tomar decisiones duras como cerrar, o te empecinarás en seguir con un proyecto cuando ya no vale la pena”.

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