Invasiones de casas y ninguna solución para los vecinos del mirador más masificado de Barcelona: “La Guardia Urbana no aparece”

A pesar de las medidas del Ayuntamiento, los visitantes de los búnkeres del Carmel se acumulan alrededor de la valla tras el cierre y en algunos casos saltan a las viviendas de los residentes para acceder

Turistas y vecinos de Barcelona acuden a los búnkeres de las baterías del Carmel para presenciar las vistas de la ciudad durante el atardecer este martes.Gianluca Battista

El principal símbolo de la masificación turística de Barcelona, el mirador de los búnkeres del Carmel, sigue sin solucionar los problemas que arrastra por molestias a los vecinos. Tres meses después del fin de las obras de la valla de los búnkeres y el cierre nocturno del recinto, los problemas de la zona están lejos de quedar resueltos. Ya no se celebran fiestas nocturnas, pero el Consell Veïnal del Turó de la...

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El principal símbolo de la masificación turística de Barcelona, el mirador de los búnkeres del Carmel, sigue sin solucionar los problemas que arrastra por molestias a los vecinos. Tres meses después del fin de las obras de la valla de los búnkeres y el cierre nocturno del recinto, los problemas de la zona están lejos de quedar resueltos. Ya no se celebran fiestas nocturnas, pero el Consell Veïnal del Turó de la Rovira, una de las asociaciones de vecinos de la zona, se queja de que se acumulan “centenares de visitantes” alrededor del perímetro de la valla después del cierre de las 19.30. Cuando la Guardia Urbana los echa “siguen consumiendo alcohol en el lateral que va desde la calle Labèrnia hasta el depósito de agua, dispersándose por toda la vertiente de la montaña hasta llegar casi a las viviendas del final de la calle Mühlberg”. Este lunes captaron esa escena una hora después del cierre y la publicaron en redes sociales como ya han hecho en otras ocasiones.

Desde el Consell Veïnal advierten que las principales aglomeraciones se producen “antes del puente de Mühlberg” y el mirador “al final de las escaleras que suben por la calle Tenerife”. Fran Bernal, vecino de la zona y miembro de la asociación, atribuye la situación a la masificación turística generalizada de la ciudad: “Si continúan llegando turistas siguen llegando a todos los iconos de la ciudad”. Bernal también pone en duda la efectividad del cerco y asegura que ahora los visitantes pasan a través de viviendas particulares para sortearlo. “Antes a la gente no le saltaban a casa para ir a la batería antiaérea, ahora sí”. De hecho, denuncian que la semana pasada “un grupo de turistas borrachos” volvió a intentar acceder al hogar del vecino de 76 años que fue agredido y robado hace dos meses. Los habitantes de estas calles han tenido que instalar “candados” y “rejas precarias” para evitar que entren. La critica mayoritaria entre los vecinos es que “la Guardia Urbana no aparece” tras el cierre.

La infraestructura del cerco, con un coste de 1,6 millones de euros, está compuesta por vallas de acero de dos metros de altura y cuenta con siete accesos. El Consistorio la ha construido ante la gran afluencia de visitantes para evitar las fiestas nocturnas y la degradación de restos arqueológicos que han denunciado los vecinos de calles como Gran Vista o Maria Labernia en los últimos años. La Guardia Urbana seguirá vigilando el entorno del mirador y los accesos con vehículo en varias calles hasta octubre según fuentes del distrito Horta-Guinardó, que ha implantado el dispositivo habitual para controlar la afluencia turística veraniega desde mayo.

Fuentes del Ayuntamiento ya indicaron a este periódico que la prioridad de los agentes es desalojar en este espacio “tan característico orográficamente”, aunque consuman alcohol en la vía pública: “Si tienen que empezar a denunciar a todas las personas que están consumiendo alcohol se pueden producir situaciones no deseadas. Cualquier actuación policial se basa en los principios básicos de oportunidad, congruencia y proporcionalidad”.

El Consell también critica que los pilones de tráfico que impiden el acceso a vehículos que no residen en las calles Panorama y Turo de la Rovira llevan averiados “desde inicios de julio”, lo que provoca que también entren turistas en coche.

Presencia de amianto

A esta situación se suma la presencia de una “gran cantidad de amianto” que ha quedado al descubierto después de la finalización de las obras del cerco, según un comunicado emitido por el Consell. Aseguran que ni el Ayuntamiento ni la empresa a la que se le adjudicó el proyecto lo han recogido y que la “masificación turística y los botellones” que se siguen celebrando allí “lo están dispersando por toda la zona”. Esta dispersión de los visitantes por la montaña provoca que se erosione toda la vertiente de la zona Mühlberg, haciendo que “bajen amianto y piedras montaña abajo, hasta las viviendas”.

Fuentes del Consistorio indican que se han realizado inversiones en el Turó de la Rovira con un valor de 2.070.740,24 euros durante el mandado 2019-2023. De este total se ha destinado el 12% (casi 256.000 euros) a la retirada del fibrocemento, “una operación que incluye inspecciones anuales para la localización y, si es necesaria, la retirada del material”. Se retiraron 220 kilos de estos residuos en noviembre de 2019, detalla el Ayuntamiento, mientras que el resto de años también realizaron en las mismas fechas retiradas de fragmentos de fibrocemento “con posible contenido de amianto” en diversos puntos del Turó como Can Baró o Font d’en Fargues. “Las próximas semanas, los técnicos del distrito volverán a estudiar qué medidas tomar para actuar sobre la zona afectada”, aseguran las fuentes municipales.

El Departamento de Educación de la Generalitat aprobó en 2022 un paquete de 11 millones de euros para retirar cubiertas que contienen amianto en 39 escuelas e institutos. Los trabajos para eliminar este producto tóxico son muy costosos porque requieren de equipos de alta protección y de empresas especializadas que cuenten con una acreditación especial. Además, los residuos se deben trasladar a un vertedero concreto. El fibrocemento es nocivo cuando se rompe y desprende unas fibras que son inhaladas, aunque los expertos alertan de que esto también sucede cuando se degrada, tres o cuatro décadas después de su colocación. La sustancia puede provocar cáncer de pleura y graves dolencias respiratorias.

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