ERC pinchó al presentarse como única izquierda antifascista y “pata negra”

El partido de Oriol Junqueras se dejó 410.000 votos en la campaña del 23-J que fueron a parar a PSOE y Sumar

Seguimiento de los resultados electorales del 23-J en la sede de Esquerra.Albert Garcia

Esquerra Republicana, el partido que gobierna en solitario en Cataluña, vivió el pasado 23 de julio su segundo gran revés electoral en dos meses: perdió 410.000 votos respecto a las generales de 2019. El abstencionismo, pero también su campaña de p...

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Esquerra Republicana, el partido que gobierna en solitario en Cataluña, vivió el pasado 23 de julio su segundo gran revés electoral en dos meses: perdió 410.000 votos respecto a las generales de 2019. El abstencionismo, pero también su campaña de presentarse como la única izquierda auténtica, genuino exponente del antifascismo pata negra explica, según algunas fuentes del partido, provocó fuga de votos a PSC y Sumar. Después de una legislatura compartiendo iniciativas legislativas con el Gobierno central, a ojos de muchos votantes ha resultado poco creíble repudiar durante la campaña ese legado. Un error que Bildu, los aliados de ERC en el Senado, no ha cometido.

Las elecciones municipales fueron un primer aviso para ERC: pasó en Barcelona de primera a cuarta fuerza. Y de nuevo se volvió a estar más pendiente del retrovisor para ver qué hacía el eterno competidor, Junts per Catalunya. Se intentó blindar un gobierno independentista para la capital catalana a rebufo de los de Carles Puigdemont y del candidato Xavier Trias, cabeza de lista más votado . Pero el PP y los comunes de Ada Colau hicieron alcalde al socialista Jaume Collboni. La indignación independentista dio entonces alas al eterno ritornello: hablar de unidad entre fuerzas incapaces de soportarse en el mismo Gobierno de la Generalitat. Y es que entre el pragmatismo de Esquerra y el secesionismo mágico de Junts media un universo. Pero unidos en la adversidad, agraviados por las fuerzas de ámbito español, la fantasía volvía a verbalizarse.

Sin apenas tiempo para reaccionar, Pedro Sánchez convocó elecciones generales. Paralelamente, un sector del independentismo, residual pero que cada vez suma más desencantados, propuso la abstención. El caso es que, según escribió el politólogo Toni Rodon en el diario Ara, respecto a los comicios de 2019, un 22% de los votantes de Esquerra y un 14% de los de Junts y la CUP se quedaron en casa. Unas 300.000 personas más que hace cuatro años no acudieron a las urnas.

Con esos mimbres, ERC planteó una campaña para tratar de restar votos a esa izquierda española causante de sus males municipales. El 4 de julio Gabriel Rufián aseguraba que le daba más “miedo” Yolanda Díaz que Santiago Abascal. El cabeza de lista de ERC añadía que el líder de Vox “todo el mundo sabe quién es”, pero que le inquietaba más la actitud de Yolanda Díaz por su “falta de valentía”. El 6 de julio, el presidente de los republicanos, Oriol Junqueras, acusaba a Sumar de tener “un compromiso ligero y puntual con la extrema derecha y la derecha extrema”, por haber añadido su voto a los del PP para hacer al socialista Jaume Collboni alcalde de Barcelona. Luego criticó a Yolanda Díaz de hacer propuestas “extremadamente regresivas” como asignar 20.000 euros a todos los jóvenes al cumplir los 18 años, cuando su partido había pactado con comunes y la CUP poner en marcha en Cataluña un plan piloto de Renta Básica Universal.

Esa voluntad de ser más de izquierdas que nadie, más feminista que nadie, más progresista que nadie, fue expresado por la secretaria general del partido, Marta Rovira, durante su participación telemática en el mitin central de campaña: “Me pregunto dónde está Unidas Podemos, esa izquierda que no se plegaba ante la derecha española. Hoy se llama Sumar, con una señora, Yolanda Díaz, que se pliega constantemente”. El mensaje lanzado por ERC era nítido y consistía en remachar que la izquierda española ya no ejercía de tal y que la única izquierda existente era ERC.

De esta manera, un partido que había ligado su futuro a la existencia de un gobierno progresista en España impugnaba a sus aliados. Ahora desde Esquerra hay quienes ponen en duda incluso la idoneidad de un candidato como Rufián y critican la estrategia de “ser más de izquierdas que nadie y más antifascista que nadie”. El ex diputado republicano Joan Tardà aseguraba hace unos días en El Periódico de Catalunya que “el trasvase de votos de ERC al PSC “debería hacer ver a Junqueras la inutilidad de ciertas políticas que relativizan donde empieza y donde termina la izquierda”.

A pesar de los malos resultados, paradójicamente, el independentismo catalán se ha convertido en una pieza clave para la investidura de Pedro Sánchez. Pero mientras Junts reclama la amnistía y la autodeterminación, Esquerra habla de mesa de diálogo, traspaso de Rodalies (las Cercanías catalanas) y la mejora en la financiación autonómica. Esta misma semana el president Pere Aragonès volvía al ritual eterno de invocar la unidad secesionista en el Parlament: propuso a Junts negociar en bloque la investidura con el PSOE. Los gestos, sin embargo, distan mucho de los hechos. En el ínterin, Esquerra ha entrado por la puerta de atrás en el gobierno de la Diputación de Barcelona con socialistas y comunes, un ejecutivo que desde 2017 era cogobernado por los de Puigdemont y PSC.

Desde Esquerra, en general, siguen la línea pragmática y más allá de rituales: “Si Junts quiere hacer política debe permitir la investidura de Sánchez”, aunque auguran que habrá una “feroz lucha interna” bajo “el esperpéntico arbitraje de Puigdemont”. " Hay espacio entre el independentismo mágico de Junts y el anticapitalista y de movilización permanente de la CUP”, aseguran fuentes republicanas.

Desde el independentismo recuerdan algunas pintadas que aun sobreviven desde las autonómicas de 2021 que afirman que el secesionismo alcanzó al 52% de los votos. Ahora, pasadas las elecciones generales, se ha quedado en el 28%. Pero paradójicamente es más decisivo que nunca para articular la investidura de Pedro Sánchez.

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