Operación reflotar el hotel Juan Carlos I
El fondo Tyrus encarrila con 40 millones la renovación del inmueble, que Meliá explotará sin el nombre del rey emérito
El ruido no cesa en el interior del hotel Rey Juan Carlos I. Y así seguirá hasta mediados de diciembre, cuando está previsto finalizar las obras para rehacer los lavabos de todas las habitaciones estrenadas en 1992, actualizar la decoración y hacer los cambios necesarios para poder reabrirlo en enero en un renovado segmento del lujo. Para entonces, su fachada también sufrirá un leve cambio: se borrará el nombre del rey emérito y el de ...
El ruido no cesa en el interior del hotel Rey Juan Carlos I. Y así seguirá hasta mediados de diciembre, cuando está previsto finalizar las obras para rehacer los lavabos de todas las habitaciones estrenadas en 1992, actualizar la decoración y hacer los cambios necesarios para poder reabrirlo en enero en un renovado segmento del lujo. Para entonces, su fachada también sufrirá un leve cambio: se borrará el nombre del rey emérito y el de Fairmont, gestor del establecimiento desde 2014. Ambos serán sustituidos por Miranda de Pedralbes, la nueva marca, y Meliá, la cadena hotelera que asume la tarea de reflotar un icónico hotel inaugurado para los Juegos Olímpicos y que lleva cerrado desde marzo de 2020, con el inicio de la crisis sanitaria.
Tyrus, el fondo de capital que detenta la mayoría de la sociedad propietaria del inmueble (Barcelona Project’s), invertirá “no menos de 40 millones de euros” para actualizar un establecimiento que, de momento, tiene hasta 2040 para poder ser rentabilizado, porque ese año finalizará la concesión del suelo sobre el que se levanta el hotel, que es del Ayuntamiento de Barcelona. Su brazo ejecutor será Meliá, que confía en las 391 habitaciones del hotel (hasta ahora eran 432), los 25.000 metros cuadrados de jardines y el Palacio de Congresos de Cataluña (este se reabrirá en octubre) para captar clientes de todo el mundo y situar en los beneficios a uno de los únicos resorts urbanos existentes en Europa. “No hay nada similar”, enfatizó ayer el que será el director del hotel, Ramón Vidal, quien explicó que el establecimiento se aprovechará de la marca Gran Meliá, la de mayor lujo del grupo hotelero de la familia Escarré. Las habitaciones tendrán un precio medio de 300 euros, con una excepción: el ático de súperlujo de tres plantas, cuyas tarifas no bajarán de los 2.000 euros por noche.
El director general de operaciones de Meliá en Cataluña, Alberto Lalinde, prevé que el próximo año se consiga una ocupación del 65%. Para ello, cuentan con reactivar el complejo con alrededor de 400 trabajadores, la mayor parte procedentes de la plantilla que ha acumulado siete expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE) en los últimos tres años, de los que han quedado 275 empleados. Sobre el cambio de nombre, habitual en los nuevos establecimientos que adquiere Meliá, Lalinde señaló: “Creíamos que era el que podía ayudar más para reflotar el hotel”.
El representante de Tyrus Capital, Manuel Juste, no descarta que en el futuro se realicen nuevas inversiones. Pero las ha condicionado a una ampliación de la concesión del suelo donde se levanta el recinto por parte del Ayuntamiento. De lo que se mostró seguro Juste es que no habrá ninguna decisión judicial que les impida mantener la propiedad del complejo y ceder la gestión del hotel a Meliá, tal y como decidió la semana pasada el Juzgado de lo Mercantil número 11 de Barcelona. Fairmont ha anunciado su intención de presentar recurso.
Nueva etapa
Una vez empiece a operar de nuevo, Fairmont cerrará una aciaga etapa que afloró durante la pandemia pero que venía de lejos: las dificultades de rentabilizar un establecimiento de lujo alejado de las zonas turísticas de Barcelona. El proceso concursal del que acaba de salir afloró una deuda de 180 millones de euros y determinó el cambio de propiedad: Tyrus, que adquirió parte deuda del inmueble, se acabó quedando un hotel que había sido propiedad de la familia real saudí Ben Nasser.
Juste explicó que el cambio de gestor se explica básicamente por una cuestión: Fairmont actuó con excesiva lentitud para un establecimiento que requería de decisiones ágiles para reabrir. Por ello abogó por ceder la gestión a Meliá, decisión que, ante la oposición del anterior gestor, quedó en manos de un juez y que también apostó por agilizar el proceso para intentar dar mayor viabilidad económica al proyecto empresarial y laboral.
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