Pere Ríos, la integridad como profesión

El periodista de EL PAÍS ha fallecido este sábado a los 60 años víctima de una larga enfermedad

El periodista Pere Ríos fotografiado en Barcelona, en 2020.Joan Sanchez

Ahora que parecía que la enfermedad estaba bajo control, le sacudió con una fuerza despiadada, y este sábado 18 de febrero Pere Ríos murió en Barcelona a los 60 años, tras sostener un largo y duro pulso contra el cáncer con la misma mezcla de entereza e integridad que le sirvieron para cimentar su vida y su carrera profesional. Pere Ríos se autodefinía como “periodista de El País, con...

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Ahora que parecía que la enfermedad estaba bajo control, le sacudió con una fuerza despiadada, y este sábado 18 de febrero Pere Ríos murió en Barcelona a los 60 años, tras sostener un largo y duro pulso contra el cáncer con la misma mezcla de entereza e integridad que le sirvieron para cimentar su vida y su carrera profesional. Pere Ríos se autodefinía como “periodista de El País, condición que para él resultaba mucho más transcendental que ser periodista sin esa compañía, la de sus compañeros y la del diario al que quiso pertenecer desde que soñó con el oficio. Es cierto que una vez lo dejó, pero volvió al poco porque creía en sus ilusiones.

Empezó a trabajar en periodismo a los 17 años. Su expresión preferida era “picar piedra”, y era esto, trabajar duro en el fondo de la mina, lo que más valoró durante los 40 años en que estuvo activo, hasta que la salud le apartó de lo que tan apasionadamente le gustaba. Hijo de una familia humilde de Sant Boi de Llobregat (su padre trabajaba en la compañía de gas), heredó del ambiente en que se crio el valorar por encima de todo el trabajo como forma de honradez. En su periodismo, esto se tradujo en la búsqueda de la información y de la noticia por el valor propio de los acontecimientos, con desprecio hacia todo tipo de sensacionalismos, trampas, triquiñuelas y juegos de titulares, que nunca soportó.

Siendo periodista de tribunales, se sacó por las noches la carrera de Derecho en la Universitat Oberta de Catalunya. No le cabía en la cabeza cubrir los juzgados sin tener la formación necesaria para entenderlos de verdad. Si una palabra le describe es tenacidad. La tenacidad de quienes creen en que trabajar es la manera de llegar a los sitios. Picar piedra por las mañanas en las salas de la judicatura. Picar piedra por las tardes en la redacción defendiendo y redactando sus noticias. Picar piedra estudiando los temarios de Derecho los fines de semana. Así era su sentido del deber y su impulso de hacer bien el trabajo. En las ruedas de prensa, pasaba por ser un tipo discreto. Otro rasgo de quien sabe que, cuando se trabaja, no se habla. Preguntaba poco, pero siempre con gran inteligencia. Y, al mismo tiempo, cuando estaba entre un pequeño grupo de amigos, se soltaba y, como quien no quiere la cosa, exhibía la admirable panoplia de información y noticias de las que era poseedor.

Los días que le tocaba estar de guardia en la redacción, aparecía con bandejas de pastelillos. Le gustaban los dulces y las comidas especiales. Por compromiso con los compañeros, formó parte del comité de empresa de EL PAÍS. Se afilió con los de CC OO de talleres, los del mono. No es que esos fueran los suyos, él se sentía periodista nato, pero sabía que él venía de lo que esos trabajadores representaban. “Cuando se desligaron los talleres de la redacción, empezó nuestro final”, solía añadir cuando parecía que había terminado de hablar.

Al inicio de su carrera, trabajó en el periodismo municipal, y colaboró con revistas de barrio hasta hace apenas un año. Le fascinaba el mundo de los alcaldes de la periferia de Barcelona. Los había entrevistado y tratado prácticamente a todos. Durante los años ochenta, fue testigo y corresponsal de la política agitada, conflictiva y viva de los ayuntamientos. Con el tiempo, aquellos alcaldes llegaron a ser ministros de gobiernos socialistas, y uno fue presidente de la Generalitat. Pere Ríos los conocía en toda su profundidad política. No solo sabía cómo eran y qué podían sentir estos dirigentes políticos, sino que sabía cómo eran y qué sentían las gentes que les habían votado. Y también las que no.

Desde la izquierda, José María Mena, Pere Ríos y Carlos Jiménez Villarejo, durante la presentación del libro de Ríos, en 2015 en Barcelona.Massimiliano Minocri

En 2015 publicó su libro Banca Catalana. Caso abierto: lo que no se contó del escándalo que enriqueció a Jordi Pujol. El título era largo, pero también lo eran dicho caso y el silencio que habían protegido históricamente al pujolismo. Con este trabajo de investigación, Pere Ríos, además de demostrar que no le amedrentaban los temas difíciles, reivindicó la integridad de las figuras de los fiscales José María Mena y Carlos Jiménez Villarejo, que habían sido socialmente castigados por presentar, en cumplimiento de su deber, la petición de procesamiento contra el presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, y contra otros 17 exconsejeros de la citada banca. El derecho le apasionaba tanto como el periodismo, y eso era porque creía objetivamente en la efectividad de la justicia y en el desvelamiento de la verdad.

En el diario, le tocó cubrir las formaciones políticas de izquierda catalanas, especialmente al PSC. Como votante de izquierdas (votante, pues nunca contempló la abstención), toda la izquierda parlamentaria pertenecía su ámbito ideológico; pero cuando se ponía a trabajar, Pere Ríos era sobre todo periodista, y así, en aras de la información, se había indispuesto pasajeramente (algunas veces, no tan pasajeras), con una considerable cantidad de políticos hacia los que sentía afinidad como elector.

Había aterrizado en la sección de política tras tener que dejar la información de tribunales, ya que acabó estableciendo un vínculo sentimental formal con María Sanahuja, entonces jueza decana de Barcelona, y por esta razón prefirió evitar suspicacias en su función como periodista. Creía en sus ilusiones. Era enamoradizo, y lo que amaba lo amaba también en sus personas. María Sanahuja ha estado atendiendo y cuidando a Pere entregadamente hasta el último segundo.

Al poco de iniciar el tratamiento médico, Pere Ríos tuvo que dejar de ir al diario, pero entonces el diario empezó a ir a su casa a diario. Fue apreciado y querido por sus compañeros en la redacción, y también por los de otras muchas redacciones. Durante los larguísimos días de su cruel enfermedad, no hizo más que recibir llamadas y visitas de compañeros y compañeras de profesión y de las tantísimas amistades que había cosechado en los ámbitos de la política y de los tribunales. Se ganó el afecto de personalidades, como los fiscales Mena y Villarejo, a los que admiraba y de los que ha podido despedirse emotivamente en estas últimas horas.

En su perfil de las redes sociales, aún figura la breve frase con que se definía: “Pere Ríos. Periodista de El País”. De los que pican piedra. Últimamente decía que el mundo había cambiado, y que hoy el periodismo se hace de otra manera. Pero hasta el final, Pere Ríos, siguió leal a su viejo periodismo, que consistía en trabajar duro y aprender de los mayores.

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