Ideas para un mundo nuevo
La automatización, el papel de los humanos en el mercado laboral, la transición energética y la reindustrialización verde se afianzan como las palancas de los esquemas económicos del futuro
Seguro que han escuchado en alguna ocasión la frase “Que alguien pare el mundo, que yo me bajo”. Aunque por lo general se atribuya a Groucho Marx (o a Mafalda), fue acuñada por el periodista estadounidense Earl Wilson y suena muy oportuna en contextos tan convulsos como el actual, cuando el mundo enloquece y un futuro funesto amenaza con acabar de desbaratar el presente. Pero si algo quedó claro en Año Cero, la jornada de reflexión y debate organizada en Barcelona por Retina, vertical digital de tendencias de Prisa, en colabora...
Seguro que han escuchado en alguna ocasión la frase “Que alguien pare el mundo, que yo me bajo”. Aunque por lo general se atribuya a Groucho Marx (o a Mafalda), fue acuñada por el periodista estadounidense Earl Wilson y suena muy oportuna en contextos tan convulsos como el actual, cuando el mundo enloquece y un futuro funesto amenaza con acabar de desbaratar el presente. Pero si algo quedó claro en Año Cero, la jornada de reflexión y debate organizada en Barcelona por Retina, vertical digital de tendencias de Prisa, en colaboración con Santander, Telefónica, Cepsa, Airbus, Indra y el Ayuntamiento barcelonés, es que el mundo no hay quien lo pare. La novedad, para bien o para mal, siempre se abre paso. Lo más constructivo que puede hacerse con ella no es frenarla, sino entenderla, encauzarla y pilotarla.
El acto se celebró el pasado miércoles 26 de octubre en el Museu del Disseny, en pleno 22@, el distrito barcelonés de la tecnología, la creatividad y la innovación. Allí, en la cuarta planta de la gigantesca grapadora de vidrio y metal diseñada por MBM Arquitectes, Retina reunió a una docena de invitados de ámbitos muy diversos y los embarcó en una reflexión compartida sobre cómo se vislumbra el futuro inmediato desde esta recta final de 2022, el primer año de después de la pandemia. Entre los ponentes hubo de todo, apocalípticos e integrados, tecnófilos y escépticos, pesimistas que no se resignan y optimistas que no bajan la guardia.
Paisajes en la niebla
Jaime García Cantero, director de Retina y conductor de la jornada de diálogo, recurrió a una metáfora visual para introducir las ponencias: el futuro, visto ahora mismo, se presenta “como el célebre cuadro de Kazimir Malévich, es decir, negro sobre fondo blanco”. Hay motivos para la inquietud, pero también para la esperanza.
El anfitrión institucional del acto, Jaume Collboni, primer teniente de alcalde del Ayuntamiento de Barcelona, abundó en la misma idea: “La única certeza que tenemos sobre el futuro es que seguirá trayendo incertidumbre. Los últimos años nos han puesto ante el espejo de los retos que afrontamos y está por ver cómo vamos a resolverlos. Desde la política, tenemos la responsabilidad de reducir el frenesí, de aportar soluciones y reducir incertidumbres”. Collboni rechazó sin paliativos “la lectura apocalíptica de lo que está pasando, que no es sino el prólogo de la resignación”. Contra la bandera blanca enarbolada por los que creen que “no hay soluciones o no están en nuestras manos”, el político propone una receta de “innovación, creatividad y propósito”, la misma que nos permitió “vencer a la pandemia”. Y remató su apuesta por el optimismo cauto y proactivo con una frase contundente: “Rendirse no es una opción”.
Tras Collboni, el escritor y periodista irlandés Mark O’Connell, autor de los preclaros ensayos Cómo ser una máquina y Notes from an Apocalypse, intervino desde Dublín para hablar de transhumanismo y de “cómo los mismos millonarios que hace tres años estaban obsesionados con vivir para siempre hoy están convencidos de que el fin del mundo es inevitable e inminente”. O’Connell explicó que fue el nacimiento de su primer hijo el que le impulsó a escribir sobre “la idea de mortalidad y cómo lidiamos social y culturalmente con ella”. Más que el futuro en sí, le interesaba “lo que nuestras ansiedades con respecto al futuro cuentan sobre el presente”. Así, el primero de los ensayos citados le puso en contacto con “los que persiguen la inmortalidad a través de la tecnología”, una tribu de “ateos con una fe mesiánica en la religión del progreso” y cuya idea de vida eterna “tiene muy poco con ver con la experiencia humana tal y como hoy los conocemos”.
El segundo libro lo asomó a realidades aún más siniestras: la de los que construyen búnkeres e inclusos resorts subterráneos de lujo “pensados para que una minoría pueda sobrevivir con todas las comodidades a un holocausto nuclear” o los que preparan “una migración selectiva a Marte para crear en él las sociedades humanas del futuro”. Su conclusión es que las élites tecnológicas y económicas han dejado de preocuparse por la humanidad en su conjunto y están buscando estrategias para “conseguir la mortalidad o garantizar la supervivencia de unos pocos, ellos”.
Cambiar para que siga igual
Menos fúnebre resultó la visión del periodista británico Aaron Bastani, autor del ensayo-manifiesto Comunismo de lujo totalmente automatizado. En su opinión, la tecnología disruptiva va a transformar el mundo del trabajo a muy corto plazo. Y no necesariamente en el sentido que tendemos a dar por supuesto: “Es muy probable que trabajadores con un cierto grado de cualificación, como contables, jueces o médicos, pierdan sus empleos antes que los taxistas, friegaplatos o empleados domésticos”. Él lo explica con un ejemplo intuitivo: “Resulta mucho más sencillo, rentable y eficiente enseñar a una máquina a jugar al ajedrez a un nivel excepcional que ponerla a fregar platos o a cuidar a un anciano”.
Bastani augura que nos asomamos a “una década muy complicada para Europa”, dado que “Estados Unidos y China, con sus formidables avances en digitalización, inteligencia artificial, robótica o gestión de información, han consolidado ya una nueva brecha tecnológica e industrial”. El reto consiste ahora en “articularnos socialmente para que estas tecnologías disruptivas se pongan al servicio de la gente y traigan consigo un nuevo pacto social y un nuevo Estado de bienestar en que se trabaje mucho menos y muchos de los actuales bienes de consumo regulados por mercados pasen a ser gratuitos”. Urge empezar a planificar la transición hacia el poscapitalismo. Él lo ve necesario y factible, pero asume que “no será fácil”. Considera que habrá que luchar por ello, y que en esa lucha “nos jugamos nuestro futuro”.
La filósofa e investigadora Clara Serra abordó el descrédito de la política, el auge de los extremismos y el deterioro del debate público en las sociedades democráticas. En su opinión, un signo preocupante es que “a nivel colectivo, hemos perdido la capacidad de escuchar al que no piensa como nosotros”. Cada vez más, “tendemos a encerrarnos en nichos ideológicos y proteger nuestras identidades individuales y grupales”.
Estamos dando la espalda a “la otredad, la pluralidad y la diferencia”, renunciamos al verdadero debate. Cedemos a la tentación de “combatir al que nos cuestiona o nos ofende mediante la exclusión o la censura”. En su opinión, este orden de cosas es terreno abonado para el discurso intransigente de la extrema derecha porque “al intentar silenciarla o recurrir a sus tradicionales armas punitivas contribuimos, en realidad, a legitimarla”.
Cambio de modelo
Serra aboga por “un modelo distinto”, como el que propone “el feminismo dialogante e inclusivo”. Contra la lógica “de los hombres asustados y enfadados” en que se sustenta el populismo identitario, ese feminismo transformador ofrece “relaciones sociales equitativas para todos, mujeres y hombres”, y un modelo de convivencia distinto, “basado más en la cooperación y los cuidados mutuos que en la guerra de todos contra todos”. Para la filósofa, “el patriarcado capitalista es un sistema prescriptivo que oprime a todos y reprime y castiga cualquier disidencia”. Tal vez no resultaría tan traumático para algunos hombres “renunciar a determinados privilegios injustos si a cambio obtienen nuevas libertades”. Tenemos mucho que ganar, concluye Serra, “si nos organizamos para cuestionarlo todo”.
Para Juana López Pagán, directora general de Políticas Contra la Despoblación, el futuro de nuestro país pasa también por abordar de manera resuelta y creativa el reto demográfico que nos plantea la España vacía. Ella lo resume en “vertebrar mejor el territorio” y redoblar los esfuerzos para “acercar la Administración del Estado al ciudadano”. Decisiones como llevar fuera de Madrid la futura sede de la Agencia Española de Supervisión de la Inteligencia Artificial le parecen “un paso en la dirección correcta”. El suyo es un departamento joven, “una novedad en el Gobierno de España”. En consecuencia, su primera labor ha consistido en “crear una estrategia y una narrativa, un punto de partida para posteriores esfuerzos”. Esta línea de actuación consiste en “mirar al territorio de cerca, pensar una España en red, cada vez más policéntrica”, y estimular “la cooperación activa entre campo, grandes ciudades y ciudades intermedias”.
Ecos de un futuro ancestral
Año Cero contó con un entremés exquisito. Antes de que arrancasen las ponencias, la cantante y compositora Maria Arnal interpretó un tema, El cant de la sibil·la, que es un puente tendido simultáneamente hacia el pasado y el futuro. Encerrada en un vanguardista cubículo en una esquina del escenario, cantó acompañada de un organetto, un órgano portátil con fuelle rescatado de la Edad Media, y de un espectral coro de voces generadas por un algoritmo de inteligencia artificial. El organetto, cuyo diseño y ajuste, según explicó Arnal a continuación, corría a cargo del maestro organista Albert Blancafort, “cuenta con un motor que le proporciona una presión de aire continua, con lo que su sonido se mantiene estable, aunque puede modificarse a voluntad haciendo uso de un aplique”. La cantante lo describe como “la voz de Dios”. En cuanto a los coros, son fruto del trabajo de la estadounidense Holly Herndon, infatigable creadora de experiencias musicales “transhumanas” como una aplicación, Holly+, que permite cantar con un exacto calco informático de voces ajenas. Para Arnal, inquieta y desprejuiciada, la tecnología es un formidable vehículo, pero no un fin en sí mismo. En El cant de la sibil·la la pone al servicio del folclore ancestral de la cuenca del Mediterráneo: “Se trata de una canción antiquísima que ha llegado hasta nuestros días”, un bello y lúgubre lamento “dedicado a las pitonisas del oráculo de Delfos”.
Puedes seguir a EL PAÍS Catalunya en Facebook y Twitter, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal