Por qué Marta Rovira no seguirá los pasos de Anna Gabriel y seguirá en Suiza

La secretaria general de Esquerra sigue procesada por rebelión e ingresaría en prisión al llegar a España

Marta Rovira y Oriol Junqueras, en el Parlament.ALBERT GARCIA

La llegada por sorpresa a España de la exdiputada de la CUP Anna Gabriel, el pasado martes, para ponerse a disposición del Tribunal Supremo ha suscitado una pregunta: ¿seguirá sus pasos la secretaria general de Esquerra Republicana, Marta Rovira, también huida a Suiza? La respuesta es que no, o no lo hará al menos de momento, porque su situación procesal es mucho más delicada que la de la anticapitalista. Proce...

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La llegada por sorpresa a España de la exdiputada de la CUP Anna Gabriel, el pasado martes, para ponerse a disposición del Tribunal Supremo ha suscitado una pregunta: ¿seguirá sus pasos la secretaria general de Esquerra Republicana, Marta Rovira, también huida a Suiza? La respuesta es que no, o no lo hará al menos de momento, porque su situación procesal es mucho más delicada que la de la anticapitalista. Procesada por un delito de rebelión, su llegada a España supondría su detención e ingreso en prisión preventiva y de nada le serviría el clima de distensión política entre el Gobierno y la Generalitat.

De todos los líderes del procés que abandonaron Cataluña tras el referéndum del 1-O y la posterior persecución judicial, Rovira es “la única verdaderamente fugada”, señalan fuentes cercanas a la número dos de los republicanos. En febrero de 2018, el juez Pablo Llarena la dejó en libertad bajo fianza de 60.000 euros tras tomarle declaración. Un mes después, rompió esa medida cautelar y viajó hasta Suiza siguiendo los pasos de Gabriel, que se había marchado unas semanas antes. Perdió la fianza, pero también la vida tal como la conocía hasta entonces. “Emprendo un camino duro, uno que tantos otros han tenido que coger, el camino del exilio”, anunció entonces a través de una carta.

La investigación judicial sobre el procés, sin embargo, iba a conducirles por caminos muy distintos. Sin responsabilidades en el Gobierno que organizó el referéndum declarado ilegal por el Tribunal Constitucional, la exdiputada de la CUP fue procesada únicamente por un delito de desobediencia en julio de 2018. Como ese delito conlleva penas de multa e inhabilitación, pero no de cárcel, en ningún caso se le podía haber impuesto una medida de prisión provisional. Pero el temor a que se ampliaran los cargos contra ella, la orden de detención nacional por no comparecer ante el juzgado estaba vigente, Gabriel decidió ser prudente y permanecer en Suiza.

La labor de mediación llevada a cabo en las últimas semanas por su abogado, Íñigo Iruin -un histórico defensor de la izquierda abertzale, que también se encargó del regreso de la republicana Meritxell Serret, exconsejera de Agricultura del Govern de Carles Puigdemont- le llevó a la convicción de que no sería detenida ni encarcelada. El martes dio el paso: voló desde Suiza y se puso a disposición de Llarena, que la dejó en libertad a la espera de citarla para declarar. Gabriel regresó ese mismo día a Ginebra, donde ejerce como líder de un sindicato local.

Rovira huyó cuando había sido citada para que se le notificara su procesamiento. Según el juez Llarena, su marcha reforzaba el riesgo de fuga de los otros líderes del procés y, por tanto, los argumentos jurídicos para su encarcelamiento preventivo. Procesada en rebeldía, se marchó con su familia porque, como madre de una niña pequeña, no quería verla crecer desde una celda. Nunca se dictó una orden de detención internacional -pese a que el magistrado llevó a cabo algunas gestiones, infructuosas, con Interpol-, pero la orden de detención en suelo español sigue vigente.

Fuentes cercanas a su defensa aseguran que Rovira es consciente de que su situación procesal no ha cambiado un ápice. Pese a que los líderes del procés fueron condenados por sedición y no por rebelión, y aunque fueron finalmente indultados por el Gobierno, la dirigente de ERC tendría que afrontar todo un periplo judicial con un resultado poco claro. Solo una reforma generosa del delito de sedición, en un horizonte lejano, podría dibujar otro escenario y abrirle las puertas del regreso. “Nadie le ha dado garantías de nada, y no se ha planteado marchar”, explican esas fuentes.

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