Opinión

Populismo cuqui

Laura Borràs rompe cada día la etiqueta política de las redes respondiendo a elogios de cuentas anónimas, retuiteando comentarios laudatorios de sintaxis cuestionable y mostrando su aprobación por cualquier fotomontaje que la alabe

La presidenta del Parlament, Laura Borràs. DAVID ZORRAKINO - EUROPA PRESS / 08/02/2022DAVID ZORRAKINO - EUROPA PRESS (DAVID ZORRAKINO - EUROPA PRESS)

Una suerte que tenemos con el caso Juvillà es que era tan banal y previsible que no es necesario examinar los hechos y nos podemos centrar en la poesía. Concretamente, en la poesía de Twitter, porqué la diferencia más interesante entre Laura Borràs y el resto de políticos catalanes es su uso de la red social. Contra los burócratas que intentan mantener una aura técnica y una cierta fachada de racionalidad, Borràs rompe cada día la etiqueta política de las redes respondiendo a elogios de cuentas anónimas, retuiteando coment...

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Una suerte que tenemos con el caso Juvillà es que era tan banal y previsible que no es necesario examinar los hechos y nos podemos centrar en la poesía. Concretamente, en la poesía de Twitter, porqué la diferencia más interesante entre Laura Borràs y el resto de políticos catalanes es su uso de la red social. Contra los burócratas que intentan mantener una aura técnica y una cierta fachada de racionalidad, Borràs rompe cada día la etiqueta política de las redes respondiendo a elogios de cuentas anónimas, retuiteando comentarios laudatorios de sintaxis cuestionable y mostrando su aprobación por cualquier fotomontaje que la alabe, sin límite aparente en lo kitsch. Una de sus declaraciones más reproducidas la semana pasada por todos los medios decía: “No he dicho mi última palabra”. Era un tuit con el que Borràs había respondido a un usuario con menos de quinientos seguidores.

El populismo exige fundirse con el pueblo a través de sus medios de comunicación de masas. Berlusconi fue el rey de la tele y Donald Trump inauguró la era de Twitter. La mayoría de análisis que acusan a Borràs de trumpismo detectan una mezcla de lenguajes impropios de un político convencional y la sustitución de los criterios de verdad por el wishful thinking. Después siempre se intenta ir más allá y denunciar una derivada supuestamente peligrosa, insinuar que la cosmética de la posverdad es una rampa que baja hasta el viejo fascismo. En realidad, lo que emparenta el estilo de Borràs con los nuevos populismos es que no quieren ganar la batalla que proclaman, solo postergarla indefinidamente.

Al igual que Donald Trump no tomó las riendas de sus seguidores para dar un golpe de Estado, o que Vox gobierna de forma indistinguible del PP en las comunidades autónomas donde ha llegado al poder, el procesismo no tiene un proyecto revolucionario verdaderamente estructurado. De hecho, los tres ejemplos también ayudan a ver cómo las políticas concretas que se aplican no sólo no contradicen las de las élites que dicen combatir, sino que las refuerzan: Trump denuncia la desindustrialización mientras baja los impuestos de quienes la han causado, Vox critica las autonomías pero ocupa todos los organismos autonómicos que puede, el independentismo demoniza a España pero facilita la gobernabilidad que le da prestigio delante de Europa.

La novedad del caso Borràs es el estilo: mientras la mayoría de nuevos populismos se nutren de machos alfa y critican la dictadura woke, el populismo cuqui de Borràs maneja el feminismo, la democracia y la empatía. Pero el efecto espejo es el mismo: la batalla política sobre hechos y conflictos estructurales se sustituye por un antagonismo cultural agotador. El problema principal Cataluña no es que España no reconozca la soberanía del Parlament, cosa que ya sabe todo el mundo, sino que los catalanes independentistas no tienen ningún proyecto realista para lograr este reconocimiento. El segundo es que cualquier intento de articularlo está bloqueado por unas élites posprocesistas capaces de mantener en tensión a un número de catalanes lo suficientemente grande para seguir ganando elecciones. Después de una entrevista en que Borràs siguió mintiendo y no presentó ningún plan alternativo, el tuitero a quien respondió lo de la última palabra ha escrito: “Hay que reconocer que, aunque los políticos supuestamente independentistas, los llamados procesistas, han perdido toda credibilidad, @LauraBorras tiene la propiedad de convencer y salir creíble de todos los obstáculos”.

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