El Sónar concluye su edición de 2021 en el CCCB apelando al baile

Il Quadro De Troisi firmó el concierto más amable del festival

Ambiente en la última noche del festival Sónar en la edición de 2021.Albert Garcia

Y al final se impuso la fiesta. Con un cartel que el sábado fue quizás más anguloso que el viernes, el Pati de les Dones del CCCB se convirtió, ya desde media tarde, en un concurrido club al aire libre donde se celebró la proximidad entre los cuerpos en movimiento durante la última jornada del Sónar. Mientras tanto los escenarios del Complex y del Hall mantuvieron un correcto nivel de ocu...

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Y al final se impuso la fiesta. Con un cartel que el sábado fue quizás más anguloso que el viernes, el Pati de les Dones del CCCB se convirtió, ya desde media tarde, en un concurrido club al aire libre donde se celebró la proximidad entre los cuerpos en movimiento durante la última jornada del Sónar. Mientras tanto los escenarios del Complex y del Hall mantuvieron un correcto nivel de ocupación que solo fue tristón en el concierto de B Flecha. A última hora de la noche, sin otra actividad posible, el Hall se llenó con DJ Nigga Fox y sus aires exóticos y previamente Koreless en el Complex realizó un magnífico directo que se impuso pese a resultar imposible de bailar cuando lo que el público deseaba era preciosamente eso, bailar. El mundo Sónar tiene estas cosas.

Tratándose de un sábado la ocupación fue máxima: 1.900 entradas vendidas para un espacio con una limitación de aforo al 80%, cuyos dos escenarios, situados en los extremos del recinto, albergan a 750 personas (400 el Complex y 350 el Hall). Se imponía así facilitar la movilidad del público en un espacio ya de por sí dificultoso, dado que el Pati de les Dones era a la vez pista de baile y zona de paso entre Complex y Hall. Aún con todo, a algún responsable del CCCB se le ocurrió aplicar rígidamente la política de aforos, y a última hora de la tarde se formó un peligroso tapón entre el bar de la Plaza Corominas y el Pati de les Dones, donde se quería evitar el acceso de más personas.

Incluso hubo una amenaza de cerrar la verja para impedir el paso, lo que por fortuna no se hizo ante las protestas del público y un súbito rayo de cordura por parte de quien dio la orden, evitándose así males mayores. Parecería que debería estar sabido que según en qué casos aplicar estrictamente las normas puede desencadenar mayores problemas que los que se desean evitar.

Por hacer un resumen artístico de la jornada, se podría establecer un arco que iba del folk experimental y depresivo de Parremin & Weinrich & Rollet, al retorno mental a la mentalidad espiritual post-hippy de Die Wilde Jagd, que mezclaron rock y electrónica en modo planeador, pasando por el eclecticismo formal y la gravedad de Marina Herlop, el pop electrónico amigable y melódico de Il Quadro De Troisi, quizá el concierto más amable del festival. O quizá la electrónica ambiental y pausada con alma melódica y corazón de rhythm and blues de B Flecha, que vació su escenario como una carga de fusilería un cuadro de infantería. No parecía el público dispuesto a sensaciones tenues. Por eso, pese a no ser bailable, Koreless se impuso con su concierto.

Rara belleza digital

Productor vinculado a artistas como FKA Twings, Lewis Roberts, invisible tras sus instrumentos, sin luz alguna que le enfocase, puso de largo partes de su último álbum, Agor, un disco de rara belleza digital formado por pistas de audio que parecen recortadas y pegadas de manera que se note el corte, abrupto, ritmos no pautados en clave de baile, capas de ruido que pasaban por las composiciones como nubes de niebla y loops de voces que se repetían entrecortadas o que funcionaban como único asidero memorizable, caso por ejemplo del remix de Never Come Back o en Joy Squad. Todo ello a un volumen de alarma nuclear y con unos sonidos y crepitaciones de una nitidez asombrosa.

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En la parte posterior de la sala, Holly Herndon, una de las reinas de la voz generada por inteligencias artificiales y estrella del Sonar A+I intentaba, como casi todo el mundo, asirse a algún elemento que permitiese bailar. Como todos, lo logró en escasos momentos, pues la actuación, que se inició y continuó amagando un éxtasis final, no lo ofreció en ningún momento. Contención de la expansión como quien agita una botella de cava que sabe nunca destapará. Fue uno de los mejores momentos del festival, al que ya espera el próximo verano un coloso que no ha podido despertar estos dos últimos años.

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