EXPOSICIONES

Electrizante Tesla en Cosmocaixa

El centro reivindica al visionario inventor con una espectacular exposición que lo presenta como adelantado a su época

Una visitante en la exposición sobre Tesla en Cosmocaixa.

Rayos, máquinas inquietantes que emiten música ensordecedora y chispas, tubos de vidrio que se encienden solos, globos y otros ingenios voladores, un barco que navega sin tripulación, una alta torre para transmitir energía sin cables, o un oscilador que cuando lo experimentas a lo mejor te envía al baño (eso es lo que le pasó a Mark Twain al subirse). Son algunas de las cosas singulares y a veces perturbadoras -aunque no tanto como darte cuenta de lo mal que andamos muchos de conocimientos básicos de física- que te encuentras en la electrizante, y valga la palabra, exposición sobre el científi...

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Rayos, máquinas inquietantes que emiten música ensordecedora y chispas, tubos de vidrio que se encienden solos, globos y otros ingenios voladores, un barco que navega sin tripulación, una alta torre para transmitir energía sin cables, o un oscilador que cuando lo experimentas a lo mejor te envía al baño (eso es lo que le pasó a Mark Twain al subirse). Son algunas de las cosas singulares y a veces perturbadoras -aunque no tanto como darte cuenta de lo mal que andamos muchos de conocimientos básicos de física- que te encuentras en la electrizante, y valga la palabra, exposición sobre el científico, inventor y visionario Nikola Tesla, inaugurada hoy en la sede barcelonesa de Cosmocaixa (Nikola Tesla: un genio de la electricidad moderna, hasta el 13 de febrero de 2022).

La muestra, en colaboración con el Nikola Tesla Museum de Belgrado, hace un gran esfuerzo didáctico para intentar explicar los conceptos científicos en la base de los inventos (¡el motor de inducción polifásico!) y teorías del personaje, un individuo genial, con cerca de 300 patentes, y excéntrico, que pensaba a lo grande, cuya aportación se revisa al alza hasta convertirlo en un adelantado de la modernidad. “Extremadamente adelantado a su tiempo”, dice de él uno de sus biógrafos, Richard Mundon (Tesla, inventor de la modernidad, Indicios, 2019). Imaginó un sistema mundial de transmisión inalámbrica y construyó el primer mando a distancia, se avanzó al sistema SETI en la búsqueda de inteligencia extraterrestre con el teslascopio (confiaba en que la hubiera en Marte), y sostuvo, ojo al dato, que la electricidad ha de ser barata. Los coches Tesla se llaman así por él (el magnate Elon Musk, director de la compañía de automóviles, quiere además restaurar su laboratorio en Long Island y convertirlo en museo).

Tesla (1856-1943, nacido en el imperio austrohúngaro y fallecido durante la II Guerra Mundial) ha pasado como pocos otros científicos al acervo de la cultura popular y aparece en novelas (El palacio de la luna, de Paul Auster), cómics, series, películas y hasta en la música. Björk y Arc Attack han creado temas electrónicos con las célebres bobinas de Tesla (hay una impresionante en la exposición) y David Bowie encarnó al inventor en el filme El truco final (2006), de Christopher Nolan, en el que un mago que rivaliza con otro le hace crear una máquina para estar en dos lugares a la vez. En la exposición no hay una montaña de sombreros de copa teletransportados como en la película, y, de hecho, al preguntarle este diario a la gerente del Nikola Tesla Museum, Radmila Adzic, si el inventor tuvo en realidad alguna relación con magos o ilusionistas respondió con un lacónico y cabreado: “No”. Sin embargo, algo de la personalidad enigmática, rara y a veces estrambótica de Tesla -no tenía relaciones sentimentales porque consideraba que el sexo distraía (¡y cómo!), vivía en hoteles, le apasionaban las palomas y acabó obsesionado con una- se refleja en la exposición.

También el aura de misterio, de científico romántico y hasta frankensteniano que le ha rodeado a menudo y que chifla al nutrido club de los teslianos. Es verdad que para más de uno la diferencia entre la corriente continua y la corriente alterna (que explica con mucha paciencia la muestra) es un misterio frankensteniano. Las teorías de la conspiración se han cebado en Tesla, lo que es lógico si se piensa que hacía cosas muy raras para los mortales comunes, muchos de sus papeles se han perdido, el FBI le investigó y entre sus inventos figura un “rayo de la muerte”. Entre los disparates que se han dicho de Tesla uno de los mejores es que lo habría estrangulado personalmente el jefe de comandos de las SS Otto Skorzeny a fin de robarle descubrimientos para los nazis.

La exposición, con material del museo de Belgrado (incluidas réplicas de su ropa y su máscara funeraria) trufado de experimentos ilustrativos en los que es tan potente Cosmocaixa, sigue cronológicamente la vida y los inventos de Tesla. Arranca con su nacimiento y la especie de que fue durante una tormenta eléctrica, lo que habría hecho decir a la comadrona “este niño será hijo de la oscuridad”, a lo que la madre habría contestado: “No, será hijo de la luz”. Los serbios no querrán hablar de la relación de Tesla (que para ellos es un icono nacional) con el ilusionismo, pero al parecer se apuntan al mito, incluso al de que su primera experiencia de la electricidad la tuvo acariciando un gato a los 3 años.

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En la muestra, que para rebajar intensidad tiene como hilo conductor una serie de dibujos estilo cómic y por la que esta mañana ha conducido una visita muy estimulante (realizó un impresionante experimento con fluorescentes) su coordinador Jordi Alay, figura una maqueta de la casa natal del inventor junto a la iglesia de su padre, sacerdote ortodoxo serbio. Luego unos maniquíes lo muestran con un amigo en uno de sus momentos Eureka, trazando en el suelo a lo Arquímides en un paseo por un parque de Budapest en 1882 e iluminado por un pasaje del Fausto de Goethe, un innovador motor que utilizaba un campo magnético rotatorio. El recorrido lo sigue en su aventurero viaje a EE UU (en un barco con motín incluido), su trabajo para Edison en la iluminación pública de Nueva York, con el que luego se volvieron rivales y vivieron la famosa “guerra de las corrientes” (título también de la reciente película en la que a Edison lo interpreta Benedict Cumberbatch y a Tesla Nicholas Hoult), los triunfos de Tesla junto a George Westinghouse (sic), sus experimentos espectaculares, su adelanto de los Rayos X (las sombrografías), la obsesión con la transmisión de energía e información a distancia, sin hilos (con las bobinas Tesla); o la investigación de la resonancia: en ese apartado figura el oscilador mecánico con plataforma al que te puedes subir y da como un cosquilleo que dura un buen rato; los vecinos de Tesla creyeron que estaba provocando un terremoto y llamaron a la policía.

Se exponen máquinas impresionantes (aunque no entiendas lo que hacen) y una reproducción enorme de la Torre Wandenclyffe que parece surgida de una historia de H. G. Wells. Se explica que Marconi utilizó patentes de Tesla para su radio y que al inventor y a Edison se les llegó a dar como ganadores del Nobel al alimón (no lo fueron). También se trata del “rayo de la muerte”, la “telefuerza” de la que habló en 1834 y que era un cañón electromagnético que puso los dientes largos a más de un ejército. Hombre de ideas sociales también muy avanzadas, un dispositivo permite explorar sus consideraciones sobre el arte, la sociedad, la vida y otros temas. Muerto en soledad (tardaron días en encontrar el cuerpo en la habitación de hotel donde había colgado el letrero de “no molestar”) y en una relativa pobreza elegante, Tesla ha dado nombre a un asteroide, a un cráter de la luna y, como queda dicho, a una marca de coches. Pero sobre todo es un nombre que enciende el ansia de saber y te recorre fulgurante el cuerpo electrizándote de entusiasmo por el conocimiento y sus apasionantes caminos. Tesla. “No me preocupa que otros roben mis ideas”, dijo, “sino que no las tengan”.

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