La fotografía con otros ojos de Guido Guidi

Tres exposiciones en La Virreina del autor italiano, Joan Fontcuberta y Adrià Julià reflexionan sobre el valor simbólico e ideológico de las imágenes

Montaje con las imágenes de Guido Guidi en La Virreina.Pep Herrero

La pequeña imagen inmortaliza un descampado sin rasgos especiales ni glamour, importante solo para quienes lo conocen. Sin embargo la foto llama poderosamente la atención quizás por los palos de la luz en primer plano, formando la ‘A’ de anarquía. Es la misma geometría que vuelve en una imagen de 60 años después, como si fuera el signo de un alfabeto ancestral inscrito en el paisaje. Las dos fotografías abren y cierran el recorrido de Da zero, la exposición que ...

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La pequeña imagen inmortaliza un descampado sin rasgos especiales ni glamour, importante solo para quienes lo conocen. Sin embargo la foto llama poderosamente la atención quizás por los palos de la luz en primer plano, formando la ‘A’ de anarquía. Es la misma geometría que vuelve en una imagen de 60 años después, como si fuera el signo de un alfabeto ancestral inscrito en el paisaje. Las dos fotografías abren y cierran el recorrido de Da zero, la exposición que La Virreina Centre de la Imatge dedica al autor italiano Guido Guidi (Cesena, 1941) referente de las prácticas de renovación de la fotografía desde principio de los años 60. Se trata de la mayor retrospectiva nunca realizada sobre el trabajo de este fotógrafo que ocupa un lugar fundamental en la reflexión en torno al paisaje contemporáneo, el urbanismo, la arquitectura y el propio medio fotográfico.

En una sociedad fuertemente politizada como la italiana de aquella época, con su atípica reivindicación de las áreas suburbanas y rurales, los territorios anónimos y las carreteras secundarias, Guidi se convierte en una rara avis, decidida a poner el foco en aquello que no existe, simplemente por no tener un interés paisajístico, turístico, cultural o económico. “Guidi no trabaja con esquemas preconcebidos, no busca plasmar una tesis, configurar un relato o trasladar una consigna política. Tampoco quiere monumentalizar o dignificar los espacios de su propia cotidianeidad o las áreas sin connotaciones estéticas. Su politización es más sutil, más vanguardista”, explica la comisaria Marta Dahó, que del corpus de este prolífico autor ha seleccionado 250 imágenes, desde sus primeras tomas, cuando tenía solo 15 años, hasta la actualidad. Incluso hay una obra realizada especialmente para La Virreina, donde apunta al paso del tiempo a través de un diálogo visual con la Vieja del Giorgione.

Adrià Julià, junto a algunas de sus obras que se pueden ver en La Virreina.Pep Herrero

Guidi no tiene una dimensión periodística, ilustrativa, pedagógica o dogmática, le interesan los detalles y los micro acontecimientos aparentemente irrelevantes. Para vivir nunca realizó trabajos de publicidad, pero como fotógrafo técnico aceptó encargos de instituciones y universidades, lo que dio origen a trabajos de referencia como la larga investigación sobre la Tumba Brion del arquitecto Carlo Scarpa. “Con ironía Guidi asegura que su cámara es rebelde y maleducada y asegura que le permite aprender a ver la realidad de forma menos automática. Sin renunciar al diálogo con la historia de la fotografía, Guidi realiza continuas relecturas críticas del medio”, continúa Dahó, recordando que el italiano llegó a ensayar con cámaras construidas por el mismo.

“Dahó ha hecho uno de los comisariados más brillantes y exhaustivos de los que hemos acogido. Es una exposición que podría verse en cualquier grande museo internacional”, asegura Valentín Roma, director de La Virreina, que con esta muestra continúa en la línea de redescubrimiento de autores italianos, poco conocidos en España, así como en la revisión y el cuestionamiento de las prácticas contemporáneas en torno a los usos y el valor simbólico e ideológico de la imagen.

Joan Fontcuberta con algunas de las fotografías que se pueden ver en La Virreina.Pep Herrero

La voluntad de investigar la cultura de la imagen a través de sus lenguajes y sus aparatos, se plasma en la muestra Conquista del inútil, que reúne una selección de proyectos de Adrià Julià, de 2006 hasta la actualidad. Se trata de obras muy complejas desde el punto de vista tecnológico y fascinantes en su formalización, que abordan la evolución de las culturas de la imagen. Como Guidi también Julià se enmarca en la tradición micro histórica, rescatando aspectos desatendidos por los relatos dominantes, hasta el punto de poder parecer anecdóticos. Como un prisma, las obras de Julià ofrecen diversas perspectivas y claves de lectura, centrándose en una suerte de arqueología tecnológica sobre la producción y el consumo de imágenes y la relación entre cuerpo y máquina. Aquellas máquinas, aparentemente obsoletas, que plasman en La Virreina mundos fantasmagóricos. Organizadas por primera vez en una retrospectiva, estas instalaciones revelan un camino de búsqueda lleno de interrogantes, que parecen condensarse en la pieza final la Cámara fundida, una icónica Eyemo que sirvió para cubrir desde la Guerra Civil española hasta la de Vietnam, que el artista convierte en una reliquia tecnológica, un exvoto en el altar de la imagen.

Desafío a Roland Barthes

Joan Fontcuberta, últimamente aún más ubicuo de que costumbre, presenta también en La Virreina un nuevo proyecto Ça-a-été? Contra Barthes, un ensayo visual en el cual básicamente sostiene que todas las imágenes están a la espera de un texto. Fontcuberta, que lleva años investigando las nuevas prácticas de la postfotografía, rechaza una vez más la incuestionabilidad de las imágenes, afirmando que de por sí siempre presentan ambigüedades y posibles equívocos de interpretación. “Barthes es el padre de la fotografía moderna. Ya ha llegado el momento de matar al padre y seguir el camino”, afirma el artista que ha desarrollado su proyecto a partir del célebre libro de Barthes, La cámara lucida.

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