Visibilidad para los invisibles de los museos
Sophie Köhler reivindica en una exposición fotográfica en Can Framis de la Fundación Vila Casas de Barcelona el silencioso papel de los vigilantes de sala
En The Square, la película ambientada en un museo sueco que ganó la Palma de Oro de Cannes y fue elegida mejor película europea en 2017, su director Ruben Östlund realiza una crítica hilarante sobre el arte contemporáneo. En el filme —aparte de la terrorífica performance protagonizada por el actor Terry Notary haciendo de gorila—, una de las protagonistas es una vigilante de sala...
En The Square, la película ambientada en un museo sueco que ganó la Palma de Oro de Cannes y fue elegida mejor película europea en 2017, su director Ruben Östlund realiza una crítica hilarante sobre el arte contemporáneo. En el filme —aparte de la terrorífica performance protagonizada por el actor Terry Notary haciendo de gorila—, una de las protagonistas es una vigilante de sala que controla desde su silla que los visitantes no fotografíen o dañen las obras. Un celo que no impide que una de ellas, formada por montones de arena, acabe destruida por un limpiador nocturno.
La silenciosa vigilante es el ejemplo de unos de los trabajos más importantes e invisibles de cualquier museo. Apenas se les percibe, pero ellos acaban sabiendo más saben de las obras que se exponen a fuerza de pasar horas junto a ellas. Si el tiempo de observación de una obra de arte es de 28,63 segundos de media, ellos pasan jornadas de ocho horas. A unos cuantos de estos trabajadores, les dedica Sophie Köhler, 8 horas con Tàpies, la exposición que puede verse en Can Framis de la Fundación Vila Casas hasta el 19 de septiembre.
Köhler (Essen, Alemania, 1977) ha dedicado más de dos años a este proyecto que ha realizado con trabajadores de la Fundación Tàpies, el MNAC, el Macba y la Fundación Mapfre, después de ganar el premio de fotografía 2020 de la Fundación Vila Casas con uno de los trípticos en los que se ve a Abel, del MNAC, en medio de dos obras de Fortuny. Como Abel, la decena de trabajadores retratados son anónimos, ya que no hay cartelas que diga quiénes son y donde están. Pero si podemos escucharlos en las entrevistas que se oyen de fondo.
Son Pablo Jesús Ladero y Bárbara Méndez, del Macba; Pablo Sánchez-Beato, Eugenia Montaner y Lluís de la Torre, de la Fundación Mapfre; Maria Carmen Sánchez, Abel Marco y Mònica Caravaca, del MNAC y Pau Mondelo y Manolo Ferrús, de la Fundación Tàpies. En otras fotografías aparecen sus sillas, vacías, pero claves para cada uno de ellos. “Todo partió del juego que el personal del MNAC practica cada vez que en sus vacaciones visitan un museo y envía fotos de las sillas que ven a sus compañeros”, relata Köhler. Sorprende la ausencia del Museo Picasso, el museo con más visitantes de Barcelona, que “no quiso albergar el proyecto en sus salas”, explica Köhler restando importancia a la única negativa que recibió durante su trabajo.
El vigilante de sala es el contacto directo del museo con el visitante. A ellos se les puede preguntar dónde están los lavabos o la salida, pero también el significado de las obras o quién es su autor. Hubo un tiempo en el que centros como la Fundación Joan Miró busco entre estudiantes de Historia del Arte o de Restauración a sus vigilantes para ofrecer un plus a los miles de personas que, antes de la pandemia, los visitaban cada año. Con el paso de los años estos estudiantes acabaron siendo jefes de colección y responsables de las actividades y de públicos del centro. Algunos de ellos, incluso, son directivos de fundaciones como la Vila Casas que ahora les dedica esta exposición. El aumento de la externalización de estos servicios ha hecho que ahora los directores de estos centros no sepan el nombre, ni quiénes son estas personas que cambian de un día para otro. Para colmo, la pandemia ha hecho estragos en este colectivo. Incluso Köhler explica no estar segura de que algunos de los retratados en sus fotos continúen en sus puestos de trabajo.
De los talleres de la facultad a la intimidad de casa
Paralelamente, el museo inaugura una segunda exposición: Estètiques de la proximitat, en el marco del proyecto Patrim’20, con una selección de obras artísticas creadas por el alumnado del último año de carrera de la Facultad de Bellas Artes de la Universitat de Barcelona (UB). Abierta hasta el 25 de julio reúne obras de Emili Codina, Inés Pedraza, Paula Pozo, Xènia Real, Laia Rodríguez y Rita Sala, y tratan temas como el cambio climático, el género y la relación entre el ser humano y la naturaleza. El Patrim se lleva a cabo desde hace más de 30 años, pero esta edición tiene la particularidad de que las obras que se exponen no se han gestado en los talleres de la Universidad, sino en la “intimidad y soledad” por la pandemia.