Las chicas que pusieron el críquet en la agenda política de Barcelona

Entre los proyectos a elegir en los primeros presupuestos participativos del Ayuntamiento figura la creación de un campo de este deporte en Montjuïc

Hifsa Butt, en el centro con una trenza, en un partido entre el equipo del Poble Sec (de amarillo) y el de Trinitat Vella (naranja).FEEB

Barcelona inicia esta semana el proceso final de elección de proyectos en los primeros presupuestos participativos del Ayuntamiento. 30 millones de euros a los que optan 184 proyectos de los diez distritos. A cada distrito le corresponderán entre dos y tres millones y medio de euros, en función de su población y realidad socioeconómica. En la fase previa de selección, de las 2.000 propuestas presentadas la que más votos obtuvo fue la reforma del campo Julià de Campany, en ...

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Barcelona inicia esta semana el proceso final de elección de proyectos en los primeros presupuestos participativos del Ayuntamiento. 30 millones de euros a los que optan 184 proyectos de los diez distritos. A cada distrito le corresponderán entre dos y tres millones y medio de euros, en función de su población y realidad socioeconómica. En la fase previa de selección, de las 2.000 propuestas presentadas la que más votos obtuvo fue la reforma del campo Julià de Campany, en Montjuïc, para la práctica del críquet y deportes minoritarios. Un primer triunfo que tiene origen en la cabezonería de un grupo de chicas que juegan a críquet 11 desde hace cuatro años y que quieren ser las primeras integrantes de la selección femenina de la Federación Catalana de Críquet. Pero la ciudad no tiene un espacio en condiciones donde practicar el deporte nacional de los países de origen de sus familias.

“El críquet nos aporta salir de casa, despejarnos de los estudios, pasión, juego en equipo... queremos un espacio donde practicarlo, que igual que se conoce nuestra cultura se conozca nuestro deporte”, dice Hifsa Butt, estudiante del Raval de 18 años e integrante del equipo que ha lanzado la propuesta. “Las integrantes del equipo y las que lideramos este proyecto, somos todas chicas. Los entrenamientos suponen para nosotras un espacio de seguridad y de empoderamiento femenino donde podemos desarrollar nuestras aptitudes con libertad”, señalaron en su petición. Butt apunta que ella no ha tenido ningún problema para jugar, pero que hay compañeras cuyas familias no entendieron de entrada las ganas de jugar de sus hijas: “Han tenido que luchar más que sus hermanos, sobre todo si llevan poco tiempo aquí”.

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En Barcelona hay unos 400 jugadores y jugadoras de críquet, en más de 25 equipos, pero sin un espacio específico. Además del campo con el pitch (un espacio central más duro, de arcilla prensada, para la batida), en el proyecto las chicas solicitan que la futura instalación tenga un túnel de batida, agua, luz, vestuarios y espacios para guardar el material. El presupuesto previsto es de 1,5 millones de euros.

En dar forma y difusión a la petición del campo de críquet han tenido también un gran papel las dos entidades impulsoras del proyecto Críquet Jove Barcelona, la Fundació per a l’Esport i l’Educació de Barcelona (FEEB) y el Centre d’Estudis Africans i Interculturalitat (CEA). Y también la Federación Catalana de Críquet, que ha hecho difusión de la idea entre la comunidad.

El campo de fútbol Julià de Capmany de Barcelona que las jugadoras de críquet 11 piden rehabilitat.Joan Sanchez (EL PAÍS)

La coordinadora de proyectos de la FEEB, Carla Burriel, explica que el Críquet Jove comenzó hace ocho años en el marco de otro proyecto Convivim esportivament, con el objetivo de que “en la ciudad el críquet sea un deporte más y lo integre para practicarlo con normalidad, con espacios, competiciones, entrenadores...”. “El Convivim busca fomentar la cohesión social en Barcelona a través del deporte y desde una perspectiva intercultural”. En el programa, surgieron cuatro equipos femeninos que jugaban críquet sala, pero cuyas 30 jugadoras han crecido y ahora han saltado a críquet 11, siempre en espacios cedidos y que es necesario adaptar, como el campo de béisbol de Montjuïc o el de fútbol de Baró de Viver: “Su apuesta es que sea un campo fijo, lo habrán conseguido ellas, pero será para toda la comunidad”.

Las comunidades paquistaní, india y bengalí (más de 37.000 vecinos de la ciudad, 130.000 si se suman las colonias inglesa y del sudeste asiático, explica el presidente de la Federación, Amar Saeed Khan) han jugado a críquet en Barcelona en el Julià de Capmany durante años. El mal estado de la antigua instalación de fútbol llevó al Ayuntamiento a cerrarlo, aunque la afición es tanta que cada fin de semana se cuela alguien para jugar o entrenar, alerta Saeed. Las poblaciones de Vidreres, Vic y Riudarenes tienen campos, “pero Barcelona tiene que tener el suyo”, sentencia.

La comunidad juega a críquet en Cataluña desde 1981 presume el presidente: más en serio, desde 2007; y la federación se creó en 2012. Saeed habla como si el campo hubiera ganado ya el proceso participativo: “Será uno de los mejores campos de Europa y un centro de críquet femenino: porque está en la zona olímpica, porque Barcelona es un nombre muy importante, y porque todos los países europeos donde la comunidad ya es de tercera generación, vendrán para jugar aquí”.

Escuelas y espacio público, mayoría entre las propuestas

El concejal de Participación, Marc Serra, puso este lunes en valor los presupuestos porque son “democracia directa” y porque “muchos difícilmente hubieran salido de un despacho del Ayuntamiento”. Más allá del campo de críquet, entre los proyectos presentados predominan mejoras en escuelas (patios, fachadas, entornos), en el espacio público o pacificaciones de calles.

También hay propuestas para arreglar o mejorar zonas verdes, crear huertos urbanos, mejorar la iluminación nocturna, o barrios que piden supermanzanas (los del Camp de l’Arpa, Guinardó, Farró y Sants). Los carriles bici son otro capítulo que se repite: hay ocho solicitudes, entre las que destaca el de plaza de Catalunya, un espacio central de la ciudad que pese a ser un nudo de comunicaciones y transporte público, no tiene. Como curiosidad, en Sarrià un proyecto reclama dar una vuelta de tuerca a la pacificación ya ejecutada de su centro histórico y reclama “repacificarlo”.

En las votaciones pueden participar todas las personas empadronadas en la ciudad mayores de 14 años, por internet (en el portal Decidim) o en puntos presenciales en los distritos. Los vecinos podrán votar en el distrito donde viven y en otro que elijan. La cantidad prevista por proyecto oscila entre 50.000 euros y algo más de un millón (la media es de medio millón de euros). Para votar, entre el 10 y el 20 de junio, no es necesario registrarse, basta con verificar la identidad.

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