Psicología de catástrofe contra los desahucios: “Mi hijo no quiere dormir sin zapatos”

Ciutat Meridiana, uno de los barrios más pobres de Barcelona, registra cinco o seis lanzamientos a la semana, de los que uno o dos se ejecuta

Los vecinos celebran el aplazamiento del desahucio en la calle Rasos de Peguera 85, en Ciutat Meridiana, Barcelona.Carles Ribas (EL PAÍS)

En Ciutat Meridiana, la periferia de la periferia de Barcelona, sigue habiendo tantos desahucios que, cuando la prensa va a cubrir uno, resulta que hay dos. Así fue este martes. A las 9.50 de la mañana estaba previsto el alzamiento de Raquel, David y sus dos hijos. El tercer desahucio, este por ocupación, al que se enfrentaba Raquel: hondureña, siete años en España y cuidadora de una mujer que tenía p...

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En Ciutat Meridiana, la periferia de la periferia de Barcelona, sigue habiendo tantos desahucios que, cuando la prensa va a cubrir uno, resulta que hay dos. Así fue este martes. A las 9.50 de la mañana estaba previsto el alzamiento de Raquel, David y sus dos hijos. El tercer desahucio, este por ocupación, al que se enfrentaba Raquel: hondureña, siete años en España y cuidadora de una mujer que tenía previsto regularizar su situación legal, pero falleció durante la pandemia. La comitiva judicial llegó puntualísima, pero la presencia de menores en el caso y los servicios sociales detuvieron el desahucio. “Dos meses más” suspiraba Raquel abrazándose a las 50 vecinas, sobre todo mujeres, que se acercaron a apoyarla ante el número 85 de la avenida Rasos de Peguera.

Casi simultáneamente, más abajo en este empinado barrio, hubo otro desahucio. Una pareja de adultos sin hijos. Bajaron sus cosas a la calle dispuestos a marcharse. Y en ese mismo momento, una familia con un hijo se metió en el piso que acababan de dejar: lo ocuparon, una secuencia habitual, pero no con esta rapidez. “No lo había visto nunca”, explicaba la directora del centro de servicios sociales del barrio, Marta Casas, que las ha visto de todos los colores en este barrio de 10.000 vecinos donde la renta familiar es de 38 sobre una media de la ciudad de 100 (el último dato, de 2018).

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Un día más, en la calle se congregaron los habituales. Los profesionales de los servicios sociales. El presidente de la Asociación de Vecinos, Fili Bravo, que el lunes bajó al distrito para hablar de la “hecatombe y la indefensión” y exigir más apoyo y medios como una oficina específica al regidor, Xavier Marcé y técnicos municipales. Cada semana hay entre cinco y seis desahucios el barrio, de los que se ejecutan uno o dos, indica Bravo.

También estaban las vecinas que en algún momento han pasado por la experiencia un desahucio y tienen claro que “igual que la gente me ayudó a mí, me toca ayudar a la gente”. Lo decía Nassira que después de dos veces sentenciaba: “Aquí no puedes vivir de alquiler, porque lo que piden no existe: dos nóminas y un contrato fijo”. El barrio vive varios desahucios a la semana desde que pinchó la burbuja del ladrillo: primero fueron por impago de hipoteca, luego de alquiler, ahora muchos son ocupaciones de pisos de grandes tenedores.

Raquel y David, en Ciutat Meridiana, a primera hora, antes de la llegada de otros vecinos para concentrarse y de la comitiva judicial.Carles Ribas (EL PAÍS)

Estaba también Mariano Hernando, de los Salesianos. Y el psicólogo Lluís Domingo, del Colectivo Sísifo, contratado por el Ayuntamiento en el marco del Plan de Barrios después de cuatro años haciendo de voluntario. Hace “asistencia psicológica de emergencia en vulnerabilidad residencial”. “Esto es una catástrofe social. Con 10.000 vecinos hay casi 300 familias ocupando. De éstas, el 85%, con la pandemia, han tenido una caída de ingresos del 50%, y eran informales [en negro]. Esto es poner a la población contra la pared. Aquí intervenimos con un modelo de la OMS que se emplea en catástrofes, cuando se afronta un trauma”, dice. “Antes del covid la situación ya era muy dramática, ahora se ha desmadrado. Porque incluso las familias que iban tirando, con contratos y empleos fijos, muchos en el sector servicios, ahora la han perdido y no pueden pagar la vivienda”, prosigue.

El 80% de las personas que atiende (a veces en el centro cívico, otras en el local de la asociación de vecinos, otras dando un paseo) tiene problemas de salud mental: “Lo que llamamos nicho prepatológico: duermen mal, tienen problemas de salud mental, angustia, depresión, adicciones, hay situaciones de violencia de género. El peligro es que se cronifique y se vuelva patológica. Y ten en cuenta que por sus países de procedencia, con situaciones muy duras y con servicios públicos débiles, la población del barrio es muy resiliente”. El 31,6% de los vecinos de Ciutat Meridiana nació en el extranjero.

Raro fue que no estuviera en la concentración de ayer Alba Luz, que sí estuvo protestando el lunes en la sede el distrito y recordando como su desahucio, ejecutado en 2019 cuando había salido a trabajar, impactó en su hijo de cuatro años: “Desde el día del desahucio quiere dormir con los zapatos puestos, por si viene la policía a echarnos”. Ahora viven en una habitación realquilada.

Fili Bravo está indignado con una situación que, dice, va a peor y no se frena pese a las moratorias y decretos para aplazar desahucios de familias vulnerables durante el Estado de Alarma por la pandemia: “El día 24 de abril echaron a una familia de forma muy violenta. Los decretos incluyen también a las familias que ocupan, no entendemos qué está pasando, tenemos cinco o seis desahucios cada semana, de los que se ejecuta uno o dos”. Bravo exige a la Generalitat y el Ayuntamiento que adjudiquen el millar de pisos públicos que, asegura, están vacíos. Y defiende, sobre las viviendas de las entidades financieras: “Son nuestros, ya los hemos pagado, primero con las hipotecas y luego con el rescate a la banca”.

Marta Casas explica que diferentes servicios públicos se han puesto a elaborar un protocolo para trabajar en las escuelas: “La preocupación en el territorio por el impacto de los desahucios en los menores es muy grande y es necesario acompañar su sufrimiento desde la complicidad con las escuelas”. Por ello se incrementarán los tratamientos individuales, pero también “desde lo comunitario se trabajará en las escuelas la idea de qué le pasa al territorio, de qué nos está pasando como sociedad, no solo de forma individual, de justicia social”.

Los presentes aseguraban que la situación es límite y temen que en algún momento derive en violencia. “Cuando te dan muy duro, se te puede ir la cabeza y estallar, o quedarte en un rincón”, alertaba Lluís. En la mente de todo el barrio está el desahucio, por parte de los Mossos, de una familia con tres niños de noche, el pasado octubre.

Reapertura de la oficina de vivienda y asesoramiento jurídico

El concejal del distrito de Nou Barris, Xavier Marcé, se comprometió el lunes a reabrir la oficina de vivienda del barrio, cerrada con la pandemia, y que acompañe a los afectados por desahucios de un asesoramiento jurídico. Marcé señala que la mayoría de desahucios se paran y que el Ayuntamiento acompaña a los vecinos a través de los servicios sociales, pero recuerda también el "problema estructural que tiene el barrio": "Una situación social compleja, rentas bajas, llegada constante de personas en situación irregular y ocupaciones frecuentes, que provocan que tengamos un conjunto de situaciones y problemas de vivienda con una frecuencia más elevada que otras zonas de la ciudad". Marcé destaca, por último, que la administración local no tiene competencias en materia de vivienda y que su capacidad de actuación del distrito es "limitada".

Baja el número de mujeres sin hogar

El número de mujeres que duermen a diario en las calles de Barcelona se ha reducido en un 35% desde enero de 2020 hasta el pasado marzo pasando de 130 mujeres a 87, informa el Ayuntamiento de Barcelona. Desde 2008 el número de mujeres durmiendo en la calle ha oscilado entre el 11% y el 15% del total de personas sin hogar, y por primera vez esta cifra se ha situado por debajo del 10% en febrero y marzo. La teniente de alcalde de Derechos Sociales del Ayuntamiento de Barcelona, Laura Pérez, atribuye el descenso a la llegada de personas a la ciudad por la pandemia y el aumento de los recursos disponibles para alojar a personas sin hogar. — A. CONGOSTRINA

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