El puño del Raval capaz de atrapar rayos entre sus dedos

Pararrayos Torrente es la empresa más antigua del mundo dedicada a la instalación de estos instrumentos

Carles Torrente, propietario de la tienda Pararrayos Torrente.Albert Garcia (EL PAÍS)

La obsesión por capturar un rayo llevó a Benjamin Franklin, en 1752, a controlar las descargas eléctricas naturales gracias a la invención de su pararrayos.

En pleno corazón de Barcelona —en el escaparate de un negocio del barrio del Raval— sobresale un puño que atrapa entre sus dedos media docena de rayos. Es parte del rótulo de la histórica empresa Pararrayos Torrente, l...

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La obsesión por capturar un rayo llevó a Benjamin Franklin, en 1752, a controlar las descargas eléctricas naturales gracias a la invención de su pararrayos.

En pleno corazón de Barcelona —en el escaparate de un negocio del barrio del Raval— sobresale un puño que atrapa entre sus dedos media docena de rayos. Es parte del rótulo de la histórica empresa Pararrayos Torrente, la más antigua del mundo que todavía sigue en activo.

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Franklin inventó el atrapa rayos en 1752. Pararrayos Torrente se fundó, con otro nombre, 108 años más tarde en la calle Marquès de Barberà. Allí sigue la quinta generación de la familia Torrente dedicada a cazar rayos. Basta abrir la puerta del negocio para empezar un viaje hasta 1860.

No ha pasado el tiempo por estas vitrinas que muestran pararrayos históricos y que hace romántica una profesión a la que se ha dedicado en cuerpo y alma esta familia de industriales. Después, un paso hacia el almacén y la rebotica devuelve de golpe al siglo XXI y al día a día de unos profesionales líderes en la colocación de estos artilugios con los que el hombre es capaz de jugar a ser Zeus.

“Este año es excepcional pero aquí, antes de la pandemia, raro era el día que no se colaban turistas en la tienda. Es bonita, además entiendo que, aunque a mí me parece normal, un negocio de pararrayos sorprende por sí solo”, asume Carles Torrente, la quinta generación de la familia.

El origen de este negocio se remonta a 1860, cuando Josep Sebastià i Sellarès montó una pequeña herrería dedicada, principalmente, a la construcción y colocación de pararrayos —pero también a artículos de “forja fina”— en el número 27 de la calle Marquès de Barberà. “Entonces ya se instaló el puño con los rayos del rótulo y los escaparates actuales”, destaca Carles.

Josep Torrente, el tatarabuelo de Carles, entró a trabajar como aprendiz en la empresa de Sellarès y el 28 de enero de 1889 le compró el negocio. “Guardamos la documentación en el que Sellarès decía que fuera pagando poco a poco la adquisición del negocio pero, sobre todo, que no le diera calderilla. Quería billetes gordos”, ironiza Carles tras explorar entre la documentación de la tienda.

En 1892 Josep Torrente ya había pagado, evitando la calderilla, el negocio. Dos años más tarde, el 30 de noviembre de 1894, trasladó el negocio al número 21 de la misma calle. “Trasladaron toda la tienda a donde estamos ahora, un local que fue primero de alquiler y luego de compra. Desde entonces estamos aquí, incluso tenemos documentación donde el alcalde de la época autorizaba a trasladar el rótulo y el puño”, advierte Carles.

El negocio fue pasando de generación a generación. La forja poco a poco fue perdiendo interés y desde hace décadas se dedican exclusivamente al negocio del pararrayos y “excepcionalmente” a diseñar y colocar veletas.

Carles conoce a la perfección el utensilio capaz de cazar rayos. Muestra diferentes “puntas Franklin”, los primeros pararrayos y contando virtudes y defectos de cada aparato es capaz de dar un pequeño paseo por la historia de estos utensilios. “El funcionamiento del pararrayos Franklin es simple. Una punta metálica conectada a un cable hasta una toma de tierra. A través del cable suben las cargas positivas a la punta. Cuando la diferencia de potencial de la nube al suelo y del suelo a la nube es suficientemente grande como para romper el aislante del aire, se crea un trazador que va al pararrayos y este descarga en el suelo. El problema del pararrayos Franklin es que tiene un grado de protección que abarca solo un cono de 45 grados”, alecciona Carles. Señala otro conjunto de artilugios. “Estos eran los antiguos pararrayos radioactivos que se retiraron definitivamente en la década de los 90. Tenían una sustancia que creaba en la punta del pararrayos una nube de cargas positivas que atraían al rayo. Estos pararrayos se retiraron y actualmente son, la mayoría, electrónicos”, defiende. Es una verdadera enciclopedia sobre su tema. “Una punta electrónica detecta cuándo va a haber tormenta y crea una serie de pasos y trazadores que hacen que el rayo se encuentre entre 15 y 60 metros por encima del pararrayos, lo que hace que el impacto sea mucho más seguro”, se enorgullece.

Tras la firma de Pararrayos Torrente se encuentran miles de artilugios que coronan edificios de medio mundo. Entre ellos, los tejados del observatorio Fabra, las tres chimeneas de Sant Adrià o el Tibidabo

Industriales en el centro de Barcelona

Año de apertura: 1860.

El producto más destacado de la tienda: Pararrayos.

Proyecto inmediato: Colocar pararrayos en Cataluña, España y parte del planeta.

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