La segunda ola de la pandemia en Cataluña azota ya a las residencias

La Generalitat interviene dos nuevos centros por incumplir la normativa

Barcelona -
Una residencia geriátrica de Barcelona, este verano.Enric Fontcuberta

Fueron las grandes víctimas de la primera ola. Luego, se blindaron y aguantaron en verano el envite de una pandemia que no daba tregua en Cataluña. Pero el auge de contagios en la comunidad en las últimas semanas ha sido más intenso y la covid-19 ha vuelto a penetrar en las residencias de ancianos. Más de medio millar de nuevos infectados en apenas 15 días, una incidencia en la última semana (405 casos por 100.000) que casi dobla...

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Fueron las grandes víctimas de la primera ola. Luego, se blindaron y aguantaron en verano el envite de una pandemia que no daba tregua en Cataluña. Pero el auge de contagios en la comunidad en las últimas semanas ha sido más intenso y la covid-19 ha vuelto a penetrar en las residencias de ancianos. Más de medio millar de nuevos infectados en apenas 15 días, una incidencia en la última semana (405 casos por 100.000) que casi dobla a la de Cataluña y más de 40 fallecidos cada siete días, cristalizan el nuevo azote de la covid-19 sobre las residencias catalanas. La Generalitat ha reforzado las medidas de protección para blindar a uno de los colectivos más vulnerables en esta pandemia y ya ha intervenido cuatro centros con brotes descontrolados y que habían incumplido la normativa de protección.

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“Hemos detectado que en las últimas dos semanas, se han disparado los casos en las residencias. Estamos registrando más casos de manera paralela a la escalada que hay en el ámbito comunitario”, ha admitido este martes el secretario general del Departamento de Salud, Marc Ramentol. La curva epidémica entre población de residencia no deja lugar a dudas: la velocidad de expansión del virus (la Rt, que mide a cuántas personas contagia, de media, un caso positivo) lleva dos semanas entre 1,30 y 1,40, muy por encima de lo que recomienda la comunidad científica para mantener a raya la transmisión (menos de 1). El porcentaje de PCR positivas, que debería estar por debajo del 5%, según las autoridades sanitarias, fluctúa entre el 6% y el 8% y los ingresos hospitalarios se cuentan por decenas cada semana: hay, actualmente, 87 residentes hospitalizados.

“Lo que reflejan las cifras es que fuera tenemos un entorno donde han aumentado los casos. Cuando la transmisión comunitaria baja, la mayoría de los lugares son seguros. Tenemos que pensar que las residencias son lugares que permiten la diseminación del brote, son espacios cerrados y toda la fuerza de las medidas que se han implementado están en frenar el contagio inicial que procede del exterior”, ha explicado el subdirector general de Vigilancia y Respuesta a Emergencias de la Agencia de Salud Pública de Cataluña, Jacobo Mendioroz. El Govern ha lanzado un paquete de medidas para intensificar el blindaje sobre los centros y empezará un cribado masivo de profesionales a través de automuestras —los propios trabajadores se harán a sí mismos un frotis nasal. También se reforzará la sectorización de los centros, con espacios covid y no covid, se suspenderán las salidas de los residentes más frágiles (aunque se intensificarán las visitas de familiares bajo controles estrictos) y se desplegarán por el territorio equipos de intervención rápida para actuar en cuanto se detecte un brote.

La mayoría de las residencias en Cataluña aún están bajo control: hay 919 en situación verde, es decir, sin ningún caso activo; y otras 58 en naranja, con casos aislados o brotes bien controlados y sectorizados. Sin embargo, más de medio centenar ya está en situación roja, es decir, con episodios infecciosos muy fuertes o transmisión elevada dentro del centro. “Estamos preocupados y asustados, pero no es como la primera vez. Hay muchos más pacientes asintomáticos y la gente no se muere”, señala Vicente Botella, presidente de la patronal Upimir. También es verdad que hay muchas más camas vacías que en la primera ola: una parte de las plazas disponibles se guardan sin ocupar por si hay algún brote en el centro y hay que aislar ancianos y, además, desde el inicio de la pandemia, apenas se han vuelto a llenar las camas que quedaron vacías tras la muerte de los 6.664 residentes que, según la Generalitat, perecieron con la covid-19 o síntomas compatibles con ella. En cualquier caso, Botella insiste en que las residencias están cumpliendo “a rajatabla” las directrices de control y protección contra la pandemia.

El Departamento de Salud, asegura Botella, se ha puesto firme con este tema. De hecho, en lo que va de mes ya se han intervenido cuatro residencias, tres de ellas en apenas 24 horas, por incumplimiento de la normativa. Este lunes fue el centro Les Vinyes de Falset (Tarragona), donde se infectaron el 91% de los ancianos y el 38% de los empleados (109 residentes y 22 empleados". Este martes, Salud y el Departamento de Asuntos Sociales intervinieron otros dos centros, a los que se les retiró la gestión por incumplir las medidas de control y protección. El primero, la Miniresidència Geriàtrica de Bellver de Cerdanya, registró un brote con cinco trabajadores y 11 de los 29 residentes afectados; el segundo, la Llar Mare Marcelina de Verdú (Urgell), reportó otro episodio infeccioso con 23 ancianos y tres trabajadores afectados. “Las residencias se intervienen a partir de un brote de una cierta magnitud y por la falta de sectorización y capacidad organizativa de la gestora", ha justificado Ramentol. Durante la primera ola, se llegaron a intervenir 13 residencias y una más el pasado mes de julio.

Residencias blancas

Lo que más preocupa a Salud y también al propio sector residencial son, no obstante, las llamadas residencias blancas, aquellos centros en los que apenas ha entrado el virus o ningún residente ha sufrido la covid-19. Los brotes en estas residencias pueden ser más complejos porque no hay ningún nivel de inmunidad entre los ancianos y el riesgo de diseminación es mucho mayor que en un centro donde algunos mayores hayan pasado ya la enfermedad. “La Administración tiene más temor a lo que pase en los centros blancos. Y a mí ahí sí que me da miedo lo que pueda pasar. El problema fundamental es que el virus entre a través de los trabajadores, por eso necesitamos que repartan cuanto antes los test rápidos, para poder hacer pruebas cada 15 días a los empleados. Estaremos todos más seguros”, sostiene Botella.

Los expertos consultados señalan que no se puede descuidar el control de las residencias e instan a poner más hincapié en el blindaje de estos centros. “Las residencias son un agujero negro que da mucho miedo. Hay que tener una precaución especial. Es verdad que las blindamos, pero algunas se deben haber relajado para aceptar visitas y ha entrado el virus. No va a haber el drama de la primera ola, pero si no se hacen muy bien las cosas, esos centros serán como un bidón de gasolina”, advierte Toni Trilla, jefe de Medicina Preventiva del Hospital Clínic de Barcelona. Coincide Daniel López-Acuña, exdirector general de emergencias de la Organización Mundial de la Salud (OMS): “Estas trazas en residencias son la expresión de lo que tenemos en la calle: cuando el virus entra en estos centros, se amplifica. Hay que sellar y blindar las residencias si no queremos vivir otra vez lo que pasó en marzo”.

López-Acuña advierte de la necesidad de no bajar la guardia en colectivos tan vulnerables como los ancianos: “Estamos descuidando las residencias y no estamos poniendo el grado de control que deberíamos sobre ellas. Hay que fortalecer y extremar las medidas de control”.

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