Rafael Casanova, el mito del independentismo que luchó por España

El ‘conseller en cap’ fue un fiel al modelo austracista y ejemplo de la singularidad política catalana

Ofrenda floral al monumento de Rafael de Casanova de miembros del Gobierno encabezado por el presidente Quim Torra.Albert Garcia (EL PAÍS)
Barcelona -

Rafael Casanova (1660-1743) es uno de los mitos fundacionales del nacionalismo catalán. Abogado de formación y con ambiciones políticas, su tesón por no rendirse ante Felipe V le convirtió en conseller en cap de Barcelona en 1713, en plena guerra de Sucesión española, causada tras la muerte sin descendencia de Carlos II. Como consejero en jefe, Casanova fue el primero de los gobernantes de la ciudad durante el asedio de las tropas borbónicas.

Barcelona, bastión de la dinastía de los Austrias, resistió hasta el célebre 11 de septiembre de 1714, fiesta nacional de Cataluña desde 19...

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Rafael Casanova (1660-1743) es uno de los mitos fundacionales del nacionalismo catalán. Abogado de formación y con ambiciones políticas, su tesón por no rendirse ante Felipe V le convirtió en conseller en cap de Barcelona en 1713, en plena guerra de Sucesión española, causada tras la muerte sin descendencia de Carlos II. Como consejero en jefe, Casanova fue el primero de los gobernantes de la ciudad durante el asedio de las tropas borbónicas.

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Barcelona, bastión de la dinastía de los Austrias, resistió hasta el célebre 11 de septiembre de 1714, fiesta nacional de Cataluña desde 1980, “conmemoración de una derrota en la que se perdieron las libertades seculares”, según la información oficial de la Generalitat. La figura de Casanova ya había sido elevada a los altares patrióticos por el primer nacionalismo catalán de finales del siglo XIX.

El conseller en cap, herido en la pierna durante el asedio, ha sido aceptado como una suerte de abanderado de las aspiraciones del soberanismo catalán. Pero Casanova no fue defensor de la independencia de Cataluña sino, como han escrito numerosos historiadores, un fiel al modelo austracista para España y de reconocimiento de la singularidad política catalana. En un artículo en la revista L’Avenç de 2004, el historiador Josep Fontana resumía las palabras del comandante de las tropas austracistas catalanas, Antoni de Villarroel, cuando Barcelona estaba a punto de caer en manos del duque de Berwick: “Por nosotros y por toda la nación española peleamos. Hoy es el día de morir o vencer”. El objetivo de personajes como Villarroel o Casanova, decía Fontana, “era un proyecto de España que se avanzaba en más de un siglo al que propondrían los liberales del siglo XIX”.

El escritor Albert Sánchez Piñol triunfó en 2012 con Victus, la gran novela sobre el asedio de 1714 que escribió tras una ardua investigación histórica. Sánchez Piñol recordó en EL PAÍS, durante la promoción de Victus, que el verdadero héroe del 11 de septiembre no fue Casanova sino Villarroel, y que este no habría recibido el suficiente reconocimiento por no tener orígenes catalanes –nació en Barcelona hijo de un militar gallego: “El primero nunca sufrió represalias y tiene estatuas en la ciudad; el segundo, que inicialmente luchó con las tropas borbónicas para pasar luego a las austricistas, fue incluso torturado tras la caída de la ciudad”. Tras la contienda, Casanova recibió el perdón de Felipe V y en 1719 pudo volver a ejercer como abogado y recuperar sus propiedades.

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