Jardines colgantes de Barcelona
La azotea del Edificio Fòrum, sede del Museo de Ciencias Naturales, inaugura 7.100 metros cuadrados con agua y plantas
Los Jardines Colgantes de Babilonia pasan por ser una de las siete maravillas del Mundo Antiguo; unas construcciones míticas de las que solo ha sobrevivido la Gran Pirámide de Giza. De los demás solo conocemos restos, como en el caso del Mausoleo de Halicarnaso, o referencias en textos de geógrafos y viajeros, como con el Coloso de Rodas. Sobre los jardines Estrabón escribió que era construcción aterrazada en la que corría el agua y se habían plantado toda clase de especies vegetales. Es la misma idea -salvando la distan...
Los Jardines Colgantes de Babilonia pasan por ser una de las siete maravillas del Mundo Antiguo; unas construcciones míticas de las que solo ha sobrevivido la Gran Pirámide de Giza. De los demás solo conocemos restos, como en el caso del Mausoleo de Halicarnaso, o referencias en textos de geógrafos y viajeros, como con el Coloso de Rodas. Sobre los jardines Estrabón escribió que era construcción aterrazada en la que corría el agua y se habían plantado toda clase de especies vegetales. Es la misma idea -salvando la distancia temporal y la megalomanía de Nabucodonosor II que los mandó construir hace 2.600 años-, que hay detrás de Terrat Viu, la nueva cubierta verde de 7.100 metros cuadrados -la mitad de la azotea del Edificio Fòrum que construyeron Jacques Herzog y Pierre de Neuron para el Fòrum 2004-, que desde 2011 es la sede del Museo de Ciencias Naturales de Barcelona.
En este nuevo paraíso vegetal, situado a 25 metros de altura, se han instalado tres lagunas donde corre el agua y flotan los nenúfares, pero también 21 parcelas donde crecen carrizos y juncos, lirios, margallones, el cortante carex, clavelinas del aire, salicarias violáceas, orejas de liebre, hierbas del mal de ojo y otras plantas herbáceas mediterráneas que abundaban, antes de la industrialización, en las lagunas del litoral de Barcelona y que ahora se recuperan a pocos metros de la línea de costa.
En este nuevo ecosistema, también hay lugar para los animales. Ya se puede ver un hotel para insectos polinizadores, como las abejas y avispas; una estructura en la que se les propicia que puedan desarrollarse y reproducirse tras depositar sus huevos fertilizados. Pronto se hará lo mismo para que aniden pájaros y murciélagos y se espera que otras especies adopten este espacio para vivir estacionalmente. Aquí, las únicas que no son bienvenidas son las gaviotas “que se hacen las dueñas de los espacios con agua dulce y acaban con todo”, explicó el botánico Josep Maria Montserrat, responsable del proyecto que cuenta con especialistas del Jardín Botánico, del museo y del Institut Català d’Ornitologia. Y para evitarlo se han instalado unas redes casi imperceptibles que impiden que lleguen al agua.
Montserrat ha explicado esta mañana a la alcaldesa Ada Colau, las características de este nuevo espacio “que culmina el proceso de adaptación del museo al edificio”, según el responsable de la Cultura municipal, Joan Subirats, que también estuvo en la presentación ayer. No pudo asistir la directora del museo, Anna Omedes, en su casa en cuarentena como medida preventiva tras dar positivo en coronavirus una de las personas de su equipo más próxima.
Colau también ha seguido las explicaciones de Conxita Balcells, la arquitecta que ha dirigido los trabajos para acondicionar la terraza del museo que han tenido un coste total de 2,5 millones de euros (dos para impermeabilizar y medio para el ajardinamiento). “Ha sido un trabajo casi de ingeniería. El edificio no se le podía aumentar el peso y por eso solo hemos podido poner un sustrato de unos 20 centímetros y no se han podido plantar árboles”, ha dicho.
De hecho, este prisma cuya base es un triángulo equilátero de 180 metros de lado que se sustenta tan solo 17 columnas, en origen estaba pensado que estuviera cubierto por una fina película de agua, pero solo fue posible unos meses, ya que el edificio presentó problemas de filtraciones y hubo que retirarla, pese a que costó construirlo 134 millones de euros de 2004.
Para Colau y su gobierno, la nueva terraza ajardinada es una zona de experimentación para saber qué especies son las más adecuadas y así aplicarlo en las azoteas de otros edificios para conseguir, según la alcaldesa, “una ciudad sostenible y con una calidad mayor de vida”.
Se trata de un proyecto didáctico en todos los sentidos, ya que las hierbas se segarán de forma manual dos veces al año, momento en el que se explicarán, sobre todo a los miles de alumnos que visitan el centro, técnicas agrícolas en extinción, tanto, como muchos de los animales que pueden verse en las vitrinas del museo del piso inferior.
Este domingo se abre al público y el acceso será gratuito hasta finales de julio. Luego, la nueva terraza verde, se podrá visitar con la entrada al museo.