La resistencia de la casita de la rambla del Poblenou
Los vecinos piden conservar una vivienda aislada en medio de una zona verde tras la muerte de su propietaria
Bajando la rambla de Poblenou de Barcelona, en el número 4, justo antes de llegar al paseo del Calvell destaca —entre altos edificios, coches, patinetes, crema solar y zonas verdes— una pequeña edificación de dos alturas y color naranja que desentona a ojos del urbanismo actual. Una casa humilde rodeada de los símbolos de la especulación inmobiliaria y que, nadie entiende po...
Bajando la rambla de Poblenou de Barcelona, en el número 4, justo antes de llegar al paseo del Calvell destaca —entre altos edificios, coches, patinetes, crema solar y zonas verdes— una pequeña edificación de dos alturas y color naranja que desentona a ojos del urbanismo actual. Una casa humilde rodeada de los símbolos de la especulación inmobiliaria y que, nadie entiende por qué, resiste en pie. En la puerta de la vivienda un pequeño letrero informa: “Casa edificada: bajos en 1890, altos en 1937”. No se trata de una construcción noble, ni de gran valor arquitectónico. Más bien parece una casa autoconstruida más próxima al barraquismo que en esa época se encontraba a muy pocos metros: en la tapia del cementerio de Poblenou.
El futuro de esta edificación se ha acelerado en las últimas semanas con la muerte de la propietaria del inmueble. Un antiguo contrato con el Ayuntamiento franquista concluía que, fallecida la dueña, el edificio pasaba a manos municipales. Su final era claro, la casa está en una parcela destinada a zona verde, por lo que era más que obvia su demolición.
Los vecinos del Poblenou ya estaban preparados para pelear para que la casita naranja —símbolo de resistencia y humildad— no fuera al suelo. El Ayuntamiento, en plena crisis por la pandemia del coronavirus, y antes de que la protesta vaya a más, ya ha contestado que la casita naranja se mantendrá en pie. Ahora debe discutirse que usos se le dará.
Hasta el pasado 21 de abril Assumpta García vivía en la casita naranja de Poblenou. García tenía 90 años y falleció mientras la ciudad se mantenía confinada. La anciana no murió como consecuencia del coronavirus, pero su desaparición abría la caja de Pandora sobre el futuro de la vivienda donde han vivido tres generaciones de la misma familia. La casita naranja llevaba décadas rodeada de otras viviendas que el Consistorio fue derribando.
Hace más de 50 años la madre de Assumpta, Felisa, negoció con el patronato de la vivienda de la época, que su casa no iría al suelo. El pacto al que llegaron es que la casa pasaría a manos municipales una vez falleciera Assumpta. Ese momento llegó el pasado 21 de abril.
“Esta casa es el símbolo de la resistencia ante los procesos de gentrificación que llevan años amenazando el barrio. Es una edificación que no cumple con los criterios urbanísticos actuales de la zona y por eso representa la historia del barrio. Porque patrimonio no es solo lo que arquitectónicamente tiene mucho valor, o lo que puede ser singular, sino que esta casa también es parte de la historia sentimental del barrio”, defiende Pere Nieto, presidente de la Asociación de Vecinos de Poblenou.
Tras la muerte de Assumpta, las entidades del barrio han propuesto que se ponga en marcha un proceso participativo para que la casita naranja “siga representando lo que hasta ahora representaba”. Nieto destaca que hay que estudiar que “usos se le puede dar a la edificación y que gestión debe tener el inmueble”.
El concejal del distrito de Sant Martí, David Escudé, ya ha anunciado que el Consistorio no tiene intención de destruir la vivienda. “La casa está en un espacio catalogado como zona verde y aunque la primera intención era demolerla vamos a repensar la función”, mantiene Escudé. El regidor explica que está recopilando toda la información y los expedientes de la casa. El siguiente paso será iniciar los trámites para que el Consistorio recupere la titularidad de la vivienda.
“Después tenemos que entrar y ver en qué estado se encuentra y qué obras necesita. Una vez tengamos todo esto, pensaremos los posibles usos. Por mi cabeza no pasa que vuelva a tener un uso de vivienda. No quiero precipitarme generando expectativas. La idea es recuperarla para el barrio ya que hay gran demanda de espacio de algunas entidades”, destaca Escudé. La casita naranja del principio de la rambla de Poblenou no volverá a ser habitada. Aun así, quedará siempre en pie, como homenaje a la resistencia de los más humildes.