La escuela concertada reaccionó más activamente que la pública con el confinamiento, según un estudio

Una encuesta refleja que los alumnos de la privada dedicaban más horas a los deberes, empezaron antes con las clases online y se comunicaban más con sus profesores

Una alumna de ESO estudia en su habitación.Joan Sánchez

Adela, que estudia en un instituto público de Barcelona, asegura que durante las dos primeras semanas tras el cierre de las escuelas solo recibió deberes de dos profesores; del resto, nada. En la otra cara de la moneda, Aina, de una escuela concertada de Mataró, cuenta que ya el primer lunes recibió un aluvión de correos electrónicos con tareas para el próximo viernes. “Al principio fue agobiante porque fueron muchas cosas de golpe, pero una vez ordenadas, ya era otra cosa y no parecían tantas”, explica.

Son dos casos extremos que reflejan, a grandes rasgos, la diferencia de respuesta q...

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Adela, que estudia en un instituto público de Barcelona, asegura que durante las dos primeras semanas tras el cierre de las escuelas solo recibió deberes de dos profesores; del resto, nada. En la otra cara de la moneda, Aina, de una escuela concertada de Mataró, cuenta que ya el primer lunes recibió un aluvión de correos electrónicos con tareas para el próximo viernes. “Al principio fue agobiante porque fueron muchas cosas de golpe, pero una vez ordenadas, ya era otra cosa y no parecían tantas”, explica.

Son dos casos extremos que reflejan, a grandes rasgos, la diferencia de respuesta que ofreció la escuela pública y la concertada con el inicio del confinamiento y que ha analizado un grupo de investigación de la Universidad Autónoma de Barcelona a través de una encuesta a 36.000 familias -unos 59.000 alumnos entre tres y 18 años- realizada dos semanas después del cierre de las escuelas. El estudio, dirigido por los sociólogos Xavier Bonal y Sheila González, refleja que la titularidad del centro marcó la diferencia en la respuesta. Por regla general, los alumnos de la concertada dedicaron más horas cada día a hacer deberes, empezaron antes con las clases online y recibían más correos de sus profesores. En cambio, los padres valoran igual de positivamente la respuesta de su escuela, sea cual sea su titularidad.

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“Todas las escuelas respondieron, no se quedaron de brazos cruzados, pero sí es cierto que la respuesta fue superior en las escuelas privadas, seguidas de las concertadas y, finalmente, las públicas”, tercia Bonal, quien achaca esta diferencia a una forma de justificar las cuotas. “Las privadas y concertadas se han mantenido más activas porque dependen de las cuotas que pagan las familias y tenían que demostrar que estaban haciendo actividades”.

Entrando al detalle, en cuanto al tiempo diario que dedicaron a los deberes, el gran grueso de los alumnos de los últimos cursos de primaria de la pública (un 55%) destinaban entre una y dos horas, mientras que la mayoría de la concertada (46%) estaban casi cuatro horas. Las diferencias en la ESO se liman, pero destacan el 20% de alumnos de la concertada que empleaban cerca de seis horas a las tareas escolares (un 9% en la pública).

Sobre las clases en línea —en un momento en que el Departamento no las había implantado en la pública—, un 78,5% de alumnos de primaria no las recibió durante las dos primeras semanas (un 57% en la concertada). Este porcentaje en ESO se reduce al 57% en la pública y el 38% en la concertada. Las cifras se equiparan en Bachillerato, donde las videoconferencias se pusieron en marcha antes.

En cuanto a la comunicación entre alumnos y profesores vía correo electrónico, un 36% de alumnos de primaria de la concertada recibían cada día un email de sus profesores (un 16% en la pública), porcentaje que crecía al 50% en la ESO (33% en la pública) y al 60% y 40%, respectivamente, en Bachillerato.

A pesar de estas diferencias, la valoración de los padres es muy similar en ambos casos. La encuesta muestra que la mayor parte de las familias consideran “suficiente” la carga de trabajo, con porcentajes casi idénticos entre pública y concertada. Asimismo, coinciden a la hora de considerar que la escuela de sus hijos “reaccionó rápido y de forma eficiente” al cierre de las aulas. “Los padres con menos nivel de estudios son los que valoran mejor la respuesta de la escuela, pero curiosamente son los que más responden que la escuela todavía no ha contactado con ellos, cosa que demuestra un nivel menor de exigencia”, aseguran los autores de la encuesta.

Con todo, los investigadores admiten que la encuesta refleja la cantidad de tareas encargadas, pero no su calidad. En este sentido, muchos expertos en educación han advertido estas semanas de lo poco adecuado de enviar indiscriminadamente deberes, teniendo en cuento las duras condiciones del confinamiento. Incluso el Departamento de Educación ha aconsejado no replicar los horarios ni las rutinas de las aulas.

Asimismo, Bonal admite que la situación actual es muy diferente y que las diferencias entre públicas y concertadas se han difuminado. “Al inicio del confinamiento estábamos en un escenario en que las instrucciones del Departamento eran unas [no era un periodo lectivo] y muchas escuelas se relajaron. Si Educación hubiera animado a hacer actividades, el resultado hubiera sido diferente. También si hiciéramos la encuesta ahora”, remata.

El estudio también revela que las actividades que realizan los más pequeños (hasta seis años), con menos clases a distancia, dependen de la realidad económica y la formación de los padres. Así, la lectura es más habitual en las familias con estudios universitarios (un 55%, que baja al 29% en padres con estudios obligatorios). Lo mismo sucede con la práctica de idiomas: un 50% y un 37%, respectivamente.

La clase social marca las tareas en infantil

La encuesta también revela que las actividades que realizan los más pequeños (hasta seis años), con menos clases a distancia, dependen de la realidad económica y la formación de los padres. Así, la lectura es más habitual en las familias con estudios universitarios (un 55%, que baja al 29% en padres con estudios obligatorios). Lo mismo sucede con la práctica de idiomas: un 50% y un 37%, respectivamente. Por el contrario, los porcentajes cambian en actividades como los videojuegos (26% con padres universitarios y 42% con estudios básicos) o con las horas mirando programas educativos en televisión (30% y 58%, respectivamente). Las diferencias menguan en las actividades deportivas, las manualidades o los juegos de mesa.

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