Reiniciar no puede ser hacer lo de siempre
“La pandemia es un duro chequeo a lo mejor y lo peor de nuestra sociedad y también de Barcelona”, opinan desde la Federación de Asociaciones de Vecinos de Barcelona
La pandemia del coronavirus no es solo una grave crisis sanitaria y una tragedia humana. Es también un duro chequeo a lo mejor y lo peor de nuestra sociedad en general, de Barcelona en particular.
Entre lo mejor, el compromiso de todas las personas que están trabajando para revertir la enfermedad y mantener un funcionamiento aceptable de nuestra vida cotidiana: personal sanitario, de residencias y asistencia domiciliaria, de limpieza, del comercio, de la Administración… gente que está dando lo mejor para cuidarnos al conj...
La pandemia del coronavirus no es solo una grave crisis sanitaria y una tragedia humana. Es también un duro chequeo a lo mejor y lo peor de nuestra sociedad en general, de Barcelona en particular.
Entre lo mejor, el compromiso de todas las personas que están trabajando para revertir la enfermedad y mantener un funcionamiento aceptable de nuestra vida cotidiana: personal sanitario, de residencias y asistencia domiciliaria, de limpieza, del comercio, de la Administración… gente que está dando lo mejor para cuidarnos al conjunto. Sin perder de vista las redes de voluntarios y la respuesta espontánea de mucha gente que ha entendido que ayudar a sus vecinos era su obligación moral.
Lo peor lo sabíamos desde hace mucho. El movimiento vecinal y gran parte del tejido social de la ciudad lleva tiempo denunciando problemas y exigiendo soluciones a cuestiones que ahora resultan acuciantes. Solo por destacar las más obvias. La pobreza y las desigualdades generadas por una estructura económica y laboral que genera mucha precariedad laboral y por políticas públicas de rentas insuficientes.
La debilidad de los servicios públicos —sanitarios, educativos, de atención a las personas— víctimas de recortes, privatizaciones y falta de recursos. Elementos que se han hecho notar en la crisis sanitaria y la tragedia de las residencias y que seguirán presentes en la solución futura de la epidemia y en los problemas educativos derivados del confinamiento.
La crisis de la vivienda en sus diversas dimensiones: de alquileres, de personas sin hogar, de gente hacinada en habitaciones. Una problemática que se endurecerá con una nueva oleada de desahucios. La excesiva especialización en el turismo, que puede agravar la profundidad de la crisis económica, prolongarla. Y a la vez que constatamos el peligro de esta excesiva dependencia, tomamos conciencia de la incapacidad de nuestra estructura productiva para proveernos de bienes básicos frente a la epidemia.
Los conflictos ambientales, tanto la contaminación —que puede haber agravado el problema sanitario— como los que plantean el calentamiento global o la generación de residuos peligrosos. Cuestiones todas ellas presentes en el contexto de esta crisis sanitaria y sus consecuencias.
Reiniciar Barcelona no puede ser hacer lo mismo de siempre. Si las élites económicas vuelven a imponer soluciones a su medida, el confinamiento será solo la antesala de otros dramas. Vienen tiempos duros. Y merecemos encararlos con el convencimiento de que se van a abordar de cara los problemas de fondo. Y se va a trabajar para reducir las desigualdades, reforzar los servicios públicos, resolver el problema de la vivienda, invertir en transporte público, reestructurar la actividad económica en una perspectiva de interés común y responsabilidad ambiental.
Esto es lo que merecen los miles de personas que con su civismo y su entrega han dado una respuesta adecuada a la pandemia. A esto es a lo que deben comprometerse el movimiento vecinal y la ciudad.