La carta a ‘Baltasar’ Moreno para que haga inclusiva la cabalgata de Reyes de Sevilla
Una madre pide al Ateneo, que organiza el desfile, en el que este año participa el presidente andaluz, que habilite zonas para los niños con autismo y movilidad reducida
Janet Ruiz cree en los Reyes Magos. Por eso ha apelado a su magia para que este año el Ateneo, organizador de la cabalgata de Sevilla, habilite espacios para que los niños y niñas con problemas de movilidad, trastorno del espectro autista o enfermedades raras, como la de su hija Ángela, de 10 años, puedan disfrutar de las carrozas, los beduinos y sus majestades sin miedo por el ruido, las aglomeraciones o la lluvia de caramelos y regalos que se lanzan. Es el único deseo que ha escrito en su carta y que estas navidades ha dirigido exclusivamente a Baltasar, que este año tiene más influencia que nunca, porque, además de rey, también ejerce el resto del tiempo como presidente de la Junta de Andalucía. “Los Reyes son magos y sé que pueden utilizar su magia para conseguir esto, porque hay muchos niños sevillanos que se están quedando fuera de esta celebración tan bonita”, explica Janet.
No es la primera vez que lo intenta. El año pasado ya llamó al Ateneo para trasladarles la frustración de las familias con niños que requieren de atención temprana por no poder disfrutar de la cabalgata. Entonces le trasladaron que era algo “muy complicado”. Este año le respondieron lo mismo. Pero ella no ha cejado en su empeño y ha remitido una carta, que se ha hecho viral en redes sociales, para pedir un espacio inclusivo para estos pequeños. Cuenta con el apoyo de la Fundación Antonio Guerrero, que trabaja para la defensa, protección e inclusión de las personas con discapacidad, y que ha conseguido que la misiva llegue a la junta directiva del Ateneo y también al entorno del presidente andaluz, Juan Manuel Moreno. “Esta situación produce muchas insatisfacciones y en pleno siglo XXI estas cosas las tendríamos que tener resueltas”, se lamenta Antonio Guerrero, presidente de la fundación, que esta semana se ha reunido con el alcalde de Sevilla para tratar de buscar una solución.
Moreno, pese a ser presidente de la Junta y Rey Baltasar no tiene competencias en la organización de la cabalgata y el Ateneo no ha respondido a la petición de este diario para comprobar si podría hacer realidad el deseo de Janet. Con todo, Guerrero lo ve factible. Lo que proponen es habilitar un par de espacios de unos 40 o 50 metros con gradas para que puedan acceder los pequeños acompañados de algunos familiares. A lo largo del extenso recorrido hay zonas suficientemente anchas como para instalar estas tribunas sin afectar ni perjudicar a los miles de personas que se concentran en las calles sevillanas para ver la cabalgata, ni poner en riesgo su seguridad. “A lo largo de esa zona las bandas podrían dejar de tocar, o hacerlo de manera amortiguada, igual que los beduinos con los silbatos, y habría que suspender el lanzamiento de caramelos”, explica.
Estas medidas ya se llevan a cabo en Coria del Río, el municipio sevillano donde Janet vive con sus hijas, o en la barriada sevillana de Pino Montano, donde los Reyes se despiden de los vecinos el 6 de enero y en la que, en determinadas partes del recorrido, sustituyen la música y los caramelos por pompas de jabón. Es la única cabalgata a la que Rocío García ha llevado a su hija Carmen, en sus nueve años de vida. “A mí como madre me gustaría disfrutar de la cabalgata el día 5, pero eso no lo he podido conocer”. Carmen tiene autismo y tiene mucha dificultad a nivel sensorial y auditivo. “Si la llevara a Sevilla, con el ruido, la gente abalanzándose a por caramelos… lo más seguro es que se sobrestimulara de tal manera que saliera corriendo entre la multitud”, explica.
Rocío comparte con Janet la rabia de no poder disfrutar con sus hijas de un día tan señalado como la noche de Reyes en la capital andaluza. Esperanza Gracia también siente esa frustración. “Da la sensación de que hay una ilusión de primera y una de segunda, de que la ilusión solamente le corresponde a los niños neurotípicos y no es para los neurodiversos”, se lamenta. Su hija Verónica, de 11 años, va en silla de ruedas, tiene problemas de visión y también es autista. Sus padres la han llevado en alguna ocasión a la cabalgata, pero la ansiedad de los asistentes y, por qué no decirlo, su mala educación, acababa por invadir el sitio en primera fila que habían estado reservando con más de dos horas de antelación para asegurarse un buen lugar. “Al final, lo que debería ser un día de celebración y para disfrutar, se convertía en un día de angustia y agobio”, recuerda.
Dar visibilidad
Estas madres no quieren acostumbrarse a ser invisibles. “Hay muchas mentes dormidas que no son conscientes de que hay familias que vivimos con muchas limitaciones, pero que nuestros hijos tienen los mismos derechos y que no pueden disfrutarlos porque estamos acostumbrados a un patrón de vida neurotípico. Y es cierto que nos vemos obligadas a limitar nuestra vida social, pero nuestros niños también tienen derecho a conocer la realidad, evitando los ruidos, momentos angustiosos para ellos, pero les tenemos que dar la misma vida que a los demás”, señala Rocío.
Ella piensa en su hijo pequeño de dos años, que ya está en edad de emocionarse al ver pasar a los Reyes Magos en Sevilla, pero que se tendrá que acostumbrar a que si su hermana no pude encontrar un sitio tranquilo donde verlos, él deberá adaptarse a sus circunstancias. Lo mismo que le pasa a María, la hermana de seis años de Ángela. “Ella tiene que aprender a vivir en la discapacidad”, dice Janet sobre la pequeña. “Y claro que no podrá disfrutar de la cabalgata, porque, evidentemente, no va a ir una sí y la otra no”, dice su madre tajante.
“Esta situación es muy frustrante”, comparte Guerrero. “Estamos inmersos en un tren institucional en el que como las cosas se hicieron de una manera el año pasado, damos por hecho que el siguiente deben ser iguales, y no nos paramos a pensar en que ya convivimos subgrupos en la sociedad que tenemos distintas características y que debemos conformar a todos en la medida de lo posible”, abunda. Guerreo es optimista. Recuerda que ya han conseguido que en la Feria de Sevilla se habilite una franja horaria en la que las atracciones se silencian para que los niños y niñas con espectro autista puedan montarse en los cacharritos. “Al final esto es una inyección de alegría que llega a toda la familia”, incide. “Aunque nos han puesto a las cuatro de la tarde, es como si nos dieran esa hora porque no molestan…”, puntualiza Janet.
Para ella, poder lograr un espacio en el que la cabalgata se adapte a las necesidades de los pequeños con necesidades especiales supone también una manera de “educar a la población”, a las “mentes dormidas” de las que hablaba Rocío. “Hay que concienciar de que estas personas existen y que tienen derecho, como los demás, de ir a una feria, de ver un paso de Semana Santa, de disfrutar igual que lo disfrutan ellos”, subraya Janet. “Falta mucha información todavía sobre lo que es una mente diversa, para nosotros es imposible ir a un parque infantil, pero si no tienes casos cerca, nadie se percata”, se lamenta Esperanza.