Tablate, el histórico pueblo que quiere volver a vivir tras 30 años vacío y en la ruina
La compra de la iglesia por un particular reactiva un entorno con 1.000 años de historia que fue vital por ser la entrada a la Alpujarra granadina
En las últimas tres décadas, todo lo que ha habido en Tablate es deterioro, expolio y abandono. En 1994 o 95 salió del pueblo la última familia que vivía allí, los guardeses de una finca. Hace siete meses, sin embargo, Ibán de María Guardiola compró la iglesia y el cementerio anejo. A continuac...
En las últimas tres décadas, todo lo que ha habido en Tablate es deterioro, expolio y abandono. En 1994 o 95 salió del pueblo la última familia que vivía allí, los guardeses de una finca. Hace siete meses, sin embargo, Ibán de María Guardiola compró la iglesia y el cementerio anejo. A continuación, creó la asociación Tablate Histórico para restaurar ambos y, hasta donde puedan, otras partes del entorno. Su llegada a este sitio abandonado ha revivido el interés por darle vida a un lugar del que se tienen noticias ya en el siglo IX y que luego jugaría un papel fundamental en la rebelión de las Alpujarras, a mitad del XVI; en el levantamiento de los moriscos granadinos contra Felipe II por su prohibición de que hablaran árabe o practicaran el islam.
En un primer vistazo, Tablate no es más que un par de calles o tres de tierra en pleno campo y flanqueadas por cinco o seis casas medio derruidas, una iglesia en el centro y una torre a medias en un extremo. Pura ruina sobre una loma de olivares. Pero una charla, un paseo y algunas lecturas históricas permiten cambiar la mirada. Tablate es una gran extensión de campo y un núcleo urbano, por llamarlo de algún modo, mínimo, que ocupa poco más de media hectárea. 5.000 metros cuadrados que reúnen 1.000 años de historia que incluyen alternancias de todo tipo. Guerra y paz, la riqueza de los señoritos y la miseria de los trabajadores, una mezquita reconvertida hace cinco siglos en iglesia de Santiago y, también, un cementerio cristiano junto a la iglesia y otro musulmán a poco más de 150 metros a las afueras. Finalmente, una torre nazarí y un par de viviendas enormes que conviven junto a algunas más pequeñas.
Hace unos 15 años que nadie se ha interesado lo más mínimo por este poblado. Hubo entonces un intento de hacer un equipamiento turístico de lujo que no fue aprobado. Desde entonces, el entorno ha languidecido, vandalizado y abandonado. Ahora, el interés de Guardiola ha reavivado también el interés de otros actores que permanecían dormidos. Por ejemplo, el de la empresa propietaria de las dos grandes casas del lugar. La principal, la que construyeron los Damas Hernández, la última gran familia dueña del pueblo y de gran parte de su terreno, tiene más de 1.000 metros cuadrados. Con unas vistas impresionantes sobre el Valle de Lecrín, a media hora de la playa y de la capital, puerta de entrada a la Alpujarra, no es difícil vislumbrar un gran hotel a todo tren. Carbrimo, empresa que ostenta el 80% la propiedad de esa gran construcción y que intentó el primer gran proyecto turístico, ha rehusado hacer comentarios a este diario sobre el asunto, pero fuentes conocedoras del asunto admiten que tras la llegada de Guardiola al sitio está en marcha de nuevo un proyecto turístico para esa gran casa.
Pero allí, en una esquina del pueblo, hay una torre a medio derruir, de apenas cuatro metros de altura por dos metros de ancho, que tiene la capacidad de complicar la vida de cualquier proyecto en este lugar. Este torreón es un patrimonio declarado Bien de Interés Cultural que nadie cuida ni vigila, pero que, por esa declaración, influye sobre cualquier actuación cercana. Así lo reconoce Francisco Titos, alcalde de Pinos del Valle, ayuntamiento del que depende Tablate. “Estoy encantado de que Tablate resurja, pero cómo lo haga dependerá de los proyectos que se presenten y de la legislación”. Una nueva dificultad es que el nuevo propietario de la iglesia ha pedido también la declaración BIC para su edificio, lo que añadirá nuevas dificultades a los proyectos del entorno.
Ibán de María Guardiola (Cieza, Murcia, 35 años) ya era consciente de ello cuando compró la iglesia que, como el cementerio, era hasta ese momento propiedad del arzobispado. Con un artesonado mudéjar destruido en parte, policromías tapadas por una pintura blanca que al desconcharse está sacando pinturas originales a la luz, el edificio requiere una restauración profesional, costosa y difícil. En definitiva, un problema para el arzobispo que no dudó en desacralizarla para quitársela de en medio. El problema del cementerio, por otro lado, no es menor. De poco más de 60 metros cuadrados, no queda ninguna lápida porque fueron robadas como tantas otras cosas. Será labor de Guardiola arreglar, darle dignidad al cementerio y acotarlo sin que al trabajar allí se quede a la intemperie alguna fosa. Un asunto difícil prevé.
Pero mayor es el problema del cementerio islámico. No es asunto de Guardiola, sino de la Junta de Andalucía. Gaurdiola, un hombre de formación religiosa, aunque no llegó a tomar los votos, “ni de cura ni de fraile”, dice, pero sí fue fraile fossor novicio un tiempo, es extremadamente respetuoso con los cementerios y está muy preocupado por el islámico. El hecho de que sean personas de hace siglos no le rebaja el respeto y, en un paseo, muestra a EL PAÍS el cementerio y los diferentes enterramientos en el terreno, un olivar ahora, en el que quedan al descubierto los restos óseos. Numerosas lajas de piedra marcan según la costumbre del Islam cada una de ellas. Muchas tienen, además, otra piedra. Han sido puestas por Guardiola para tapar los huesos que se están quedando al aire por las escorrentías y los movimientos de tierra. Un cráneo a la vista aquí, una pelvis allí, son señales de que aquello puede llegar al desbarajuste cualquier día. Este cementerio musulmán, además, aparenta ser bastante más grande que el cristiano.
Guardiola renunció a una vida eclesial hace unos años y ahora trabaja en una empresa de servicios sociales. Su interés por Tablate viene de su bisabuelo paterno, “que trabajó aquí, como contable de los Damas Hernández, los propietarios del pueblo”. Junto a la empresa y Guardiola, en Tablate hay otros cinco propietarios de viviendas o fincas, explica. Esta adquisición la ha sufragado con el patrimonio familiar e insiste en que no es un negocio para él, igual que reconoce que tiene otro proyecto en el norte de España que sí quiere convertir en negocio turístico. Aquí, dice, “es una compra sentimental y, de hecho, será la asociación la que gestione la iglesia”.
Mientras, en Tablate el trabajo se multiplica. Miguel Ángel Barranco es uno de los voluntarios que cada fin de semana acude a mejorar el pueblo. Este sábado está limpiando la calle principal junto a algunos familiares. “Ni conocía Tablate ni había estado nunca”, comenta este repartidor jubilado, “pero me encanta colaborar en esto”, concluye mientras tira de pala y carrillo.
El bien llama al bien
La llegada de Ibán de María Guardiola a Tablate ha servido para constatar el expolio patrimonial masivo que ha tenido lugar estos años. Y años después, el arrepentimiento. Guardiola menciona la visita reciente de un hombre que en 1995 robó la campana de la iglesia. Un mamotreto que bajó como pudo, arramblando algunas partes de la construcción eclesial. Su destino era un cortijo al que, dadas las dimensiones de la campana, nunca llegó. Lleva años almacenada y sin destino. Hace poco, el ladrón se acercó a Tablate y le contó a Guardiola su historia y quedó en devolverla. En algún momento, asegura, la campana volverá a su sitio original.