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Un candidato del PP que suena como si fuera de Vox

Pérez Llorca regala los oídos a Abascal asumiendo su retórica sobre el Pacto Verde europeo o la inmigración

“Vengo sin ningún acuerdo cerrado con ninguna formación política”, ha proclamado el candidato del PP a presidente de la Generalitat valenciana, Juanfran Pérez Llorca, nada más subir a la tribuna de Les Corts. A partir de esta declaración de humildad, ha desplegado una estrategia de seducción para atraerse el voto de los 13 diputados autonómicos de Vox, imprescindibles para obtener su investidura.

Como el pretendiente que aspira a ganar el sí de su pretendida, Pérez Llorca ha regalado los oídos al partido de Santiago Abascal con halagos y lisonjas. Ha ensalzado su “responsabilidad”, ha a...

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“Vengo sin ningún acuerdo cerrado con ninguna formación política”, ha proclamado el candidato del PP a presidente de la Generalitat valenciana, Juanfran Pérez Llorca, nada más subir a la tribuna de Les Corts. A partir de esta declaración de humildad, ha desplegado una estrategia de seducción para atraerse el voto de los 13 diputados autonómicos de Vox, imprescindibles para obtener su investidura.

Como el pretendiente que aspira a ganar el sí de su pretendida, Pérez Llorca ha regalado los oídos al partido de Santiago Abascal con halagos y lisonjas. Ha ensalzado su “responsabilidad”, ha agradecido su “colaboración” e incluso ha entonado un aparente mea culpa al reconocer que Vox tenía razón cuando, en el verano de 2024, abandonó dando un portazo el Gobierno valenciano de coalición con el PP con la excusa del reparto de menores inmigrantes no acompañados. “El tiempo ha demostrado que había motivos para hacerlo”, ha dicho.

Vox había desechado firmar un acuerdo programático, un pacto por escrito en el que constaran los compromisos del heredero de Carlos Mazón, con el argumento de que el PP los incumple y acaban convertidos en papel mojado. En lugar de un documento firmado, decidió que el pacto sería el propio discurso de investidura y, por eso, el acuerdo no estaría cerrado, como reconocía Pérez Llorca, hasta que este cumpliera su parte; es decir, hasta que lo pronunciara.

Era fácil adivinar la pluma de Vox en algunos párrafos de la intervención del candidato pero, por si acaso los diputados ultras estuvieran distraídos en ese momento, les avisó con frases como “tenemos que hablar claro”, a modo de preámbulo, antes de leerlos. Por ejemplo, cuando dijo que “el Pacto Verde europeo, tal como está planteado, impulsado por élites europeas, es la mayor amenaza a la que se enfrentan nuestros labradores”. O antes de afirmar: “No podemos mirar para otro lado cuando vienen personas que pretenden mantener prácticas que chocan frontalmente con nuestros valores, la igualdad, la libertad o la dignidad de las mujeres”.

Si la autoría de esas frases no era de Vox, las suscribe hasta la última coma, pues recogen textualmente los parámetros ideológicos del partido ultra; aunque, cada vez que hacía una concesión, Pérez Llorca insistiera en que no se trataba “de un debate ideológico” sino de sentido común. Por remachar su plena aceptación de los postulados ultras, aderezó su intervención con críticas a “Bruselas” —en alusión a la Comisión Europea, que preside una persona de su partido, la popular alemana Ursula von der Leyen— o a la “impostura ecologista”. También asumió que la llegada “sin control” de inmigrantes agrava el colapso de los servicios públicos y amenaza “la convivencia, la seguridad y la preservación de nuestra identidad”.

El problema es que un discurso no es un programa electoral ni un reglamento, sino un cóctel en cuya composición hay mucha más retórica que medidas concretas. Una de ellas es el compromiso de destinar “cero ayuda pública para aquellas organizaciones que incentiven o faciliten la inmigración”. Pérez Llorca no las ha identificado, pero Vox lo tiene claro: todas las ONG que prestan ayuda humanitaria a los inmigrantes; y eso incluye a organizaciones de la Iglesia católica, como Cáritas.

Más prudente ha sido el aspirante a la hora de atender la demanda de Vox de realizar pruebas forenses a los menores indocumentados para determinar su edad, pues solo las hará “si hace falta”. Y ha añadido que se opondrá al reparto entre las comunidades de los menores llegados a Canarias y seguirá pleiteando contra el decreto que lo regula, pero no que vaya a incumplirlo ni a cerrar los centros de acogida, como quiere Vox.

También ha anunciado que buscará “fórmulas legales” para que los menores extranjeros que están solos en España regresen con sus familias y se ha mostrado partidario de difundir la nacionalidad de los presuntos delincuentes, como ha hecho la policía autónoma vasca y baraja hacer la catalana, pero su margen de actuación en este terreno es limitado, pues carece de policía autonómica. Tampoco dependerá de él la continuidad de la central nuclear de Cofrentes cuando acabe su vida operativa, en 2030, pero eso no le ha impedido proclamar solemne: “Cofrentes no se cierra”. Más un deseo que una promesa.

Las medidas más concretas han venido en el capítulo económico, con el anuncio de que duplicará todas las deducciones del tramo autonómico del IRPF y ampliará en dos millones el número de beneficiarios. En este punto ha sido fácil el acuerdo, pues PP y Vox están en sintonía. La aportación de los de Abascal ha sido la apostilla de que luchará “contra el gasto político innecesario”, aunque Pérez Llorca no ha explicado en qué consiste ni por qué hasta ahora se ha destinado dinero público a gastos superfluos.

En lo que no ha hecho ninguna concesión es en la lucha contra la violencia de género. No ha hecho falta. Vox, que en otros tiempos hizo bandera del combate contra la llamada “ideología de género”, la ha dejado por ahora guardada en un cajón, quizá por el alto coste que le supone entre el electorado femenino, según reconocen en el partido ultra.

Pérez Llorca no se ha olvidado de subrayar la importancia que la música tiene para la identidad del pueblo valenciano. A riesgo de desafinar con la línea oficial de su partido, ha hecho un discurso al son que marca Abascal. Este, que ha seguido el debate de investidura desde el Congreso, ha anticipado que, aunque no conocía toda la intervención, lo que había oído le sonaba bien. La gestión del futuro Gobierno valenciano la hará el PP, pero sonará como si fuera Vox.

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