La OTAN, una casa común de la que Trump no puede echar a España
El Tratado de Washington solo contempla la salida voluntaria de un país de la Alianza Atlántica
La amenaza de echar a España de la OTAN, vertida este jueves por Donald Trump durante su reunión en el Despacho Oval con el presidente finlandés, Alexander Stubb, puede ser una boutade o una forma de presionar ...
La amenaza de echar a España de la OTAN, vertida este jueves por Donald Trump durante su reunión en el Despacho Oval con el presidente finlandés, Alexander Stubb, puede ser una boutade o una forma de presionar al Gobierno de Pedro Sánchez para que incremente su gasto en defensa, pero no tiene ningún viso de convertirse en realidad. Simplemente porque, como recuerdan diplomáticos que han dedicado buena parte de su carrera profesional a las relaciones con la Alianza Atlántica, “la OTAN es una casa común en la que no puedes entrar si no eres invitado: pero de la que, una vez dentro, nadie te puede echar”.
El Tratado de Washington, el documento fundacional de la OTAN que entró en vigor el 24 de agosto de 1949, prevé la posibilidad de que un país abandone voluntariamente la organización, pero no de que sea excluido contra su voluntad. El artículo 13 señala que, “pasados veinte años de vigencia del tratado, cualquiera de las partes podrá dejar de serlo, un año después de haber notificado su denuncia ante el Gobierno de los Estados Unidos de América, el cual informará a los gobiernos de las otras partes del depósito de cada notificación de denuncia”.
Es decir, a partir del año 1969, los países entonces miembros de la OTAN –los fundadores (EE UU, Canadá, Reino Unido, Francia, Italia, Bélgica, Países Bajos, Luxemburgo, Noruega, Dinamarca, Portugal e Islandia), a los que se unieron en 1952 Grecia, Turquía y Alemania— tenían posibilidad de darse de baja, siempre que presentaran el correspondiente preaviso con un año de antelación. Ninguno se acogió a esta posibilidad.
Lo que sí hizo el general Charles De Gaulle en los años sesenta del siglo pasado, descontento con la preeminencia de Washington y Londres en la organización, fue retirar a Francia de la estructura militar integrada, lo que supuso que las tropas extranjeras abandonaron territorio francés, las fuerzas francesas dejaron de estar subordinadas a los mandos aliados y el cuartel general de la OTAN en Europa se trasladó a Mons (Bélgica). En paralelo, Francia desarrolló su propia fuerza nuclear, la llamada force de frappe, como forma de afirmar su autonomía. Sin embargo, París nunca abandonó la OTAN ni el compromiso de ayudar militarmente a los demás aliados en caso de agresión.
Tras el referéndum de 1986 que ratificó la entrada de España en la OTAN, también el socialista Felipe González decidió mantener a las Fuerzas Armadas españolas al margen de la cadena de mando aliada —a través de los llamados acuerdos de coordinación— pero el Gobierno de José María Aznar decidió, una década después, acabar con esta singularidad y negociar la plena integración.
Estados Unidos tiene un papel hegemónico en la OTAN que nadie discute; lo que se refleja en el hecho de que el comandante del Mando Supremo Aliado para Europa sea siempre un general estadounidense (a cambio, el secretario general de la organización es un civil europeo). También es el depositario del Tratado de Washington. Pero eso no le da el poder de expulsar a nadie, una amenaza que ni siquiera se ha planteado con países gobernados por dictaduras militares (Portugal y Grecia en su momento), ni con quienes trabajan a favor delos intereses de Rusia, enemigo declarado de la OTAN (Hungría).
Aunque España se ha negado a destinar el 5% del su PIB a defensa en el plazo de una década, se trata de un compromiso político, no de un acuerdo jurídicamente vinculante que se esté incumpliendo. Habrá que esperar a 2035 para saber qué países han alcanzado ese listón y cuáles no. En la OTAN hay, además, media docena larga de países a los que dan seguridad las Fuerzas Armadas españolas (las repúblicas bálticas, Eslovaquia, Bulgaria, Rumania y Turquía), un país que ni siquiera tiene ejército (Islandia) y otro cuyo presidente ha dejado claro que no se siente concernido por el compromiso de elevar el gasto hasta el 5%: Estados Unidos.