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Todas las veces que el PP tropezó con el aborto

La propuesta de Vox, apoyada por el PP, para informar a las mujeres que deseen abortar de un síndrome que no existe resume la impotencia de Feijóo para frenar el avance de la extrema derecha

Ocho días después de que en EE UU, su presidente, Donald Trump —el mismo que proponía inyecciones de lejía contra el covid—, ...

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Ocho días después de que en EE UU, su presidente, Donald Trump —el mismo que proponía inyecciones de lejía contra el covid—, vinculase el paracetamol al autismo sin ninguna prueba científica, el PP y Vox aprobaron en el pleno del Ayuntamiento de Madrid que sea obligatorio informar a las mujeres que desean interrumpir su embarazo de un síndrome que no existe: el síndrome posaborto. Según Carla Toscano, la concejal del partido ultra que presentó la iniciativa, implica “alcoholismo, anorexia, bulimia, disfunciones sexuales, aislamiento...”. “Las mujeres que abortan tienen un 60% más de probabilidades de morir al año siguiente del aborto”, añadió, antes de señalar al PP por aliarse con la izquierda “desde hace años” para lanzar una “propaganda macabra” que causa miles de muertes. El edil del PP encargado de la réplica, José Fernández, acusó a Vox de llevar el asunto al pleno solo “para rascar votos”, es decir, para quitárselos, y planteó una enmienda que no alteraba el objetivo de la propuesta —la extrema derecha tampoco la aceptó—. A continuación, con el resto de su grupo, votó a favor.

Esos minutos del pleno municipal de la capital de España resumen bien el viaje de Alberto Núñez Feijóo desde Santiago de Compostela a Madrid; desde la Xunta de Galicia, cuando reñía a Pablo Casado por arrimarse al discurso de Vox —“No hemos sabido parar a la derecha populista. No hemos sabido decirle a la gente que el PP no tiene nada que ver con Vox. A veces hemos cometido algún giro que parecía que íbamos a hacer un Gobierno con Vox y eso ha preocupado a mucha gente”, decía—, hasta la sede nacional del PP. Del barón moderado al líder nacional que ahora corre para tratar de taponar las fugas de votos al partido ultra después de concederles, con su beneplácito, consejerías y presidencias de parlamentos autonómicos, sueldos públicos, institucionalidad.

Es Vox, la escisión ultra, el partido que impone al PP los temas de los que quiere hablar y no al revés. Fue la extrema derecha la que rompió con la derecha tradicional en los gobiernos autonómicos, no a la inversa. Y es Santiago Abascal el que arrastra a Feijóo a posturas radicales, a reabrir debates que había cerrado. Antes de perder en el Constitucional, los populares, según publicó este periódico en febrero de 2023, llegaron a plantearse retirar el recurso que habían interpuesto en 2010 contra la ley del aborto aprobada durante el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Ya no se reconocían en él. Finalmente, se echaron para atrás por las dificultades del trámite: necesitaban el visto bueno de los firmantes, como Federico Trillo. Llegar a este punto, que ratificó el propio Feijóo en enero de 2023 —“En ningún lugar donde gobierne el PP se puede coaccionar a una mujer durante su embarazo. Ningún médico, y mucho menos un político, puede interferir en este contexto”—, no había sido fácil. Las encuestas ayudaron.

Durante un tiempo, el ala más dura del partido presionaba con éxito para que el aborto no fuera un derecho, sino un delito. Cuando el PP llegó a La Moncloa a finales de 2011, Mariano Rajoy se comprometió a derogar la ley de Zapatero y encargó al ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, un proyecto alternativo, basado en los supuestos y no en los plazos. Pero, finalmente, no se atrevió a implantarla —también su electorado pensaba distinto—, retiró el proyecto y Gallardón dimitió y se retiró de la política.

En esas idas y venidas, Pablo Casado apostó en su campaña de primarias, cuando aspiraba al liderazgo del PP, por regresar a la ley de supuestos, que suponía volver tres décadas atrás. También llegó a decir que era partidario de enseñar a las mujeres “lo que llevan dentro”. Le replicó, en este diario, Celia Villalobos, la diputada popular a la que su partido había multado en el pasado por romper la disciplina en votaciones sobre el aborto: “Las mujeres sabemos lo que significa tener que abortar. No necesitamos que un hombre nos lo explique”.

Pero una vez elegido como sucesor de Rajoy, Casado no incluyó su promesa de derogar la ley vigente en su programa electoral. Y siendo todavía líder de los populares, la dirección obligó al diputado Adolfo Suárez Illana a matizar unas controvertidas declaraciones. “El aborto”, había dicho, “se lleva 100.000 vidas al año. Los neandertales también lo usaban, pero esperaban a que naciera y le cortaban la cabeza (...) Las mujeres tienen que decidir entre ser madres de un niño vivo o un niño muerto”. “Cuando uno se equivoca”, aseguró después, “lo mejor es pedir disculpas”.

Al día siguiente de que PP y Vox decidiesen que hay que informar a las mujeres de que abortar produce anorexia y disfunciones sexuales —falso—, la portavoz parlamentaria del PP, Ester Muñoz, acusó a los medios de comunicación de preguntar por el asunto “a las órdenes” del Gobierno, que busca, dijo, “ardillas para que no se hable de la corrupción”. “La información nunca es un problema”, añadió.

Apenas 24 horas después, el alcalde de la capital trataba de dar marcha atrás sobre lo que acababa de aprobar en el pleno del Ayuntamiento que preside: “El síndrome posaborto no es una categoría científica reconocida. Coincidimos con Vox simplemente en que hay que proporcionar información. Circunstancia distinta es cómo lo argumenta Vox y cómo lo argumenta el PP”. Pero fue su partido el que votó a favor de la propuesta de la extrema derecha, no al revés. Cada vez es más difícil apreciar esas diferencias de las que habla Almeida, y lejos de “parar” a lo que llamaba “la derecha populista”, Feijóo se la ha cargado la espalda.

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