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Las peticiones de asilo en España caen por primera vez desde la pandemia

Las solicitudes de ciudadanos de Colombia y Perú, dos de las nacionalidades que más demandan protección, se desploman en un 60%

El cambio ha sido abrupto. Durante años, pedir asilo en España ha sido el único salvavidas al que decenas de miles de inmigrantes se han aferrado para empezar una nueva vida, una fórmula que les permitía vivir y trabajar de forma legal meses e incluso años y enganchar después con otro permiso. Pero ahora la puerta se ha cerrado de golpe para buena parte de los solicitantes y las peticiones han caído un 13%, el primer descenso desde la pandemia. En el caso de colom...

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El cambio ha sido abrupto. Durante años, pedir asilo en España ha sido el único salvavidas al que decenas de miles de inmigrantes se han aferrado para empezar una nueva vida, una fórmula que les permitía vivir y trabajar de forma legal meses e incluso años y enganchar después con otro permiso. Pero ahora la puerta se ha cerrado de golpe para buena parte de los solicitantes y las peticiones han caído un 13%, el primer descenso desde la pandemia. En el caso de colombianos y peruanos, dos de las nacionalidades que más piden asilo en España, el desplome es del 60%. Tras estos números está el nuevo reglamento de extranjería en el que se introdujeron trabas para frenar abusos, pero que, a la vez, está empujando a miles de inmigrantes a la clandestinidad.

La caída en las peticiones de asilo es relevante también en el conjunto de la Unión Europea, aunque por razones diferentes. En el primer semestre de 2025, según la Agencia de Asilo la Unión Europea (AAUE), se registraron 399.000 solicitudes en la UE, un descenso del 23% respecto al mismo periodo del año pasado. Ello “no se debe a cambios en las políticas de la UE”, explica la AAUE en su último informe, sino a Siria. Desde que el régimen de Bachar el Asad fue derrocado a finales del año pasado, las peticiones de los sirios han disminuido de forma abrupta, hasta el punto de que, después de una década de éxodo masivo, ya no son la principal nacionalidad que pide protección en suelo europeo. Miles de ellos han dejado de huir y otros miles que habían emigrado están empezando a regresar a su país. La tendencia es tan rotunda que Alemania, principal receptora de los refugiados sirios, ya no tiene el primer puesto en solicitudes de asilo, tras ocuparlo durante años casi ininterrumpidamente.

A pesar de la caída, el volumen de peticiones en España es el segundo más alto en toda la UE, tan solo después de Francia. Entre enero y agosto de este año se han registrado 97.000 peticiones, pero ese descenso del 13% marca un hito. España, con un sistema de asilo al borde del colapso, llevaba un lustro encadenando récords de peticiones, incluso doblando las cifras de un año para otro. A la espera de ver cómo se cierre el año, los expertos ven una clara correlación entre el nuevo reglamento de extranjería y esta tendencia a la baja, sobre todo, en algunas nacionalidades.

Entre todas las medidas que incluía el nuevo reglamento, que entró en vigor el pasado mayo, se introdujo un obstáculo para ese 80% de solicitantes que acaban con su solicitud rechazada. Antes el tiempo que esos migrantes pasaban esperando una respuesta a su solicitud ― hasta dos años― podía computarse para demostrar arraigo y regularizarse en caso de que les denegasen su petición, pero esto ha cambiado. Ahora ese tiempo ha dejado de contar y una denegación equivale a quedarse en situación irregular. Aun teniendo empleo y una vida estable, es como si acabaran de llegar.

Esos miles de denegaciones que se notifican cada año (y que ahora significan volver a la clandestinidad) afectan sobre todo a ciudadanos de Colombia y Perú que, a juzgar por las cifras, están dejando de pedir asilo. Mientras que el año pasado, a esta misma fecha, más de 28.000 ciudadanos de Colombia habían solicitado protección en España, este año han sido menos de 11.000. Y en el caso de Perú, de más de 7.200 se ha pasado a unos 2.700, aunque los datos muestran que mientras caen en España, sus solicitudes crecen en Italia.

Nicolás, un colombiano que ronda los 30 años, pasó años en la irregularidad en España con empleos precarios hasta que logró conseguir sus papeles. Cuando su hermana también decidió emigrar hacia España, él ya sabía que la mejor ruta para hacerlo era una petición de asilo que le permitiera obtener un permiso para trabajar a los seis meses. Quería que ella se evitara lo que él había pasado durante años. Pero este año, cuando finalmente ella llegó, ya había entrado en vigor el nuevo reglamento. “El asilo, ahorita con el cambio de esa norma, es algo muy dificultoso, ya no es factible por decirlo así”, cuenta él a EL PAÍS.

Blanca Garcés, investigadora sénior del área de migraciones del Barcelona Centre for International Affairs (Cidob), centro de investigación en relaciones internacionales, analiza este fenómeno. “Para estos ciudadanos de Colombia y Perú el cambio normativo tiene un efecto desincentivador porque quiere decir que pueden pasar dos años en España y si la respuesta es negativa, que en la mayoría de esos casos lo es, van a tener que empezar de nuevo el tiempo de espera [al menos dos años] para obtener sus papeles por el arraigo”, afirma.

Cuando el Gobierno aprobó el nuevo reglamento lo vendió como una herramienta que facilitaría la vida de los extranjeros, pero entre líneas se coló esta nueva fórmula para intentar frenar el abuso de la protección internacional. Era un intento de bajar la presión de un sistema que no ha podido responder a la demanda: los dilatados plazos para responder solicitudes que deberían estar resueltas en seis meses son uno de los motivos por los que solicitar asilo se convirtió en una buena opción para regularizarse. En parte, esa estrategia ha funcionado. Pero, como apunta Garcés, se ha creado otro problema: “El efecto perverso de la medida es que están aumentando los tiempos de irregularidad, cuando este Gobierno lo que había buscado era reducirlos”.

Para José Luis Rodríguez Candela, vicepresidente de la plataforma Extranjeristas en Red, se ha producido “una desviación de poder”. “Uno no puede luchar contra una presunta solicitud fraudulenta de asilo, limitando el derecho de todos los solicitantes de asilo”, critica. Y añade que la ley ya permitía inadmitir a trámite todas las peticiones que fueran fraudulentas, pero en vez de atenderlas en plazo, el Gobierno termina acumulándolas todas. “Para la Administración es mucho más cómodo no invertir en personal o en procedimientos, sino sancionar, amenazar, con carácter general, a todos los solicitantes”, afirma.

Los datos españoles tienen varias particularidades que no se ven en otros países. La caída abrupta del 60% en las peticiones de colombianos y peruanos podría haber significado un descenso mucho más relevante en el total de las solicitudes, pero no ha sido el caso porque los venezolanos han llenado ese lugar. En lo que va de año, esta nacionalidad, que no se ve afectada por el cambio del reglamento porque España les concede casi de forma automática la protección por razones humanitarias, experimentan un pico inédito. Son ya más de 56.000 solicitudes, un 35% más que el año pasado.

Es un incremento que, como contó EL PAÍS, está motivado por la cacería que el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, ha puesto en marcha contra los inmigrantes venezolanos. Ante la hostilidad de EE UU, España se ve como una alternativa mucho más amigable. Con el descenso de los sirios, los venezolanos son ahora los principales solicitantes de asilo en la UE. Y el 93% de esas solicitudes, según la AAUE, las recibe España.

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