“Es innegable que hay una violencia contra las fuerzas de seguridad”

Manuel Navarrete, director del Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado, reconoce “picos de violencia” contra los agentes que antes no se veían y los relaciona con la presión policial en el Campo de Gibraltar

El general de la Guardia Civil Manuel Navarrete, director del Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado, en la sede del organismo, en Madrid.Samuel Sánchez

El recién nombrado teniente general de la Guardia Civil Manuel Navarrete (Sevilla, 1960) es una enciclopedia sobre terrorismo y crimen organizado. Con el bagaje de haber sido jefe de contraterrorismo e inteligencia financiera de Europol, haber investigado el 11-M o haber comenzado su carrera en el País Vasco en 1985, cuando muchos compañeros creían que nunca acabarían los asesinatos de agentes a manos de ETA, habla del ...

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El recién nombrado teniente general de la Guardia Civil Manuel Navarrete (Sevilla, 1960) es una enciclopedia sobre terrorismo y crimen organizado. Con el bagaje de haber sido jefe de contraterrorismo e inteligencia financiera de Europol, haber investigado el 11-M o haber comenzado su carrera en el País Vasco en 1985, cuando muchos compañeros creían que nunca acabarían los asesinatos de agentes a manos de ETA, habla del envalentonamiento de las mafias, con el ejemplo dramático y cercano del asesinato de dos uniformados en Barbate (Cádiz) en febrero. “Hay una violencia contra las fuerzas de seguridad, eso es innegable”, reconoce sobre unos hechos “más visibles” y “preocupantes”, que relaciona con la mayor presión policial.

Durante la entrevista, con motivo del décimo aniversario del Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado (CITCO), centro que dirige desde 2020, cuenta que el terrorismo se ha vuelto más descentralizado e imprevisible, mientras que las redes criminales se han organizado como empresas y van a por todas. Desde su despacho en Madrid, con calma, espíritu divulgativo y alguna pincelada de humor, explica la labor del CITCO, responsable, entre otros cometidos, de la destrucción de los cargamentos de cocaína, plantaciones de marihuana o narcolanchas, una labor que le enorgullece especialmente. “Le digo al ministro: ‘Soy el final de la cadena trófica del narcotráfico’”, afirma.

Pregunta. ¿Qué porcentaje del trabajo del CITCO puede salir publicado en un periódico?

Respuesta. Creo que bastante. Hay que ser discreto y reservado porque trabajamos con materias que son de seguridad nacional y con datos de personas que están en ficheros policiales, pero sí que se puede hacer más visible. Creo que no daña en absoluto la seguridad ni tampoco la reserva que debemos mantener.

P. ¿Cómo le explicaría a alguien que no sepa lo que es el CITCO a qué se dedica?

R. Somos una ayuda, un apoyo a las fuerzas de seguridad del Estado, al servicio de inteligencia y a los jueces y fiscales. Por ejemplo, nos encargamos de recibir parte de la información para hacer un sondeo permanente de la amenaza terrorista y del crimen organizado y sobre eso les informamos de elementos nuevos, o nuevas tendencias. A la vez, también nos ocupamos de que, a nivel político, es decir, en el Ministerio de Interior, estén informados, porque luego eso provoca las decisiones en el ámbito operativo. También apoyamos en la coordinación y damos continuidad a las políticas de seguridad de terrorismo y crimen organizado.

P. ¿En qué ha cambiado en diez años el terrorismo?

R. Ha ido evolucionando hacia un terrorismo más descentralizado, oportunista e indiscriminado, sobre todo basado en la propaganda y en el uso de redes sociales e internet. Esto ha hecho que la forma de evaluar la amenaza, de proteger las estructuras críticas, de incorporar nuevas medidas legales y nuevos tipos legales, tanto en Europa como en España, haya tenido que ir adaptándose. Los viajes a la zona terrorista: donde antes no se contemplaba, ahora se contempla. También hemos visto en los últimos años un incremento de la violencia que puede ser adjudicada a grupos que buscan siempre la excusa del racismo o de la diversidad o cualquier tipo de manipulación. La crisis del covid ha hecho que, con el aislamiento y la imposición de medidas nada populares, el ámbito de la radicalidad en muchas facetas, casi en un bufé de discrepancias, haya crecido y ahora nos encontramos con situaciones un poco preocupantes. En España ha habido algunos casos que se están monitorizando. En Europa sabemos que ha habido también reacción legal porque se han prohibido.

P. ¿Y el crimen organizado?

R. Ha habido una diversidad y se ha industrializado. La tendencia ha sido de hacerlo más rápido y con más beneficio. Siempre ha tenido una presencia importante en España, en principio vinculado a las mafias italianas. En los finales de los años 90, de origen ruso. Y ahora, esta nueva tendencia de la Mocro Maffia [estructura criminal cuyos integrantes son principalmente de origen magrebí, que se asienta en Países Bajos y que ha llegado a amenazar a la princesa Amalia de Orange]. Hemos visto que han evolucionado hacia estructuras más potentes, quieren controlar toda la cadena y se han sofisticado mucho más. Al crecer más rápido y con más interés, han chocado de frente con situaciones, como que las fuerzas de seguridad, o la sociedad que se ve afectada, reciben esa amenaza de una forma más cercana. Hemos visto las situaciones que se han vivido en Ecuador, Suecia, Alemania, Bélgica y Holanda, donde aparentemente era algo marginal, pero vemos que la incidencia que tiene en algunos aspectos ha sido muy grande. Tanto en la criminalidad en sí, como en amenazas a testigos protegidos, a periodistas, incluso en actuaciones contra las fuerzas de seguridad y también incluso contra el ámbito político.

P. ¿Cómo de implantada está la Mocro Maffia en España?

R. Vemos más los efectos que la implantación por ahora, aunque sí hemos detectado personas vinculadas a estos clanes y con cierto peso en el crimen organizado. No hemos tenido demasiadas amenazas al ámbito de seguridad más allá del crimen organizado de hacer más beneficio y más rápido. No hemos detectado que quieran influir en una esfera más allá, como en otros países de Europa, pero estamos muy atentos. Lo que más nos preocupa, además del efecto que tiene el crimen organizado, es la corrupción generalizada, de personas, de fuerzas de seguridad, incluso aspirar a algún tipo de corrupción política.

P. ¿Y cuáles son esos efectos?

R. El aumento del crimen organizado y sobre todo la policriminalidad. No solamente está el tráfico de drogas y blanqueo, también [hay] una evolución en el tráfico, manteniendo los tradicionales de cocaína, hachís, marihuana, pero también de drogas sintéticas de las que nos preocupan mucho, como los opioides sintéticos. Son más rápidos de producir, son más baratos y además tienen unos efectos mucho más nocivos en la salud de todos. Además de eso, temas de tráfico de armas o tráfico de seres humanos.

Navarrete, en la sede del CITCO, en Madrid, este lunes 7 de octubre. Samuel Sánchez

P. ¿Cambió mucho el panorama la desencriptación de las plataformas de comunicación tipo EncroChat?

R. Absolutamente. Hemos visto una dimensión diferente del crimen organizado. Estaba en Europol cuando se hicieron las operaciones de la primera, Encrochat y Sky ECC, por parte de colegas belgas, franceses y holandeses. Ahí vimos la masividad del crimen que hacían, el nivel de impunidad con el que entendían el crimen organizado. Hablaban abiertamente, se hacían fotos con fajos de dinero, hablaban de eliminaciones selectivas. Fue como hacer un máster sobre la incidencia del crimen organizado fundamentalmente en Europa, aunque no solamente. Vimos que abarcaba más ámbitos de lo que habíamos sido capaces de detectar. Sobre todo, se ha aprendido muchísimo que funcionan como una empresa.

P. Se percibe en los últimos años un envalentonamiento contra los agentes, con casos como el asesinato de los agentes de Barbate. ¿Se sienten impunes?

R. Yo no hablaría de impunidad. En mi opinión, lo que ocurre es que la situación de narcotráfico en la zona sur de España y en muchas zonas ha tenido un nivel de estabilidad que lo mantenía fuera de la visibilidad que tiene ahora. Los incidentes han aumentado en 2020-2021, con fuerzas y cuerpos del Estado y entre clanes. La Costa del Sol desgraciadamente es uno de los sitios donde más se producen por el ajuste de cuentas entre ellos. Lo ocurrido en Barbate ha sido tremendamente desgraciado. No hay que disminuirlo, por supuesto, pero el número de incidentes se mantiene. Sí es verdad que hay una violencia contra las fuerzas de seguridad, eso es innegable, pero creo que se basa en que los refuerzos que se han hecho a través del plan de Gibraltar de investigaciones y de despliegues hacen que sea mucho más frecuente la posibilidad de encontrarse con la Policía, la Guardia Civil o Aduanas en el río Guadalquivir, en Barbate, en Tarifa, o en La Línea. Ahora mismo son más visibles y son más preocupantes. ¿Podemos hablar de un nivel mayor de violencia? Quizás sí, quizás los incidentes que hay tienen unos picos de violencia que antes no los veíamos.

P. ¿Además del yihadismo hay o han detectado movimientos de corte terrorista del tipo de la disidencia de la izquierda abertzale, anarquistas, o de extrema derecha?

P. Del ámbito de terrorismo independentista, en España, no. Desde el punto de vista de extremismos, lo que nos preocupa es cualquier expresión que vaya en contra de la seguridad del Estado, pero tanto del movimiento independentista que existía y existe en el País Vasco o que existía y existe Cataluña o en Galicia, no, no tenemos ahora mismo actuaciones. No hay actuaciones porque la forma de expresión o la forma en que están entendiendo esa posición radical no toca el ámbito delictivo, para eso están los jueces en ese sentido. Sí hemos detectado actuaciones de grupos supremacistas, de vinculación neonazi, sobre todo, y de radicales antisistema, del ecologismo. Hay detenciones en España. De hecho, el año pasado hubo más detenciones de determinada violencia antisistema en general o con múltiples motivaciones que en el ámbito de terrorismo.

P. ¿Es muy difícil custodiar y destruir la droga con el ritmo de incautaciones de los últimos años?

R. La gestión es complicada desde principio. Estamos en una media de tres y medio a cuatro meses, porque hay un proceso de clasificación y también de disponibilidad de la eliminación térmica. No todos los hornos pueden eliminar cocaína, las emisiones son complicadas y tiene que tener un control muy exhaustivo. El problema del hachís es que como es una resina necesitas casi 1.000º para quemarlo, además sube muy rápidamente, y eso no les gusta a todos los hornos. A veces, los hornos también tienen paradas técnicas y medioambientales y podemos tener una acumulación, pero en general hemos conseguido aliviar bastante esa presión, que además significa tener menos policías y guardias civiles en la calle.

P. ¿Y es fácil encontrar empresas que hagan este trabajo?

R.: No. Ahora hay más oferta. No hay muchas empresas, pero algunas sí.

P. ¿Cuál es la peor situación que le ha tocado vivir en su carrera?

R. No quiero ser dramático. Llevo muchos años. Desde que salí de oficial en el 85 en el País Vasco, en San Sebastián, en Intxaurrondo, he vivido muchas situaciones difíciles, duras. Luego el 11-M, era el investigador de la Guardia Civil. He vivido muchas cosas muy complicadas. Lo que siempre me ha dolido es cuando la respuesta no la doy rápido. Casi me obsesiona el espíritu de servicio, que la gente con la que trabajo esté emocionada con lo que hace.

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