Sánchez, Ayuso y Milei y la guerra de los Lamborghini

El presidente español abre la batalla ideológica por los impuestos a los superricos y el argentino le llama “depredador de la riqueza”

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, inaugura el curso político en un acto en el Instituto Cervantes, en MadridSamuel Sánchez

Poco después de que Pedro Sánchez pronunciara la frase, la batalla ideológica alrededor de los impuestos a los superricos empezó a extenderse en las redes y después se extendió en la política española e incluso saltó a la argentina, donde Javier Milei se lanzó en tromba contra el presidente....

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Poco después de que Pedro Sánchez pronunciara la frase, la batalla ideológica alrededor de los impuestos a los superricos empezó a extenderse en las redes y después se extendió en la política española e incluso saltó a la argentina, donde Javier Milei se lanzó en tromba contra el presidente. “España será un país mejor si tiene más autobuses públicos y menos Lamborghini”, aseguró Sánchez después de anunciar que tiene en cartera nuevos impuestos para los superricos. “Vamos a gravar fiscalmente a quienes ya tienen en el banco suficiente dinero para vivir cien vidas. Lo haremos no para perjudicar a los millonarios sino para proteger a las clases medias y trabajadoras de un sistema que continúa siendo extraordinariamente injusto”, remató el presidente.

Esto desató rápidamente una especie de “guerra de los Lamborghini”. Isabel Díaz Ayuso saltó enseguida haciéndose eco del incendio en un tren que había obligado a evacuar a 25 personas camino de Salamanca, y lo aderezó con la siguiente queja: “Más transporte público para todos los españoles y menos Lamborghinis para los independentistas”. Milei, desde Argentina, fue aún más directo: “El socialismo es una enfermedad del alma aberrante. La combinación de profunda envidia, fatal arrogancia e ignorancia en temas de economía en la frase resulta espeluznante. Dios proteja a los españoles de este depredador de riqueza”, dijo comentando la frase de Sánchez.

Era un discurso muy preparado en La Moncloa, el del inicio de curso, y la frase de los Lamborghini no era casual. Sánchez, muy criticado desde sectores de su propio partido por su pacto fiscal con ERC, porque creen que no representa los valores progresistas al beneficiar a una comunidad rica como Cataluña, está buscando el choque ideológico con los barones del PP, que están bajando los impuestos a las rentas más altas mientras critican la reforma de la financiación que plantea el presidente y piden más dinero del Estado porque se consideran insuficientemente financiados.

Es un debate importante, porque Cataluña no ha reducido los impuestos a estas rentas altas; de hecho, los mantiene entre los más altos del país, y en esta comunidad molesta mucho que otras como Andalucía, que recibe la solidaridad de otras autonomías más ricas, baje los impuestos a los que más tienen -patrimonio y sucesiones, sobre todo- en línea con Madrid. Es una batalla de fondo que al Gobierno le interesa para abrir el debate no solo al marco de que Cataluña saldrá beneficiada y eso perjudicará a las más pobres, sino también a la responsabilidad fiscal de las autonomías del PP que están bajando impuestos a los ricos mientras Cataluña y otras se los mantienen y además exigen más dinero y reclaman que no se lo quede la Generalitat.

El asunto de los Lamborghini ha generado mucho debate. En realidad, es algo más simbólico que otra cosa, porque hay muy pocas matriculaciones de este coche en España, alrededor de 200 al año. El más vendido, el Urus, vale unos 300.000 euros. Pero con la idea de los Lamborghini, que se han convertido en un referente de éxito en el mundo libertario que se entusiasma con Milei y defiende la eliminación total de los impuestos, Sánchez quería simbolizar el hecho de que los superricos, que están en crecimiento en España, cada vez pagan menos impuestos sobre todo por las decisiones de presidentes autonómicos del PP, que les quitan el impuesto de patrimonio y el de sucesiones y donaciones, incluso para las herencias multimillonarias.

Y este sí es un asunto de fondo y real, que se puede ver en las cifras que ofrecía este miércoles EL PAÍS: los ciudadanos con un patrimonio de más de 30 millones de euros, los superricos, batieron un nuevo récord en 2022, último año con datos disponibles, y llegaron a los 852, cuando en 2007 estaban por debajo de los 250. Pero solo 235 abonaron el tradicional impuesto sobre el patrimonio, un 27,6%, la cifra más baja desde que hay registros. Y eso se debe directamente a las decisiones de los barones del PP. Para evitarlo, el Gobierno ha instaurado el nuevo impuesto a las grandes fortunas, nacional y que por tanto las autonomías no pueden rebajar, y del anuncio de Sánchez se deriva que habrá más medidas.

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La presidente de la Comunidad de Madrid, Isabel Diaz Ayuso, este jueves durante la ronda de reuniones con los grupos parlamentarios de la Asamblea de Madrid.Rodrigo Jimenez (EFE)

“Ayer [por el miércoles] Sánchez volvió a tratar a los ciudadanos como borregos”, dijo Ayuso en la inauguración de unas jornadas de trabajo de su grupo parlamentario. “Ahí tuvimos los insultos contra Madrid, el Gobierno que trabaja para que 16 consejeros de [Salvador] Illa, eso sí, vayan en el Lamborghini y los currantes madrileños se queden atrapados a diario en los Cercanías que ellos gestionan”, siguió. Sánchez esta vez habló de los Lamborghini, pero en su momento el PSOE criticó mucho a la presidenta madrileña porque vive en un piso de lujo de pareja, que está en un proceso por fraude fiscal, y además ambos se trasladan en un Maserati, más barato que el Lamborghini pero también de superlujo.

“Todo son mentiras”, añadió Ayuso sobre el presidente del gobierno. “Es que hasta cuando miente vuelve a mentir al llamarlo cambio de opinión: migración circular es descontrol migratorio; singularidad se llama privilegios para los socios; lo que es la memoria histórica es pensamiento único; crecimiento negativo, tortazo económico; concierto catalán, un robo a los madrileños y al resto de los españoles”.

Desde que Díaz Ayuso llegó al poder por primera vez, en agosto de 2019, los choques con el gobierno de Sánchez han sido constantes. Esos rifirrafes por la política económica, fiscal, exterior, educativa, social o sanitaria resumen dos modelos de gestión opuestos, y enfrentados con frecuencia tanto en las urnas como en el debate público y los tribunales. Aunque la justicia ha dado la razón a Madrid en cuestiones como la ejecución del IVA de diciembre de 2017, lo que procuró 300 millones extra a las arcas regionales; también ha rechazado sus pretensiones con respecto a asuntos clave como el impuesto a las grandes fortunas, que avaló el Constitucional. De todos los debates entre el Gobierno central y Madrid, que representa la versión más extrema del PP, el de los impuestos es el más recurrente y en el que tanto Ayuso como Sánchez parecen mostrarse cómodos en sus posiciones antagónicas.

El arranque de curso del presidente, al ataque contra los barones del PP que bajan impuestos y privatizan, muestra que en La Moncloa han decidido que la mejor manera de enfrentarse a la ola de derecha que recorre toda Europa es dando la batalla ideológica desde la izquierda en un asunto central: la desigualdad y la redistribución de la riqueza a través de los impuestos y los servicios públicos que se financian con ellos y niveles un poco la desigualdad de partida entre las clases altas y las bajas.

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