Alvise Pérez recoge los frutos de la teoría del fraude electoral que sembraron el PP y Vox
El nuevo candidato impulsa su campaña alertando contra un supuesto pucherazo, estrategia ya seguida por los partidos de Feijóo y Abascal
“Por si acaso”, contesta Ana Delgado, sevillana de 20 años. Es la misma respuesta que ofrece Javier, de Isla Cristina (Huelva), de 49 años, que prefiere ocultar su apellido, cuando se le formula la misma pregunta que a Ana. ¿Por qué viene a recoger papeletas de Se Acabó la Fiesta (SALF), la candidatura de Luis Pérez, más conocido como Alvise, para las elecciones europeas? ¿Por qué no coge su papeleta de los montones de su c...
“Por si acaso”, contesta Ana Delgado, sevillana de 20 años. Es la misma respuesta que ofrece Javier, de Isla Cristina (Huelva), de 49 años, que prefiere ocultar su apellido, cuando se le formula la misma pregunta que a Ana. ¿Por qué viene a recoger papeletas de Se Acabó la Fiesta (SALF), la candidatura de Luis Pérez, más conocido como Alvise, para las elecciones europeas? ¿Por qué no coge su papeleta de los montones de su colegio electoral el domingo? “Por si acaso”, dice Javier. Los dos, Ana y Javier, que acudieron en la mañana de este viernes a un acto de Alvise en Sevilla, comparten un temor: que el 9J no haya votos de Se Acabó la Fiesta en su colegio porque algún tipo de trama lo impida. Aunque cada uno tiene su razón principal para votarle —la “defensa de España” para Ana; “meter en la cárcel a los corruptos” para Javier—, su coincidencia es milimétrica en que hay que estar preparados ante un posible tongo. Este convencimiento ha sido alentado por el propio Alvise, cuya campaña tiene como un elemento básico la alerta ante un supuesto fraude electoral, una narrativa similar a la utilizada antes por el PP y Vox el 28M y el 23J de 2023.
Pérez, al que las encuestas pronostican entre uno o dos escaños en la Eurocámara, ha convocado a sus seguidores este viernes a las 11 de la mañana en el Monumento a la Tolerancia, una escultura de Eduardo Chillida bajo el Puente de Triana, en Sevilla, de donde es natural el candidato. Se presenta con unos minutos de retraso, cuando cientos de personas ya lo están esperando. La multitud despierta la atención de los transeúntes. Megáfono en mano, Alvise dirige a sus fieles una arenga con múltiples elementos que no extrañarían en un mitin de Santiago Abascal: vinculación de la inmigración con la delincuencia; nostalgia de unos supuestos viejos tiempos de seguridad, cuando en Sevilla “se podían dejar las puertas abiertas”; pronósticos de una España convertida en Venezuela... Su amenaza directa al presidente se lleva una ovación. “Pedrito, voy a meterte en prisión”, dice. Otro aplauso va para su compromiso de construir una cárcel “sin gimnasio ni piscina” para 40.000 delincuentes. Cárceles y deportaciones, castigo para corruptos y violadores, todo ello conforma el cogollo de un imaginario que se completa con una idea insistente: ojo con el fraude electoral.
Contra Correos e Indra
El tema aparece varias veces en su arenga en Sevilla. Si votáis por correo, les advierte a sus seguidores, “es posible que estéis votando a Pedro Sánchez sin saberlo”. “No sirve de nada votar si los votos los cuentan ellos”, insiste. Con ese “ellos” se refiere a Indra, empresa a la que permitir una participación en el proceso electoral es “como poner de responsable de un convento a una prostituta”. Hay risas en la concurrencia, que también se anima al paso de dos policías nacionales a caballo. Alvise pide un aplauso para ellos, correspondido con un saludo y una maniobra a lomos del animal por parte de uno de los agentes.
Los mensajes negando la limpieza electoral han calado. Javier, citado en el primer párrafo, que va camino de Huelva con un pequeño camión cargado de albero, hace un alto junto al Puente de Triana para recoger papeletas para sí mismo, sus familiares y amigos. “Por si acaso”, reitera. Con un discurso que mezcla teorías sobre el Club Bilderberg, el grafeno de las vacunas y la fumigación aérea, Javier asegura que desconfía del recuento de los votos y le pregunta al periodista si sabe algo sobre el fraude en marcha. También está mosqueada Ana Delgado, desempleada, que se coloca sobre la cabeza las gafas de sol, poco útiles en una mañana nublada, y fuma un cigarrillo mientras advierte sobre el inminente “chanchullo” de Indra. Cuando se le piden especificaciones, afirma que hay “mucha información” para investigar fuera de los “grandes medios”.
Juan Burgos, de 39 años, lleva una camiseta con una inscripción en la espalda que presenta a Alvise como “el azote de los corruptos”. No le convence el discurso sobre inmigración del candidato, “demasiado duro”, pero sí su compromiso contra la corrupción. Asiente a su lado su pareja, una venezolana que prefiere no aparecer en esta crónica. “Ella viene del futuro”, afirma Juan, en referencia a que España acabará convertido en un régimen de tipo bolivariano. En la visión de las cosas de Juan aparece un rasgo dominante en todo este movimiento: el escepticismo extremo. En este caso, dirigido de nuevo contra los medios.
Es evidente que cunde entre los asistentes la preocupación ante la posibilidad de no poder votar a su líder. Al término del acto son muchos los que quieren su papeleta y los repartidores no dan abasto. Uno se hace con un taco para —dice— ponerlo en su colegio electoral, donde está seguro de que no habrá suficientes papeletas. Dos mujeres en actitud entusiasta vocean que como detecten el menor problema para votar a Alvise lo denunciarán en el cuartel de la Guardia Civil. Dos jóvenes confunden al periodista, por su alargada libreta, con un repartidor de papeletas. Al descubrir su confusión, la decepción es doble. El periodismo no es aquí el oficio más respetado.
Un campo abonado para la sospecha
Los encuentros de Alvise con sus seguidores, como el de este viernes en Sevilla, son presentados como una forma de evitar el “sabotaje electoral”. Este tema es central para Se Acabó la Fiesta. Es “un tercio” de su campaña, estima el sociólogo Iago Moreno, observador de este movimiento. Pérez ha llegado a pedir a sus seguidores que solo lo voten en urna, tal es su certeza de que hay trampa en el sufragio por correo. Su llamamiento para captar apoderados para el 9-J consiste en animar a la “lucha” contra Indra, la empresa que Pedro Sánchez querría utilizar, junto a Correos, para perpetrar su pucherazo, todo ello según esta teoría del fraude.
El nuevo candidato presume en su canal de Telegram de ser “el único candidato” que hace esta denuncia. Pero no siempre ha sido así. Otros lo han precedido. El cabeza de lista de SALF recoge ahora los frutos en un terreno abonado por el PP, que antes de las municipales y autonómicas de mayo de 2023 y de las generales de julio del mismo año alimentó la teoría del fraude electoral, en un empeño compartido con Vox.
La ofensiva duró más de un año. En junio de 2022, dirigentes del PP empezaron a deslizar que el Gobierno pretendía controlar Indra para manipular el recuento de los votos en unas futuras generales. Aquella idea adoptó durante meses la forma de insinuación o advertencia en boca del PP y de acusación frontal en boca de Vox. Pero aquella diferencia saltó por los aires en la antesala de las municipales y autonómicas del 28-M, cuando el PP decidió poner toda la carne en el asador. Tras una serie de noticias de casos aislados de posibles irregularidades en el voto por correo, el más grave en Melilla, el partido de Alberto Núñez Feijóo centró el resto de su campaña en lo que según el dirigente Esteban González Pons era ya “una trama”. Isabel Díaz Ayuso proclamó en el último mitin: “Sánchez se va a ir como llegó, con un intento de pucherazo”. En la campaña de las generales, Feijóo mantuvo ese marco al pedir a los carteros, “con independencia de sus jefes, que repartan todo el voto”, cebando así la teoría según la cual el Gobierno estaba obstaculizando el sufragio.
El sociólogo Iago Moreno, especialista en política digital, ve en la eclosión de este fenómeno una “ampliación” del espacio de la derecha por la vía de “la crítica conspiranoica al sistema centrada en la corrupción”, terreno fértil porque conecta con “las ficciones de nuestro tiempo”, en las que abundan las representaciones de la política como una actividad dominada en la sombra por una élite malvada.
La teoría del fraude electoral no es la única que utiliza Alvise y también los grandes partidos de la derecha. El nuevo candidato es un adepto a la teoría de la confabulación del 11-M, que fue impulsada por el PP en la primera legislatura de José Luis Rodríguez Zapatero (2004-2008). Además, alienta una hipótesis que han aireado también Vox y el PP: que la política de Sánchez sobre Marruecos está condicionada por la información que sobre él tiene el régimen marroquí a raíz de un hackeo de su móvil. El candidato de SALF es también uno de principales promotores de las especulaciones en torno a las “maletas de Delcy”, es decir, las supuestamente traídas a Barajas por la vicepresidenta de Venezuela, Delcy Rodríguez. PP y Vox también ha sembrado sospechas sobre dichas valijas, su contenido y sus destinatarios.